De recatadas a ‘sexies’ (y viceversa)
Son muchas las celebridades que se destapan en público, y otras tantas las que, cuando toca, adoptan un look más conservador. Sus elecciones nunca son casuales. Tras cada tanga hay decisiones económicas y sociológicas.
Ella había sido una niña artista, ídolo de masas. Había aprendido a cultivar una imagen pizpireta y a navegar en una adolescencia pública poco amenazadora. Hasta que se destapó, literal y metafóricamente, y emergió como ser sexual. ¿Miley 2013? No, Marisol, 1976.
Con importantes salvedades: lo de Pepa Flores tenía un contexto político, lo de Hannah Montana, mercadotécnico. Y la malagueña posó para Interviu enseñando los pezones y en una actitud más deudora de un almanaque naturista escandinavo que de una película porno. Registradas estas diferencias, el relato de la exniña ...
Ella había sido una niña artista, ídolo de masas. Había aprendido a cultivar una imagen pizpireta y a navegar en una adolescencia pública poco amenazadora. Hasta que se destapó, literal y metafóricamente, y emergió como ser sexual. ¿Miley 2013? No, Marisol, 1976.
Con importantes salvedades: lo de Pepa Flores tenía un contexto político, lo de Hannah Montana, mercadotécnico. Y la malagueña posó para Interviu enseñando los pezones y en una actitud más deudora de un almanaque naturista escandinavo que de una película porno. Registradas estas diferencias, el relato de la exniña prodigio que se pervierte es tan antiguo como fácilmente renovable y el público siempre parece dispuesto a consumir una nueva versión.
Si veníamos de donde veníamos con Britney Spears y hemos asistido a fenómenos recientes como el de Selena Gomez, ¿por qué hace tanto ruido lo de Cyrus? ¿Por qué el debate de los últimos meses se ha centrado en responder por qué debe taparse Miley? Primero Sinead O’Connor opinó que sí. «Me preocupa que la gente que te rodea te haya hecho creer que es cool ir por ahí desnuda y chupando martillos en tus vídeos», le dijo la irlandesa en una misiva. La destinataria vino a responder que no tenía tiempo para sermones y en su tour Bangerz no solo chupa martillos, sino que finge una felación a un bailarín con máscara de Bill Clinton. Meses después, la actriz Rashida Jones acusó a Cyrus, Rihanna y Nicki Minaj de contribuir a la «pornificación del pop», en un editorial de la revista Glamour en el que lamentaba que «los barrotes de stripper, los tangas, los pechos y mucha lengua fuera son hoy en día accesorios normales de las estrellas». A la vuelta del año, Lily Allen se sumó al foro con su vídeo-parodia, It’s Hard Out Here For a Girl. Después aclaró que encuentra «ofensivo» que la industria musical obligue a las mujeres a proyectar una imagen sexy pero que no cree que ese sea el caso de Miley o Rihanna, quienes se desnudan porque quieren, según matizó Allen.
Selena Gomez abandonó su niñez tan pronto como le fue posible. Eso le ha traído problemas de drogas y cada vez menos tela.
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La disputa va también, por una vez, de quién es más y mejor feminista. Así se califican todas las implicadas –Cyrus, superlativa ella, se autodenomina «la mayor feminista»–. Roxane Gay, columnista estadounidense que en breve publicará un libro con el título irónico de Mala feminista, dedicado a las mujeres que, como ella, son «un atajo de contradicciones», entra al trapo: «No creo que ninguna sea una mala feminista. Dicho esto, Jones es muy miope sugiriendo que Miley, que es tan joven, es responsable de la pornificación de la cultura. Su nueva propensión a la desnudez se debe a su intención de separarse de la imagen de Hanna Montana». Para Callie Beusman, que disecciona las revistas del corazón en la web Jezebel, «la sola idea de la buena chica que se corrompe refuerza la dicotomía que divide a las mujeres entre vírgenes y putas. Implica que una mujer es «pura» hasta que se pervierte con algún tipo de acción sexual (…) Estoy a favor de estar abierto al sexo pero utilizarlo como un gesto publicitario no es empoderamiento, es negocio». También apunta, sin embargo, que Rashida Jones resulta «condescendiente» en sus críticas, porque el problema no es si Miley se desnuda o no, sino que esta «utiliza ese lenguaje para vender una versión superficial de la sexualidad».
Su traslado a Los Ángeles acabó con la necesidad de mostrarse siempre sexy. Ahora Paz Vega tiene algunos momentos estelares.
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Hay múltiples motivos para protagonizar un destape público. Está el modelo Reniego-de-Disney y está el que se da al entrar en los 40. Gwyneth Paltrow, quien se sumió en la conciencia pública como una princesa de Park Avenue, con aquel vestido rosa chicle de Ralph Lauren con el que recogió su Oscar a los veintipocos, ha ido quitándose ropa a medida que cumplía años. Lo hizo sobre todo y conscientemente con el estreno de su primer Iron Man, cuando de pronto empezó a lucir faldas mucho más cortas de lo que acostumbraba. Existe también el camino contrario: la estrella que hace un Paz Vega. Conseguido el nivel de atención deseado, no quiere o no necesita exhibir tanta carne. La actriz española fue durante años el reclamo con sus vestidos hechos de escasas tiras de tela pero, tras mudarse a Hollywood, adoptó un estilo más conservador.
La que se tapa generalmente espera ser aceptada en algún tipo de comunidad. Ya sea de tipo religioso, como en el caso de Kylie Bisutti, el ángel de Victoria’s Secret que colgó las alas al reencontrarse con el cristianismo. O en otra clase de tribus, no menos sectarias, como la de la moda. Para ser integrantes de ese círculo, Victoria Beckham y Kim Kardashian tuvieron que renegar de su antiguo estilo ultrasexy. La segunda, que nunca hace las cosas a medias, directamente se tapizó (manos incluidas) de Givenchy para asistir a su primer baile del Met.
Taylor Swift tenía la base (rubia, rostro de niña, delgada) pero le faltaba la estilista. Ahora ya la tiene y… ¡vaya si se nota!
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Al final se trata de manipular la moda en beneficio propio y no participar de lo que la sociología llama el «regateo patriarcal», entendido como la táctica según la cual una mujer decide asumir los roles de género para maximizar su propio poder. Lisa Wade, profesora del Occidental College que contribuye a hacer más accesible esa materia desde el blog Sociological Images, cree que todas las mujeres participan del regateo.
También Miley Cyrus, el alfa y omega de este debate. «Claro que ella contribuye a la pornificación del pop con su ropa, pero ¿qué se supone que debe hacer? Esas son las condiciones que los medios ponen para las mujeres», resume a S Moda. Eso hasta el día en que Miley decida taparse y cantar baladas al piano, a lo Taylor Swift… y la discusión vuelva a empezar.