Cecilia Roth: «Hay muchas mujeres que están siendo violadas en su propio matrimonio»
No le gusta la censura. La actriz regresa a España y alza la voz contra el acoso, la pederastia y la radicalización política.
Hay una grabación que se perdió con el exilio. En ella Vinícius de Moraes cantaba hasta las seis de la mañana en casa de los padres de Cecilia Roth –menos conocida como Cecilia Edith Rotenberg Gutkin, descendiente de ucranianos por parte paterna– cuando ella y su hermano eran niños. «Ariel y yo espiábamos detrás de la puerta o nos las arreglábamos para pasar desapercibidos y estar presentes en silencio, solo para escuchar», cuenta. Escuchaban a Paco Ibáñez, Georges Moustaki, Mercedes Sousa, Susana Rinaldi, María Elena Walsh… amigos de la familia que se citaban espontáneamente en su hogar, ya f...
Hay una grabación que se perdió con el exilio. En ella Vinícius de Moraes cantaba hasta las seis de la mañana en casa de los padres de Cecilia Roth –menos conocida como Cecilia Edith Rotenberg Gutkin, descendiente de ucranianos por parte paterna– cuando ella y su hermano eran niños. «Ariel y yo espiábamos detrás de la puerta o nos las arreglábamos para pasar desapercibidos y estar presentes en silencio, solo para escuchar», cuenta. Escuchaban a Paco Ibáñez, Georges Moustaki, Mercedes Sousa, Susana Rinaldi, María Elena Walsh… amigos de la familia que se citaban espontáneamente en su hogar, ya fuera en fiestas o encuentros intelectuales en los que se departía sobre arte y política.
«Mi madre era música y cantante y mi padre economista y escritor, y estuvo junto a Jacobo Timerman en la creación del diario La Opinión en los años setenta». Gracias a aquellas reuniones se forma una Roth combativa que asegura decir siempre lo que piensa, aunque a veces haya sentido miedo: «Sé que hay medios de comunicación argentinos en los que no tengo cabida. El periodismo ha cambiado. Antes se investigaba y ahora hay demasiados periodistas militantes que cobran sobres por debajo de la mesa para subir o bajar gobiernos. Es vox populi. Una pena, porque está desapareciendo la información real», sentencia sin tapujos.
Con 18 años Cecilia tuvo que trasladarse forzosamente a vivir a España. Corría 1976 y la dictadura de Videla hacía mella en Argentina: «Fue una decisión de nuestros padres, pero a los tres meses yo ya estaba como un cascabel, feliz de la vida, en un país que se encontraba en una primavera de cambio total y saliendo de otro que estaba entrando en la oscuridad más absoluta, que duró, por cierto, muchos años. Todavía hay resaca de todo aquello en algunas cosas; en otras no, por suerte».
Corren tiempos de la movida, donde coincide con Pedro Almodóvar: «Aún trabajaba en Telefónica… ¡imagínate el tiempo que hace que nos conocemos! Participé en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y en Laberinto de pasiones. Pedro era y es una persona divertidísima, particular, con un enorme talento. Lo mismo que me deslumbró de él me deslumbra ahora. Esa capacidad lúdica de enfrentarse a lo que crea y darte la oportunidad de ofrecer lo mejor de ti sin que tú te des cuenta de que lo tienes en tu interior».
Una década más tarde, la actriz necesitó reencontrarse consigo misma y regresó a Buenos Aires. Era una necesidad vital: «Había pasado 10 años en el exilio y debía cerrar un paréntesis. Como escribió María Elena Walsh en Serenata para la tierra de uno: ‘El idioma de la infancia es un secreto entre los dos’. Y decidí reconciliarme con el pasado». Allí vive desde entonces, pero viaja más que nunca: «Ahora no hay que explicar lo que hace un argentino en España o un polaco en Argentina; sabemos que hay migraciones permanentes. Sin embargo, cuando llegué a este país tenía que hablar en castellano de Valladolid».
Desde que en 2013 interpretara a Norma Boss en la almodovariana Los amantes pasajeros, no habíamos vuelto a ver a Roth en el cine español. En la memoria colectiva quedan filmes míticos como Un lugar en el mundo (1992), Martín (Hache) (1997), Todo sobre mi madre (1999) –aunque ella recomienda ver Matrimonio, del 2013, con Darío Grandinetti, «en la que me metí hasta el fondo; hay algo muy íntimo y personal de mí misma»–.
Pero su vuelta va a ser sonada. Acaba de estrenar El ángel, inspirada en la trayectoria de uno de los criminales más famosos de Argentina, Carlos Eduardo Robledo Puch –por cierto, le ha puesto a su gato Carlitos en su honor–; ha terminado de rodar en Valencia la serie El embarcadero, de los creadores de La casa de papel, y tendrá un personaje en el nuevo largo de su amigo Pedro, Dolor y gloria. Título que bien podría resumir esta entrevista.
