Los ‘defectos’ puntúan doble: siete artistas españoles que han hecho de la diferencia su mayor virtud
La pasarela diversifica su ‘casting’ con modelos de estética singular que hace unos años no habrían tenido hueco. Pero hay otros profesionales que también han sido cuestionados por su físico. ¿Su ventaja? La adversidad les ha hecho reafirmarse en su individualidad.
No hay normas. En la película Pieles, el actor y director Eduardo Casanova logró emocionar poniendo el foco en lo imperfecto, lo deforme, lo raro. Si el sistema nos condujo a la homogeneización, la evolución de la sociedad nos ha llevado a reivindicar la alteridad, la otredad. Todos aquellos que han sido estigmatizados por el sistema ya no se quedan fuera, sino que se convierten en protagonistas. Se busca lo diferente, quizá por la saturación de imágenes a las que nos ha conducido Internet, por la hartura de los clones nacidos del bisturí de los cirujanos o, simplemen...
No hay normas. En la película Pieles, el actor y director Eduardo Casanova logró emocionar poniendo el foco en lo imperfecto, lo deforme, lo raro. Si el sistema nos condujo a la homogeneización, la evolución de la sociedad nos ha llevado a reivindicar la alteridad, la otredad. Todos aquellos que han sido estigmatizados por el sistema ya no se quedan fuera, sino que se convierten en protagonistas. Se busca lo diferente, quizá por la saturación de imágenes a las que nos ha conducido Internet, por la hartura de los clones nacidos del bisturí de los cirujanos o, simplemente, porque hoy la belleza ya no es sinónimo de frivolidad, sino de unicidad. Lo vemos en campañas de moda y pasarelas. También en los y las protagonistas de las series, auténtico referente de estos tiempos. Arrasa en redes sociales a golpe de likes. Se busca lo bello no como algo superficial sino como una afirmación personal de la individualidad, ya que es en la diferencia donde se encuentra el paradigma de lo hermoso. Destacar esa disparidad, mejor aún si la consideras un defecto, es brillar sobre un fondo uniforme. Como decía Baudelaire, «lo bello siempre es raro. La irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza». Se ha acuñado hasta un término: feapo, feapa. Lo cierto es que la singularidad y lo peculiar puntúan doble por puro agotamiento de la uniformidad, pero también porque la sociedad reclama variedad en todos los frentes.
JULIA DE CASTRO
«La mujer está poco acostumbrada a mirarse y a mirar a las otras. Si te fijas, nuestros baños están separados mientras que los masculinos son comunes. Lo señala Foucault, a nosotras la arquitectura nos aísla», analiza. «No soy la guapa de la peli y no pasa nada. Si eres capaz de trascender lo normativo, te conviertes en alguien muy poderoso», explica y reconoce que la belleza canónica le parece «aburrida» y prefiere miradas como las del actor y director Eduardo Casanova o la artista francesa Orlan, que realiza performances quirúrgicas en su cuerpo. «Me interesa el feísmo, la belleza en la desproporción, en el fallo», recalca. Una búsqueda de lo atípico que considera que ha calado en el mundo del arte y la moda. «Afortunadamente, ahora es atractivo lo diferente, lo que no es habitual. La actriz que interpreta a Arya Stark en Juego de tronos [Maisie Williams] antes jamás habría tenido un papel protagonista, pero ahí está. Y así, muchas más», apunta. Ella no para y, ahora sí, la llaman para castings. En octubre presenta el libro La retórica delle puttane (La Fábrica), una investigación sobre la prostitución que ha realizado entre España e Italia, y anda embarcada en el proyecto teatral El último rinoceronte blanco, versión de Ibsen con la que estará de gira por España a partir de septiembre y en la que comparte escenario con Carlota Ferrer, que además la dirige. «Le gusta trabajar conmigo porque no tengo pudor en mostrarme con mis imperfecciones, la celulitis… Cada vez veo por la calle a más a chicas libres, con muslos gruesos y shorts o con tripa y un minitop. ¡Me encantan! Eso es poder».
