El misterio de Molly Ringwald, la estrella de los ochenta que abandonó su carrera por «los otros Weinstein»
Parece que la actriz ha decidido por fin regresar a primera línea tras anunciarse que interpretará a Joanne Carson, la esposa de Johnny Carson, en la nueva entrega de la serie ‘Feud’.
Hace solo unos días, la cadena FX anunció un nuevo nombre que se añadía al estelar elenco que tendrá la segunda entrega de su serie Feud. A los ya conocidos de Demi Moore, Calista Flockhart, Naomi Watts o Chloë Sevigny, se unía nada menos que Molly Ringwald, la actriz estadounidense conocida sobre todo por su participación en algunas de las películas románticas adolescentes más recordadas de los años ochenta, todas escritas (y algunas también dirigidas) por John Hughes: 16 velas, La chica de rosa y, especialmente, El club de los cinco.
La segunda temp...
Hace solo unos días, la cadena FX anunció un nuevo nombre que se añadía al estelar elenco que tendrá la segunda entrega de su serie Feud. A los ya conocidos de Demi Moore, Calista Flockhart, Naomi Watts o Chloë Sevigny, se unía nada menos que Molly Ringwald, la actriz estadounidense conocida sobre todo por su participación en algunas de las películas románticas adolescentes más recordadas de los años ochenta, todas escritas (y algunas también dirigidas) por John Hughes: 16 velas, La chica de rosa y, especialmente, El club de los cinco.
La segunda temporada de Feud girará alrededor del escándalo que se produjo en la alta sociedad neoyorquina cuando Truman Capote (al que interpretará Tom Hollander) publicó un adelanto de su esperado libro Plegarias atendidas en el que, bajo identidades falsas (pero muy fáciles de descifrar), revelaba los secretos más oscuros de algunas de las más importantes socialites de la ciudad de los rascacielos.
Este papel supondrá un paso más en la vuelta de Ringwald, ahora de 54 años, a la primera línea de la actuación (actualmente la podemos ver también haciendo de la madrastra del asesino Jeffrey Dahmer en Dahmer), después de muchos años en los que aunque no ha parado de trabajar, muchos la hemos perdido completamente de vista.
No se puede entender el cine juvenil estadounidense de los ochenta sin Ringwald. Su melena pelirroja, su sonrisa y su mirada intensa e inteligente, marcaron e influyeron a toda una generación. Según recordó el periodista Michael Agger en un artículo para la revista New York en 2004, la actriz tenía algo especial que la crítica de cine y televisión Pauline Kael calificó como “normalidad carismática”.
“Si eras blanco, vivías en una urbanización y tenías ciertas inseguridades”, continúa Agger, “ir a ver una de aquellas películas era como verte reflejado en un espejo”. Eso hizo que tanto Ringwald como sus compañeros de reparto, especialmente en El club de los cinco (Judd Nelson, Ally Sheedy, Emilio Estevez y Anthony Michael Hall), se convirtieran automáticamente en superestrellas y miembros de lo que se acabó llamando el Brat Pack, el grupo de actores emergentes que marcó el cine de mediados de los ochenta, donde también se sitúa a Rob Lowe, Demi Moore, Kiefer Sutherland, Charlie Sheen, John Cryer, Christian Slater, Robert Downey Jr. o John Cusack, entre otros.
Ringwald ocupó multitud de portadas en aquellos años, como la de Time en mayo de 1986, y se convirtió en todo un icono de la moda. Su estilo, caracterizado por prendas anchas de segunda mano, sombreros, broches, brazaletes, collares de cuentas, botas viejas y labios rojo carmín, se convirtió en el uniforme de referencia para miles de chicas excéntricas que no acababan de encajar del todo en el instituto. Además, influyó decisivamente en los círculos más selectos de la moda. De alguna manera, fue la persona que convirtió lo vintage en cool quizá por primera vez.
Todavía quedan hoy en día ecos de aquella forma de vestir, una mezcla del estilo de Madonna y del de Diane Keaton en Annie Hall, que, según la propia Ringwald contó a Los Angeles Times, fue fruto de la necesidad: sus padres le daban una asignación muy limitada que solo le dejaba la opción de comprar en las tiendas de segunda mano de Los Ángeles.
No obstante, para muchos, el mayor misterio de la carrera de Molly Ringwald siempre fue la razón por la que abandonó Hollywood y Estados Unidos y se marchó a vivir a Francia durante casi una década, en pleno auge de su carrera, volviendo de vez en cuando a su país para trabajar en proyectos alimenticios que pasaron prácticamente desapercibidos para el gran público.
Es cierto que la actriz nunca acabó de encajar en el estereotipo de la clásica estrella de Hollywood, pero ¿por qué rechazó seguir rodando con Hughes? ¿Por qué no quiso saber nada de los papeles protagonistas que le ofrecieron en Pretty Woman y Ghost, que la habrían consagrado definitivamente como una superestrella? Tuvimos que esperar casi 20 años para que la propia actriz nos lo contara.
