Emma Stone: «Sé lo que es sentirse sola e ignorada»
‘La La Land’ parece su salto definitivo. Una película que suena (y bien) para los Oscar. Pero ni eso hace que Emma Stone se permita ser «completamente» feliz. Confiesa que la inseguridad la persigue.
A veces recuerda los ataques de pánico que padecía siendo niña, fruto de su personalidad controladora y ansiosa. Sufría tanto, que sus padres la escolarizaron en casa. Hasta que una profesora sugirió que fuera a clases de teatro y aquello la salvó. «Me hizo salir de mi cabeza y empezar a escuchar al resto», recuerda tranquila. Después llegó la comedia. En mayúsculas. Steve Martin o John Candy fueron sus héroes mientras crecía. «La improvisación también me ayudó mucho, porque tienes que estar muy concentrado», explica. «Pero cualquier buen papel consigue el mismo efecto». Quizá por eso hace más...
A veces recuerda los ataques de pánico que padecía siendo niña, fruto de su personalidad controladora y ansiosa. Sufría tanto, que sus padres la escolarizaron en casa. Hasta que una profesora sugirió que fuera a clases de teatro y aquello la salvó. «Me hizo salir de mi cabeza y empezar a escuchar al resto», recuerda tranquila. Después llegó la comedia. En mayúsculas. Steve Martin o John Candy fueron sus héroes mientras crecía. «La improvisación también me ayudó mucho, porque tienes que estar muy concentrado», explica. «Pero cualquier buen papel consigue el mismo efecto». Quizá por eso hace más de dos años que no sufre ningún ataque de pánico. Justo los dos en que sus interpretaciones se han vuelto más interesantes, más desafiantes.
Después de Birdman y su nominación al Oscar, se subió al escenario de Broadway para protagonizar Cabaret. «Eso sí que lo cambió todo». Justo entonces un proyecto tomaba forma: La La Land, un musical de aires clásicos ambientado en un Los Ángeles moderno. En él, Stone interpreta a una actriz que lucha por triunfar. Actúa, canta y baila junto a su ya pareja romántica habitual en pantalla, Ryan Gosling. Y ya no hay miedo: tras ganar la Copa Volpi en Venecia, llegó su nominación a los Globos de Oro y todo parece indicar que también estará en los Oscar.
Damien Chazelle, el director, dice que La La Land narra cómo encontrar el equilibrio entre la vida y el arte. ¿Lo ha encontrado usted?
Cuando eres artista, pones tanto amor en lo que haces, que realmente es como el sentimiento de amar, te consume. No sé si he encontrado el equilibrio. Supongo que no. Supongo que en eso consiste la vida, en perseguirlo siempre.
¿Siente como su personaje, Mia, que ha tenido que hacer muchos sacrificios por su carrera?
En esta profesión tienes que dar mucho. Si hay suerte, viajas constantemente. Pero muchas cosas no las puedes hacer porque estás con otros temas que te gustan. Supongo que le pasa a todo el mundo. Y tiene su parte buena. Cuando te encuentras en un momento privilegiado, como el mío, en el que puedes elegir qué trabajos hacer, también puedes tomarte largos periodos de descanso. Yo, tras un año y medio seguido de trabajo, acabo de volver de tres meses de vacaciones con mi familia.
Eso sí que no le pasa a todo el mundo.
Exacto. Significa que tengo mucha suerte y no se me olvida ni un segundo que este momento no va a durar para siempre. La vida cambia, mi carrera lo puede hacer mucho. Ahora mismo me siento muy completa, pero no me agarro a ese sentimiento porque sé que no durará.
Al menos los días de audiciones como los que vive Mia acabaron.
Eso sí. Pasé por lo mismo, el tiempo de castings y rechazos… Sé lo que siente el personaje, ese sentimiento de vivir en una ciudad y verte sola e ignorada cuando entras en una habitación y estás convencida de que el papel es tuyo. Recuerdo que, como ella, pasaba mucho tiempo en mi coche, un escarabajo rojo, de prueba en prueba. Pero cuando miro atrás, para mí lo más duro fueron los momentos en los que ni siquiera tenía castings. Eso es peor que el rechazo.
¿Qué hizo en esos tiempos muertos?
Trabajé en una panadería para perros. Tenía 15 años, y no tuve ni una sola propuesta en tres meses.
¿Pensó entonces en abandonar y volverse a Arizona?
Sí, lloraba y mi madre me preguntaba: «¿Lista para irnos a casa?». Y yo le decía: «No, todavía no. Pero duele mucho». Todos pasamos por ese momento en el que crees que no eres bastante bueno.
¿Aún siente esa inseguridad?
¡Claro! Soy un ser humano. Pero siento que he conseguido hacerme amiga de mis inseguridades. Hace ya mucho que no tengo ataques de pánico. Medito desde hace dos años y medio, y me ha ayudado. Pero, de nuevo, hablo sobre este momento. Quién sabe lo que va a pasar. Y yo soy así: siempre dudaré de mí misma.