GABINO DIEGO
El actor recuerda las críticas que recibió al comienzo de su carrera con Las bicicletas son para el verano porque no cumplía con las expectativas estéticas de los expertos en cine. «Gran fallo del filme tan fácilmente evitable es la elección del adolescente Gabino Diego, un joven sin gracia física, con una naturalidad irritantemente sosa…», recita como si de versos se tratara. «Cuando empecé se metían muchísimo con mi físico. Los críticos decían que Jaime Chávarri debería haber contratado a otro actor más guapo, pero se arriesgó y me escogió a mí, con nariz larga, zangolotino, desgarbado… De pequeño me afectaban esas críticas, pero nunca pensé en cambiarme nada. Lo asumí y cuando de mayor me empezaron a describir como atractivo, pensé ‘¡ahora tendré que cargar con ese peso!». El ganador de un Goya por ¡Ay, Carmela! reconoce que precisamente su físico le ha ayudado en su carrera: «De otro modo no me hubieran dado El viaje a ninguna parte o El rey pasmado. El problema es que ahora tengo 53 años y sigo con cara de joven. ¡Eso sí que me perjudica!».
MIRYAM GALLEGO
Además de ser archiconocida como la marquesa de Santillana en Águila roja, no ha parado de rodar proyectos como Secretos de estado, Instinto o Sin novedad. O de dar clases de teatro, su otra pasión. Sus lunares y pecas, heredados, respectivamente, de su padre y su madre, son sus signos de identidad. «Son tan habituales en mi familia que no fui consciente de ellos hasta que alguien de un casting de publicidad al que fui cuando estudiaba teatro me llamó para decirme que le había gustado al director, pero qué pensaba hacer con mis ‘verrugas», recuerda. Aquella noche la pasó llorando. «Al día siguiente me levanté y pensé ‘que te jodan, compañero, yo sigo con mi vida’. Desde entonces jamás nadie me ha hecho un comentario sobre mis lunares. Tampoco lo permitiría. Yo he decidido ser actriz, pongo mi cuerpo al servicio del personaje, no soy modelo ni he pretendido ajustarme a un canon», afirma. «Las maquilladoras me dicen: ‘¿Miryam, potenciamos lunares?’. Yo contesto: ‘Al natural’. Y la respuesta que tengo de la gente en la calle siempre es bonita», apunta. Considera que «tanta homogeneización de la belleza nos ha conducido al aburrimiento. Tantas personas copiaron el estereotipo que nos ha saturado». Gallego, que dejó de tener representante porque prefiere negociar ella y saber qué opinan los productores, es una rara avis. Una mujer de frente que mira siempre a los ojos: «Soy muy punk, un bicho raro, pero soy yo misma, de verdad, siempre».
ERIK HARLEY
Gestor cultural y productor artístico, ha puesto de moda las Seasons, míticas fiestas del zodiaco en Barcelona que «celebran el cumpleaños de todo el mundo y han sido una plataforma para poner en contacto a artistas emergentes». Experto en arquitectura y urbanismo –«La periferia española es mi pasión», dice–, trabaja como asistente personal de la curadora Victoria Combalía, experta en Joan Miró, Dora Maar y Picasso. Harley se independizó muy pronto y comenzó a trabajar para pagar sus gastos. De pequeño se sentía incómodo con su estatura y sus orejas de soplillo: «Llegué a ponerme cinta adhesiva en ellas para disimularlas». Ahora, solo colabora con gente en la que confía. Lo último, un shooting para Palomo Spain, «porque sabía que es buena onda, que la moda puede ser muy puta a veces», explica. Él sabe que hoy los defectos puntúan doble: «Por eso hay que enseñarlos. Si tienes unas piernas raquíticas, minifalda. Orejas de soplillo, te rapas. En plan I don’t need your approval (‘No necesito tu aprobación’)». Muy al tanto de las tendencias, considera que «la belleza está mutando, lo cool es lo raro y cuanto más weird [extraño], mejor». Pero advierte del peligro: «Es un arma de doble filo porque puedes caer en usar a las personas y convertirlas en desechos. Te uso y te tiro». Cree que la apertura del canon de belleza es culpa de Internet: «Nos hemos saturado de ver miles de imágenes muy deprisa». Él, que ha trabajado haciendo castings para productoras como Universal Studios, reconoce que al mirar los catálogos «todo el mundo parece igual». Y señala: «Hay que tener cuidado porque cuando se puso de moda que las modelos tuvieran los dientes separados, había quien se lo hacía aposta. Existe como una voluntad de parecernos todos. Si vas por Serrano, todas las pijas son iguales. Mechas, pelo liso, nariz operada, flacas… Parecen caballos, aburren… Hay que entender que lo bonito es ser diferente, único. Si no, al final somos todos clones».