Cuenta que cuando llegó a España en 1976 encontró un país luminoso. Pero regresa ahora y las portadas de los periódicos hablan de dónde hay que enterrar a Franco. ¡Es increíble! Tanto como que aún se sigan buscando desaparecidos de la Guerra Civil. Hay una derechización mundial y es terrible. Y lo peor es que está ocurriendo democráticamente, primero con Trump. Nosotros tenemos a Brasil en la frontera. Y lo que no se termina de entender es que hace cinco años gobernara Lula y, ahora, tras unas elecciones y por el 56% de los votos en la segunda vuelta, se elija a un facha que está a favor de la tortura.
Eso indica que una parte importante del pueblo se vuelve homofóbico y machista. Hay que hacer un análisis profundo. Creo que no se ha politizado suficientemente al pueblo. Se eligen los mandatarios que representan unos ciertos intereses y necesidades momentáneas y punto. Y luego, cuando ya, teóricamente no les representan, se les lanza al infierno, como ha sucedido con Lula, Dilma o Kirchner. Y, ya sabes, como decía Goebbels: «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Por eso si dices mil veces que Lula tiene la culpa de toda la corrupción de los últimos 12 años en Brasil, miles de personas votarán a Bolsonaro pensando que les salvará de ello. Los votantes de Lula son los mismos que los de Bolsonaro. Ese es el problema. Y en eso creo que tiene que ver mucho la manipulación del pensamiento, y es que casi no hay pensamiento porque no nos alcanza el tiempo para pensar.
¿Cuáles son esos mecanismos de manipulación?
Las redes sociales son un pantano: no han parado de decir que Bolsonaro salvará al pueblo de la corrupción. En este momento, políticamente, se utilizan de una manera que asusta. El poder que tienen dentro de los militantes, dentro de los falsos militantes, las fake news… Son un instrumento muy peligroso y debería empezarse a legislar profundamente sobre ello.
¿Cómo ve la situación política en España a su regreso?
Lo de Pedro Sánchez fue bien curioso visto desde fuera. Las cosas fueron transcurriendo con una aparente tranquilidad que sorprendía: la moción de censura, que Rajoy se fuera de un día para otro como muy calmado, que de repente apareciera un gobierno lleno de mujeres, que Podemos se manifestara cercano y no como enemigo interno del país… Bueno, veremos a ver qué pasa porque al final, como estamos viendo, la clave la tiene la gente que vota. Y lo de los dirigentes del PP no tiene nombre. Yo me pregunto: «¿Cómo eres tan joven y puedes pensar así?», «¿Cómo puedes pensar que el aborto ya estaba bien legislado en el año 85?» Es tremendo. Este mundo nos está tragando y lo más duro de todo es que aparece el miedo.
Supongo que no hace falta que le pregunte si es feminista.
Por supuesto. La lucha feminista ha tomado un rol fundamental en cualquier hecho que tenga que ver con lo social y lo político. El 8 de marzo fue un día impresionante e impactante. Es un orgullo sentir que podemos luchar unidas.
El MeToo ha destapado un debate social importante: el acoso en el mundo del cine. ¿Lo ha experimentado de cerca?
En la miniserie argentina Historia de un clan en la que yo trabajaba, una de las actrices, muy joven, acabó denunciando a un actor por acoso. De hecho, todos intentábamos que no estuviera nunca sola con él. Y la realidad es que en ese momento, previo al MeToo, el director no hizo otra cosa que matar a ese personaje masculino en el capítulo siete. No hubo otra forma de librarse de él. Muy fuerte. Pero desgraciadamente creo que este tipo de situaciones suceden en todas las profesiones.
Entonces faltan muchos MeToo por desenterrar…
Seguimos limitadas para poder contarlo, queda mucho trabajo de género por hacer. Y no solo sobre el acoso. Aunque referente a este tema y como feminista, debo decir, porque así lo pienso, que «No es no», pero que otra cosa es que no seas clara. Y una sabe cuándo no ha sido clara. Hay casos y casos. Lo que no me parece cuestionable es el tema de La Manada, una violación clarísima. Terrible. Hablo con conocimiento de causa: a mí me violaron en España. Viví una situación así en Madrid. Pero fue tan fuerte que lo negué durante mucho tiempo. Sucedió hace muchos años, tantos que no me acuerdo del nombre de la persona. Ojalá lo recordara.
Si consiguiera recordar quién fue, ¿lo denunciaría?
No lo sé. Pero le llamaría y le diría: «Tú te aprovechaste de mí en un momento en el que yo necesitaba que me protegieras». No era un amigo mío; era un amigo periodista de mi exnovio. Mi pareja me había dejado y yo estaba desesperada; quería que su colega me dijera: «Tranquila, te sigue queriendo». Pero recibí todo lo contrario. Recuerdo que decía «no, no, no…», hasta que me callé la boca porque ya estaba siendo violada. De alguna manera borré ese capítulo de mi vida, aunque siempre estuvo ahí dentro. Hasta que conseguí verbalizarlo. Eso cuesta mucho. Muchas veces no tenemos capacidad o no queremos verlo. Y nombrarlo es el escalón más costoso.
