Cara Delevingne: «De pequeña prefería estar desnuda a llevar vestidos»
Ahijada de Joan Collins, razones no le faltan para erigirse en reina de las it girls. Esta es Cara.
Como un ángel trágico, Cara Delevingne es dueña de una mirada heladora, un cuerpo espectacular y una palidez aristocrática. Heredera del magnetismo de su abuelo, sir Jocelyn Stevens –todo un personaje de la alta sociedad británica–, y de la belleza frágil de su madre, Pandora, a sus 19 años la modelo tiene más recorrido vital del que muchos podrían llevarse jamás a la tumba. Un bagaje que transmite en las fotografías con extraña serenidad. Sigue la máxima que le trasladó Mario Testino: «Sé como un perfume, que lo aplicas una vez y queda para siempre». Y así ha conquistado a ...
Como un ángel trágico, Cara Delevingne es dueña de una mirada heladora, un cuerpo espectacular y una palidez aristocrática. Heredera del magnetismo de su abuelo, sir Jocelyn Stevens –todo un personaje de la alta sociedad británica–, y de la belleza frágil de su madre, Pandora, a sus 19 años la modelo tiene más recorrido vital del que muchos podrían llevarse jamás a la tumba. Un bagaje que transmite en las fotografías con extraña serenidad. Sigue la máxima que le trasladó Mario Testino: «Sé como un perfume, que lo aplicas una vez y queda para siempre». Y así ha conquistado a Burberry, con cuya campaña se empapeló Nueva York (le gustó tanto que la lleva de fondo de pantalla en el móvil). Fue su particular colonización de las Américas. Reino Unido ya lo tenía en el bolsillo. Las hermanas Dinastía –como llaman allí a las Delevingne por la relación de la familia con Joan Collins, actriz de la famosa serie del mismo nombre y madrina de Cara– parecen conocer a todo el mundo, desde estrellas de rock hasta la realeza, pasando por cualquiera que pueda resultar un buen contacto. Chloé, Poppy y Cara se criaron en colegios reputados. Cara asistió al famoso Francis Holland School para chicas, en Londres, y estudió bachillerato en uno de los mejores centros, el Bedales. «Es crucial cambiar de escuela en los últimos años de formación para expandir el círculo social», reconoce a S Moda. Lo de saber relacionarse viene de familia. Su abuela Janie, primera esposa de sir Jocelyn Stevens, fue dama de honor de la princesa Margarita. Ambos eran la pareja favorita de las columnas de cotilleo. Hasta que estas tuvieron que relatar su divorcio y la nueva relación de él con la heredera de Selfridges.
Cara es más grunge, sale de fiesta con vástagos de estrellas del pop como Tara Ferry (hijo de Bryan Ferry, con quien la modelo acaba de grabar el videoclip de You Can Dance) y Coco Sumner (hija de Sting). Fue precisamente a través de sus relaciones como empezó en el mundo de la moda. «La hija de Sarah Doukas, la directora de la agencia Storm, iba a clase conmigo», cuenta. «Sarah ya representaba a mi hermana Poppy, así que conocía bien la agencia». Recuerda su primer trabajo: «Fue con Bruce Weber para Vogue Italia. Me pusieron un montón de sombreros de Philip Treacy». Sus padres se mantuvieron en guardia al principio. «La industria tiene la reputación de ser dura. Pero cuando vieron que podía con ello, me apoyaron». La tortuosa relación de su madre con las drogas pudo tener algo que ver con esta reticencia inicial. Cuando Pandora cayó en la adicción en los años 70, su padre, sir Jocelyn, la siguió hasta la última esquina, la hospitalizó en Nueva York cuando estuvo en la antesala de la sobredosis y en Suiza la internó en un psiquiátrico. Hasta logró que encarcelaran a su camello. La lucha de su padre y su relación con Charles Delevingne, a quien conoció en los 80, la salvaron. Eso no ha evitado que sus hijas hayan sido testigos de varias de sus recaídas. Cara no habla de ello. Su hermana Poppy sí lo hace y siempre para apoyarla.
Ahora, Pandora es personal shopper. Su buen gusto es conocido en Inglaterra, como lo es el de sus tres hijas. No siempre fue así. De pequeña, Cara prefería vestirse de superhéroe de cómic. «Era la típica marimacho. Me encantaba jugar en el barro, era muy traviesa. Detestaba el rosa y ¡aún lo odio!», confiesa ahora que su melena dorada le cae por los hombros. Entonces prefería estar desnuda que llevar vestidos. «¡Aprovechaba cuando mi madre no miraba para quitarme la ropa! Casi siempre lo hacía en el supermercado y me tenía que perseguir por todos los pasillos para vestirme de nuevo». Entre carrera y carrera, su sueño era tener un taxi. «Me gustaba la idea de conducir por Londres y enseñar a la gente mis lugares preferidos, que el viaje fuera una experiencia». Pero cuando se erigió en una de las promesas del mundo de la moda, su deseo fue otro: conseguir una portada de Vogue. Ha desarrollado el gusto por los tejidos y los patrones. Recuerda que lo primero que se compró fue una cazadora de piel marrón de Burberry (¡qué casualidad!). «Todavía es mi prenda favorita. La conseguí con descuento por 1.200 libras (1.440 euros)». Aún así, no le gusta, dice, gastar mucho en ropa. «Si algo me cuesta mucho, me aseguro de que sea una inversión para los siguientes 10 años».
– Ya ha hecho la portada de Vogue, ¿ahora qué?
– Un Oscar.
Parece que su carrera en el cine tiene mejor proyección que la de su hermana Poppy, quien solo consiguió un papel en Inception, con Leonardo DiCaprio. Cara llegó hasta el casting final de Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, sin necesidad de marcar el teléfono de ningún contacto. Y, además de tocar el tambor y dominar el beat boxing, quienes la han escuchado dicen que canta como los ángeles. Ya ha grabado algunos temas que no tardará en lanzar. Trágica o no, queda mucha Cara.