SORAYA YASMIN ZILATI
Modelo, actriz y realizadora de la serie de Instagram Sor y Mor con su «alma gemela», Alex de la Croix, se considera una «habitante del planeta Tierra multidisciplinar». Recién llegada a Madrid con 17 años trabajaba de dependienta cuando la pararon por la calle para hacerle fotos. «Después Sybilla me contactó a través de Instagram, me dijo que me daría la formación que me faltaba y lo hizo», explica. Ya ha colaborado con Palomo Spain, Vivienne Westwood o Burberry, cuyo director creativo, Riccardo Tisci, la define como su musa: «A lo mejor les atrae que no tengo condicionamientos en mi cabeza sobre qué está bien o mal, qué es bonito o no. No creo en los juicios de valor. Siempre hago lo que me da la gana sin hacer daño al de al lado». Conoce la importancia de la diferencia. «Me definiría como un poco alienígena. Supongo que lo que más destaca en mí son los ojos bereberes heredados de mi madre, que se vino a España porque en Marruecos se sentía diferente», cuenta. Con 13 o 14 años, alta y muy delgada, ella también se veía distinta al resto. «Para desviar la atención me ponía muchos piercings», explica, «pero el secreto es aprender a mirarte en el espejo con una mirada apreciativa en vez de buscar los defectos, así emanas amor propio y eres capaz de transmitirlo a los demás. Nos han enseñado que mirarnos en el espejo es de vanidosos, cuando en realidad no es así, es bueno hasta para la salud».
IVÁN MASSAGUÉ
Conocido por sus papeles en las series Benvinguts a la família y El barco, y películas como Cerca de tu casa o El hoyo, aún pendiente de estreno, Iván ha realizado también algún corto y es el director de In-FCTA, el Festival de Cinema de la Terra Alta (Tarragona) que se celebra del 4 al 10 de agosto. Aunque ya está con las lecturas de Midsummer, obra que estrenará en Barcelona, acude a la sesión relajado, con «espíritu estival». El modelo de belleza occidental le parece bien, con matices: «Soy rubio, blanco y con ojos claros, flaco… ¿Qué voy a decir? Pero tengo la nariz grande y mi hermana, que es morena, es más mona que yo». Más allá de cánones, reconoce que le gusta «la belleza estrambótica e imperfecta, que cambie según le dé la luz. Algo bello todo el rato es muy aburrido». Para él, las diferencias han resultado ser aliadas. «Mi abuelo me decía: ‘Tienes un físico muy difícil, por la nariz, muy picassiano, pero fácil de recordar. Eso te puede ir muy bien», recuerda. Pronto quedó claro que tenía razón y, aunque le han dicho mucho se que parecía a Gabino Diego y a Quique San Francisco, «siempre había alguien que recordaba que tenía luz propia y con eso me he quedado».
ROBERTA MARRERO
Es una relevante artista trans que ha publicado libros como Dictadores o We Can Be Heroes, dos joyas de culto. Hasta el 25 de agosto participa en la exposición colectiva Lignes de vies. Une exposition de légendes [Líneas de vida. Una exposición de leyendas] en el Museo de Arte Contemporáneo de Val-de-Marne, en París. «Últimamente me llaman más de fuera», reconoce. Aunque apunta que su obra puede ser catalogada de fácil por el uso del color y las referencias a la cultura popular, todo tiene una doble o triple lectura. «Aprovecho mi estatus de artista para denunciar. El punto de visibilidad y de derechos LGTBIQ actual es único en la historia. Y es necesario que las personas trans que están en el espacio público no repitan el modelo tóxico habitual», explica. Reconoce que de niña fue complicado, había pocos referentes: «Los físicos que se celebran ahora como no normativos en realidad han sufrido mucho. Cuando yo era jovencita en Canarias e iba a coger el autobús me insultaban por ser trans, ir vestida de negro y muy maquillada, cuando ahora es lo que la gente celebra de ti, que seas distinta. Hoy es mejor para los niños y niñas trans. La moda va con la sociedad y está reflejando el interés de esta por la diversidad. La realidad es mucho más diversa y plural que el canon». Le parece positivo, «porque te muestra que puedes tener un buen aspecto tengas la talla 36 o la 46, seas blanca o negra, o si tienes síndrome de Down. La diversidad es buena para toda la sociedad». Y resalta la influencia que está teniendo en el colectivo: «Lo trans se ha abierto a otras bellezas y es muy liberador. Muchas veces las mujeres que se someten a la norma lo hacen para ser aceptadas. Me parece todo bien, siempre y cuando lo hagas para ti. Lo otro es una trampa» .