¿Por qué nos cuesta hablar de ello aún?
No sé si es por miedo, vergüenza o porque durante siglos la mujer ha estado sometida a la voluntad patriarcal. Piensa que hay muchas mujeres que deben estar siendo violadas ahora mismo en su propio matrimonio: cuando tú a tu marido le dices no y él no te hace caso, es una violación, y eso hay que saberlo.
Hay otro tema en el que también predomina el silencio, tanto de los que han perpetrado el crimen como de los propios afectados. Hablo de la pederastia en la Iglesia.
Cuando vivía en España, muchos amigos míos que iban a colegios religiosos me contaban que los curas les tocaban. La de la pederastia es una historia pegada al recorrido de la Iglesia en el mundo. Es perverso. Para intentar resolverlo es fundamental que la Iglesia y el Estado estén separados. Y segundo, que empiecen a salir los casos y que el Papa se pronuncie más de lo que ha hecho. Los casos siguen aflorando y es gravísimo. El individuo que ha sido violentado, violado y acosado tendrá el trauma de por vida y más si se sigue manteniendo el poder del que tiene el poder. Se seguirán cometiendo y consintiendo crímenes en nombre de la Iglesia.
Volviendo al MeToo, en alguna ocasión ha comentado que está de acuerdo con algunos puntos de la declaración que firmaron Catherine Deneuve y otras intelectuales francesas en contra de este movimiento. ¿Por qué?
A ver, estoy de acuerdo con ellas con que la seducción no es delito. Con lo que no estoy de acuerdo es con los actos machistas de seducción que son naturalizados como un ‘aquí no pasó nada’. Por ejemplo, que el hombre tenga la posibilidad de decirle a una mujer: «Qué buen culo tenés». Pues mira, yo no quiero oír eso.
Difícil encontrar el equilibrio.
Vivimos en una sociedad machista. Una actriz ha de levantarse aún una hora y media antes que un actor para maquillarse y peinarse antes de una escena y no te la pagan. Los iconos femeninos siguen siendo los del buen vestir, los de las buenas maneras, los de la juventud. ¿Hay un icono que sea una escritora y tenga más de 50 años? No. Pero hay que combatir todos los estereotipos patriarcales, transformar lo que está más naturalizado.
¿Cumplir años es aún un lastre para una mujer?
Es mejor cumplirlos que no. Nunca he estado mejor de la cabeza que ahora: lo tengo más claro que el agua. Pero en Occidente, la juventud tiene un valor enorme. Eres valorable por el simple hecho de ser joven. No lo comparto.
¿Sobre el amor también se aprende con la edad?
Me he enamorado varias veces a lo largo de mi vida. ¡Incluso me han escrito algunas canciones! Con la edad lo que le pido a una relación es paciencia porque no sé si podría vivir con alguien todos los días, creo que no. De hecho no me pasa. No tengo ganas de comer a la misma hora que otra persona siempre. Ni que él prepare la comida y yo el postre y luego vayamos al cine y lo compartamos todo. Ahora tengo mucho respeto por las relaciones de amistad y por el tiempo que merecen. Y priorizo también pasar tiempo con mi hijo Martín, que me ha enseñado muchas cosas, entre ellas, a amar más que a nadie en el mundo.
Supongo que quien le escribía canciones era el padre de Martín, Fito Páez. ¿Cuál es su relación actualmente?
Tras trabajar mucho sobre nuestro vínculo, hemos logrado reencontrarnos y conservar todo el amor que nos hemos tenido para concentrarlo ahora en una relación que no es de pareja. Le quiero muchísimo: es el padre de mi hijo y es un gran padre.
Con Ariel, su hermano, ¿ha tenido siempre buena relación?
Bueno… cuando mi madre estaba embarazada, yo cojeaba todo el tiempo. Me llevaron a médicos y no encontraban el qué me dolía, porque en realidad era una llamada de atención para que me cogieran en brazos. Cuando nació Ariel parece ser que me enamoré profundamente. Y hoy sigo enamorada de él. Lo adoro.
Por curiosidad, ¿de dónde nace su profunda afición por la astrología, siendo tan realista como parece ser?
Mi madre se hacía cartas astrales. Mi padre no: él es Tauro, cero esotérico. Creo que es una ciencia. Yo, que hago terapia como la mayoría de los argentinos (aunque con la salud pública tan empobrecida no sé si todos podemos), he comprobado como muchas de las cosas que allí trato se manifiestan luego, de la misma manera, en la revolución astral anual que me hace mi astróloga en cada cumpleaños. Algo de verdad habrá.
Su cumpleaños es el 8 de agosto. ¿Sabe ya qué depara 2019 a una Leo con ascendente Virgo como usted?
¡Eso es lo único que no voy a responder! Se plantea según lo manejes vos. Y, sin duda, tengo aún algunas cosas que resolver.