Ethan Hawke: «La cultura de la fama está obsesionada con la juventud»

Ya no es el adolescente atormentado, sino el actor camaleónico que lucha por demostrar que su talento ha mejorado con los años.

Getty Images

Los 40 años son un momento para la reflexión y los actores tampoco se libran de esta crisis. Que se lo digan a Ethan Hawke: su aspecto hoy en el Four Seasons de Los Ángeles, bañado por ese eterno verano californiano, es tan jovial como siempre. Igual que cuando comenzó a trabajar en cine a los 13 años o cuando era la estrella de la llamada Generación X. Pero el bagaje de los años se deja sentir. Un sonado divorcio, ese que lo separó de Uma Thurman por supuestas infidelidades, y cuatro hijos, los dos últimos junto a su nueva esposa (antes niñera) Ryan Shawhughes, son razones más que claras pa...

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Los 40 años son un momento para la reflexión y los actores tampoco se libran de esta crisis. Que se lo digan a Ethan Hawke: su aspecto hoy en el Four Seasons de Los Ángeles, bañado por ese eterno verano californiano, es tan jovial como siempre. Igual que cuando comenzó a trabajar en cine a los 13 años o cuando era la estrella de la llamada Generación X. Pero el bagaje de los años se deja sentir. Un sonado divorcio, ese que lo separó de Uma Thurman por supuestas infidelidades, y cuatro hijos, los dos últimos junto a su nueva esposa (antes niñera) Ryan Shawhughes, son razones más que claras para que los temas familiares queden fuera de esta entrevista. Además, su mente no hace más que echar la vista atrás, a esas películas que le dieron una carrera en la que prefirió calidad a fama, la misma que ahora puede verse mermada en un Hollywood que no perdona la edad. ¿Quién dice que los 40 son los nuevos 30? No será Hawke.

¿Cómo se sienten los 40 en un Hollywood de imberbes?

El otro día se me aceró un fan para decirme que parecía que yo había avejentado mil años. ¡Y eso es un fan!

Solo son 40…

Lo sé, pero los años se multiplican en esta cultura de la fama, siempre obsesionada con la juventud. La celebridad es un juego de jóvenes. Estoy seguro de que mis mejores trabajos son los que nadie ha visto. Me conocen siempre por los más famosos. Y es frustrante, sí, pero a la vez me encanta lo que hago. Incluso a esta edad. No sé cómo decirte lo contento que estoy de poder interpretar papeles con un pasado, personajes con una riqueza que antes ni olía. Pero como me dicen otros actores mayores que yo, a medida que aumenta tu talento y mejora tu capacidad, disminuyen las oportunidades. Es frustrante, sí, pero este negocio no es país para viejos (risas).

Con dos trabajos a punto de ser estrenados en cine y televisión, The Woman in the Fith y la miniserie Moby Dick, no se puede decir que esté mano sobre mano.

Y si lo estuviera tampoco estaría aquí. Estaría escribiendo, que es lo que hago cuando me aburro. Soy incapaz de estar parado. O estaría en Broadway. El año pasado dirigí la obra de Sam Shepard A Lie of the Mind y fue un éxito. La interpretación es mi vida. Es lo que llevo haciendo desde crío, mi pasión, mi amor… Además de pagar mi hipoteca (risas). La verdad es que tampoco puedo quejarme porque, desde que cobré 30 de los grandes (30.000 dólares) por El club de los poetas muertos, nunca hubo vuelta atrás. Tenía 18 años y me sentí el hombre más rico del mundo.

¿A quién le daría las gracias por darle su primera oportunidad?

Supongo que a Joe Dante por contratarme para Exploradores cuando tenía 13 años. Mi carrera no acabó de arrancar y mi madre no estaba nada contenta, pero gracias a esa cinta mi agente me consiguió El club de los poetas muertos. Así que a él y a Peter Weir. Y a Jack Lemmon, a quien conocí en mi segunda o mi tercera película, Mi padre, y me hizo ver lo maravilloso que puede ser un gran actor, alguien cuya única preocupación fue hacerme olvidar lo famoso que era mientras que la gente que tiene éxito en mi profesión se empeña en recordarte lo especial e importante que eres.

¿Y Tennessee Williams? ¿Influyó su parentesco con el escritor en su carrera? Para lo único que me sirvió fue para seducir a jovencitas, pero ya no es el caso (risas). Mi abuelo y Tennessee Williams eran primos, pero creo que tengo tanto de Tennessee como tú. Quede claro que es el orgullo de mi familia, pero ayudar, lo que es ayudar, ni tan siquiera me ayuda a conseguir los derechos de sus obras. Y mira que siempre lo menciono cuando quiero llevar alguna de ellas al teatro, pero les da igual.

¿Fue más sencillo darle una nueva vida al Moby Dick de Herman Melville?

No sé si decir más fácil, porque soy un marinero terrible. Al final va a ser que lo mío son las películas en las que se pasa mucho frío, porque ya llevo unas cuantas. Pero fue un honor. Soy de la opinión de que historias clásicas como Moby Dick, Hamlet, cualquiera de las obras de Charles Dickens son historias increíbles para la humanidad que tratan de temas claves y nunca deben ser olvidadas.

Antes hablaba de sus películas preferidas.

Antes que el diablo sepa que has muerto, What Doesn’t Kill You y Los amos de Brooklyn contienen tres de los mejores papeles que he interpretado en mi vida. Y durante el rodaje de Antes del amanecer en Viena disfruté de uno de los mejores veranos de mi vida. Fue mágico.

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