Cómo la gloria temprana de sus hermanas gemelas marcó el insólito camino hacia el éxito de Elizabeth Olsen
La hermana menor de las célebres Ashley y Mary-Kate Olsen ha triunfado forjando una carrera en Hollywood lejos de la influencia de las que fueran estrellas infantiles. El estreno de Bruja Escarlata y Vision es la última prueba de su posición de privilegio.
Solo hay una cosa más difícil de manejar que ser una niña prodigio de fama internacional: ser la hermana de dos niñas prodigio de fama internacional. Podría decirse que son algo así como los pagafantas de la lucrativa fiesta mediática. No disfrutan de los focos ni de los aplausos ni de salir en un anuncio emitido durante la Super Bowl, pero su rutina diaria sufre el mismo proceso de desestructuración que la de sus célebres parientes. Aunque históricamente a la mayoría le ha bastado lo vivido en el ámbito familiar para descartar cualquier futuro en la industria del entretenimiento, en los últimos años hemos sido testigos de diferentes hermanísimos que aprendieron la lección y consiguieron triunfar en Hollywood, como Kieran Culkin o Elle Fanning. Pero quizá el caso más paradigmático sea el de Elizabeth Olsen, que renegó de la popularidad infantil para disfrutar ahora de las mieles del éxito con estrenos como Bruja Escarlata y Visión, una de las series más esperadas de 2021.
“Quería disfrutar de las actividades extraescolares: de los deportes y de las clases de baile”. Con una respuesta tan simple como honesta, Elizabeth Olsen sintetizó los motivos que la llevaron a renunciar a uno de los sueños recurrentes de cualquier niño: ser una estrella de cine. Cuando ella apenas tenía cinco años, sus hermanas mayores, las gemelas Ashley y Mary-Kate, ya eran conocidas en todo el mundo por su papel de Michelle Tanner en la mítica sitcom noventera Padres forzosos y por su aparición en diferentes telefilmes. Uno de ellos, Aquel oeste tan divertido, sirvió para que Elizabeth debutara también ante la cámara, asistiendo posteriormente a decenas de audiciones. No le gustó lo que vio y desechó, con solo diez años, el trampolín hollywoodiense que le proporcionaba la situación de privilegio de sus hermanas en pos de disfrutar de la infancia anónima a la que ellas renunciaron.
Según ha confesado la propia actriz en el podcast de la cantante Jessie Ware, el escrutinio mediático al que fueron sometidas sus hermanas no convertía su situación en algo a desear, tachando de “abusivo” el tratamiento que los medios de comunicación y la industria le dedicaron a sendas estrellas infantiles. “Era muy raro crecer en ese ambiente. La parte de los paparazzi era la más extraña porque te seguían a todas partes y cuando eres una niña es algo que te da mucho miedo”, alegó la intérprete, testigo de los diferentes trastornos –alimentarios, psicólogos, etc.– padecidos por las que ahora conforman la dirección creativa de la marca de moda The Row y que se retiraron para siempre de la profesión.
Olsen cuenta que escribió delante de sus padres una lista con los pros y los contras de comenzar su carrera a una edad tan temprana, y que los puntos negativos desequilibraron la balanza. Decidió mantener su amor por la escena como una afición extraescolar hasta que rozó la mayoría de edad y se matriculó en la neoyorquina academia Tisch School of Arts. Un par de años después, en 2011, la hasta entonces anónima intérprete –que todavía muchos hoy siguen sin relacionar con las niñas prodigio– vivió su gran explosión profesional en el festival de Sundance. El estreno de la película de culto Martha Marcy May Marlene, sobre la historia de una joven que consigue escapar de una secta, convirtió en bueno su presagio de que dilatar el inicio de su carrera le proporcionaría mejores frutos. “Decidí que si tenía confianza y trabajaba duro, en lugar de que me lo dieran regalado, luego nadie podría quitármelo ni decir que era nepotismo. Nunca he conseguido ningún trabajo por mis hermanas, nunca lo he necesitado”, añadió en The Guardian.
La fuerte actitud de la que presumía la Elizabeth Olsen adolescente se ha mantenido hasta sus actuales 31 años, haciendo de ella una de las estrellas más inclasificables de la industria. Fue precisamente esa personalidad lo que hizo que Disney apostara por ella para dar vida a la caótica, emocionalmente inestable y poderosísima Wanda Maximoff, Bruja Escarlata, una de las superheroínas más icónicas de Marvel. Tras la marcha de los principales líderes de la saga de Los Vengadores, Olsen es ahora cara visible del presente y futuro de una franquicia que pretende seguir rompiendo récords.
Bruja Escarlata y Visión, la nueva serie de Disney+ que protagoniza junto a Paul Bettany, es la primera declaración de la compañía en este sentido. Una ficción tan enigmática como la propia intérprete, que ha apostado por homenajear el género de la sitcom clásica para expandir los límites del universo narrativo de sus superhéroes y atraer tanto a fanáticos como a los neófitos en la materia. El trabajo de la pareja protagonista ya ha sido calificado por la crítica como el gran atractivo de una propuesta que debería relevar a The Mandalorian como próxima obsesión seriéfila de la plataforma de streaming.
Al mismo tiempo que se garantizaba una más que holgada estabilidad económica con su participación en Los Vengadores, Olsen supo conciliar los productos palomiteros con producciones de bajo presupuesto y ambición festivalera para mantener su estatus de reina del cine indie. Wind River, Ingrid Goes West o Kodachrome son algunos de los ejemplos más recientes. Prometida desde 2019 con Robbie Arnett, miembro del grupo de folk pop Milo Greene, y a pesar del escaparate internacional que supone formar parte de una franquicia cinematográfica tan exitosa, Olsen ha logrado seguir siendo todo un enigma para la prensa. Presumiendo, además, de una privacidad que dice valorar gracias a sus hermanas, convertidas en faro de su carrera y de su estilo.
Además de tener predilección por firmas como Salvatore Ferragamo, Christian Dior o Miu Miu –de la que fue imagen–, reconoce que durante toda su vida ha sentido envidia de los looks de Mary-Kate y Ashley. “Todo lo que ellas han vestido lo he querido vestir también yo. Quiero sus abrigos. Quiero sus zapatos. Quiero sus vestidos. Es algo que nunca he dejado de desear”, afirmó en la edición estadounidense de Elle. Otra buena prueba de lo insólito de su caso es que, en la época de la sobreexposición extrema, ella ha apostado por tener un perfil tan bajo que la ha hecho incluso renunciar a toda presencia digital y prescindir de sus cuentas en redes sociales. “Actuar solo es un trabajo”, recuerda con frecuencia en sus contadas apariciones pública. La californiana parece haberse aprendido al dedillo la asignatura vital impartida por sus hermanas.