Celos, envidia y desprecios: así fue la tormentosa relación de Barbra Streisand con su madre
La estrella, que acaba de cumplir 78 años, ha narrado con todo lujo de detalles a lo largo de su extensa carrera la cara más amarga y desconocida de su pasado.
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Las memorias de Barbra Streisand se están haciendo de rogar. Inicialmente tenían que haberse publicado en 2017. No obstante, conocida por su enfermizo nivel de autoexigencia (nunca está de más señalar que durante 27 años se negó a dar conciertos porque en 1967, ante un...
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Las memorias de Barbra Streisand se están haciendo de rogar. Inicialmente tenían que haberse publicado en 2017. No obstante, conocida por su enfermizo nivel de autoexigencia (nunca está de más señalar que durante 27 años se negó a dar conciertos porque en 1967, ante un Central Park a rebosar, se olvidó de la letra de un tema), al parecer la artista aún sigue limando esas esperadas páginas. Llegado el día podremos conocer de su puño y letra cómo se forjó el mito, por supuesto. Aunque suponemos que uno de los episodios en los que mayormente se explayará será cuando recuerde su niñez y, sobre todo, recupere la tormentosa relación que mantuvo con su madre, Diana, fallecida en marzo de 2002.
Para que se hagan una idea, cuando una joven Barbra le comentó a su progenitora su sueño de ser actriz, recibió esta cruel respuesta: «Bueno, no eres lo suficientemente guapa. Es mejor que te cortes las uñas y te conviertas en mecanógrafa para tener un trabajo». Esta declaración la hizo pública en una entrevista que concedió a The New York Times en noviembre de 1996 coincidiendo con el estreno de El Amor Tiene Dos Caras, donde también aprovechó para confesar: «Nunca me gustó cantar frente a mi madre porque siempre era vergonzoso. Nunca supe lo que iba a decir. Nunca tuve ese apoyo. Nunca lo experimenté. Y, ahora, cuando conozco a la familia de Jim [refiriéndose a James Brolin, con quien se casaría en 1998] y me aceptan, me aman y me abrazan tanto, siento una gran calidez. No puedo explicarlo. Nunca había vivido eso». ¿No es triste?, le replica el periodista Bernard Weinraub al escucharla. «Mejor tarde que nunca», sentencia dejando claro el gran vacío emocional que ha experimentado durante gran parte de su vida.
«Creo que a veces hay padres que realmente no se quieren a sí mismos ni tampoco les gusta su descendencia. Mi madre tenía buenas intenciones. Ella me amaba lo mejor que podía. Tenía sueños propios y quería ser cantante». ¿Cabe la posibilidad de que estuviera celosa? «Sí. Y eso fue algo asombroso de descubrir. Nunca me alabó a la cara, pero tengo la sensación de que sí lo hizo ante otras personas. No le gustaba el contacto físico. Nunca me abrazó o me dijo palabras como ‘te quiero», narró en 2014 al Daily Mail, no sin antes apostillar que «simplemente no pude complacerla, pero le debo mi carrera».
Diana, tiempo antes de dar a luz a nuestra protagonista y trabajar como secretaria en un instituto de secundaria de Brooklyn, era cantante soprano. Sí, pese a todo, Barbra sabe de quién heredó sus portentosas cuerdas vocales. En esa misma entrevista, por ejemplo, rememoró cómo a los 13 años, estando de vacaciones en las montañas de Catskill, su madre contrató a un pianista y las dos, a dúo, grabaron unas canciones. En la gira de 20 fechas en la que se embarcó entre 2012 y 2013, como si de algún modo quisiera enterrar parte de esos fantasmas, no dudó en mostrar a la audiencia aquellas primigenias cintas. «Ella tenía una voz hermosa, aunque era muy tímida. Pusimos las canciones para que finalmente pudiera decir: ‘Mamá, al final lo lograste. Estás cantando frente a miles de personas», dijo al respecto.
Sea como fuere, todo buen drama tiene un origen. Y en este caso fue el fallecimiento del padre de Barbra, Emanuel, cuando apenas era una bebé de quince meses. El señor Streisand, quien trabajaba como profesor de literatura inglesa en el mismo instituto de Diana, un buen día salió de casa para nunca más volver. Se sabe que tras sufrir un ataque epiléptico le inyectaron morfina a través del cuello en el hospital, lo que desembocó en una mortal insuficiencia respiratoria. Pero lejos de contarle la realidad a sus hijos, que la causa de la muerte había sido una negligencia médica, Diana explicó a Barbra y a su hermano mayor, Sheldon, que lo que acabó con Emanuel fue una hemorragia cerebral provocada por el exceso de trabajo. Pasaron 35 años hasta que los dos supieron la verdad. «Pensé que también podría morir de exceso de trabajo», desveló a la revista People en 1983.
En ese catártico reportaje de la publicación estadounidense, asimismo, se abrió en canal. No solamente rememoró cómo cada noche dormía en la cama de su madre porque «nunca tuve un dormitorio para mí hasta los 16 años», sino que «todo lo que tenía era una botella de agua caliente con un pequeño suéter. Esa fue mi muñeca». Y la situación no mejoró con el tiempo; al contrario. Un siniestro personaje entró en la vida de Barbra a los siete años y medio de edad: un vendedor de coches de segunda mano llamado Lou Kind que pasaría a convertirse en su padrastro.
El recién llegado a aquel seno familiar ya hecho trizas la ninguneó desde un primer momento en favor de Roslyn, su nueva hermana pequeña. Y, por si fuera poco, la nueva pareja de su madre no cesó de burlarse de su físico. Aquello hizo mucha mella en la intérprete de Woman in Love. Tanto es así que, en 1991, en el programa 60 Minutes de la CBS, se puso a llorar tras contarle a Mike Wallace «mi padrastro me ignoró. Nunca habló conmigo. Yo era apenas una niña y él me hizo sentir que yo era un ser horrible». Esa misma noche los telespectadores también conocieron en horario de prime time que Lou hasta se negó a comprarle un helado porque la consideraba demasiado fea. Así, sin más.
A pesar de que muchas personas intentaron minar su autoestima antes de alcanzar el estrellato, todo el mundo sabe que esta reencarnación de El Patito Feo de Hans Christian Andersen terminaría desplegando su mayor arma: un talento innato tanto para el teatro como la canción y el séptimo arte. Tal como ella misma escribió en sus inicios en un artículo publicado en Coronet Magazine en 1964, antes de debutar en Broadway en el musical I Can Get It for You Wholesale le preguntó a uno de los promotores del espectáculo si debía hacer algo para reducir su gran nariz. «Si lo haces», respondió, «ya no serás Barbra Streisand».