Fue en dos artículos que aparecieron en las páginas de The New Yorker. El primero se publicó en 2017 y se titulaba ‘All the Other Harvey Weinsteins’ («todos los otros Harvey Weinsteins»), escrito en pleno estallido del Me Too. En él, Ringwald explicaba cómo fue acosada sexualmente en diversos momentos a lo largo de su carrera. “Cuando tenía 13 años”, recordó la actriz, “un miembro del equipo de 50 años me dijo que me enseñaría a bailar y luego procedió a empujarme con su erección. A los 14, un director de cine casado me metió la lengua en la boca mientras estábamos en el set de rodaje”.
Molly insinúa que no fueron esas sus únicas experiencias de ese tipo, que siempre había un hombre mayor dispuesto a “acelerar su madurez sexual” a pesar de que sus padres eran muy protectores con ella. “Me estremezco al pensar qué hubiera podido pasar si no hubieran sido así”, afirma.
A continuación, explica cómo ya con 20 años y tras sus grandes éxitos en el cine, la obligaron en un casting a ponerse un collar de perro cuando nada de eso aparecía en el guion. Ringwald apenas recuerda el momento, porque asegura que lo vivió como una experiencia extracorpórea. Una vez que la prueba terminó, se sentó en su coche y se puso a llorar. Llamó a su agente para contárselo y este se rio diciéndole que ya tenía material para sus memorias. “Lo despedí y me mudé a París poco después”, escribió la actriz.
Un año después, en 2018, la actriz volvió a publicar en la misma revista otro artículo titulado What About ‘The Breakfast Club’? («¿y qué pasa con El club de los cinco?), una poderosa reflexión sobre cómo había sido realmente trabajar junto a John Hughes y lo que ahora sentía respecto a esas películas, tan mitificadas por muchos.
La relación entre Ringwald y Hughes fue realmente muy estrecha durante varios años, casi simbiótica. En la pieza, la actriz cuenta que él escribió el guion de 16 velas en un fin de semana tras ver en la oficina de su agente una foto de la adolescente con solo 15 años. Se llevó la foto a casa, la clavó en la pared y redactó la historia que aquella cara le inspiraba. “En los estudios adoraron la película, quizá porque, al menos en su forma, tenía más en común con Porky’s [una película de humor grueso sobre unos adolescentes gamberros obsesionados con el sexo] que con El club de los cinco”, escribió Ringwald.
Aquel filme los hizo famosos a los dos y a partir de entonces él solo escribió con ella en mente. El club de los cinco y La chica de rosa, estrenadas en 1985 y 1986 respectivamente, fueron grandes éxitos, pero en 1987 la actriz rechazó el papel que Hughes había creado para ella en Una maravilla con clase. Tenía ganas de hacer cosas diferentes. El director se lo tomó fatal y prácticamente cortaron todo contacto a partir de entonces. “Era muy propenso a sufrir ofensas personales”, recordó. “Siempre era más probable que pensara que alguien lo estaba despreciando”. Él falleció en 2009 con solo 59 años.
Pero aunque reconoce que su carrera hubiera sido muy diferente de no haberse cruzado con Hughes, a día de hoy no se siente especialmente orgullosa de esas películas ni las ha visto con sus hijos. “Hoy en día pueden considerarse racistas, misóginas y, en ocasiones, homófobas”, afirmó en The New Yorker, y cita concretamente cómo en El club de los cinco, el protagonista masculino, interpretado por Judd Nelson, “acosa sexualmente a Claire [su personaje] a lo largo de la película. Cuando no la está sexualizando, descarga su ira contra ella con desprecio, llamándola ‘patética’ o burlándose de ella. Nunca se disculpa por nada de eso, pero, sin embargo, al final consigue a la chica”.
En el ensayo, Ringwald reflexiona sobre cómo, en su opinión, Hughes era capaz de escribir con mucha sensibilidad escenas que todavía conmueven a las mujeres de hoy en día, pero a la vez, podía burlarse de muchos de sus problemas. Un rasgo, según ella, heredado de los textos que el autor publicó en los años setenta para la revista satírica National Lampoon, que para la actriz “contienen muchos de los temas que exploró en sus películas, pero sin nada de humanidad”. La actriz explica cómo llegó a comprar por eBay números antiguos de la revista para descubrir con horror textos de Hughes que parodiaban el acoso sexual, la agresión a hombres y mujeres o la eugenesia.
Habrá quien diga, por supuesto, que no es buena idea revisar con los ojos actuales los actos del pasado. En su artículo, Ringwald es consciente de todas las contradicciones que plantea, como por ejemplo cuando explica cómo El club de los cinco ha ayudado a sobrellevar una adolescencia complicada a personas que no tenían nada que ver con los protagonistas de la película, blancos y heterosexuales.
“¿Cómo deberíamos sentirnos respecto al arte que amamos, pero al que a la vez nos oponemos?”, se pregunta la actriz. “¿Qué pasa si además estamos en la inusual posición de haber ayudado a crearlo? Borrar la historia es un camino peligroso cuando se trata de arte, el cambio es esencial, pero también lo es recordar el pasado, con toda su transgresión y su barbarie, para que podamos medir adecuadamente hasta dónde hemos llegado y hasta dónde todavía tenemos que llegar”.
Palabras desde luego que nos revelan a una Molly Ringwald madura, que ha recorrido un largo camino desde aquellas películas de adolescencia en las que la conocimos y que, a sus 54 años, parece que todavía le queda un interesante camino por delante.