Aimee Mullins, sin barreras
Aimee Mullins tiene 12 pares de piernas. Ha ganado medallas, actuado, desfilado para McQueen, trabajado para el Pentágono y también es actriz. Esta mujer no le teme a nada ¿o sí?
No sería justo ser poco generosos con los adjetivos cuando se trata de Aimee Mullins. «Intensa» es uno de los primeros epítetos que vienen a la cabeza después de hablar con ella. Sus frases siempre tienen intención, busca la profundidad en sus análisis e incluso en las metáforas o imágenes que usa para transmitir sus opiniones meditadas. Su belleza es evidente. Alta, delgada y muy elegante, al verla es muy fácil olvidar que es una mujer que con su trabajo desafía constantemente el concepto generalizado de la incapacitación física.
Cuando nació (Allentown, Pensilvania, 1976), los médi...
No sería justo ser poco generosos con los adjetivos cuando se trata de Aimee Mullins. «Intensa» es uno de los primeros epítetos que vienen a la cabeza después de hablar con ella. Sus frases siempre tienen intención, busca la profundidad en sus análisis e incluso en las metáforas o imágenes que usa para transmitir sus opiniones meditadas. Su belleza es evidente. Alta, delgada y muy elegante, al verla es muy fácil olvidar que es una mujer que con su trabajo desafía constantemente el concepto generalizado de la incapacitación física.
Cuando nació (Allentown, Pensilvania, 1976), los médicos se dieron cuenta de que le faltaba el peroné en las dos piernas. La razón era una complicada enfermedad, la hemimelia fibular, que hace crecer pies y pantorrillas hacia dentro. Cuando cumplió un año se las amputaron por debajo de la rodilla para colocar en su lugar unas firmes prótesis de madera. Era eso o la silla de ruedas. A sus piernas ortopédicas les cogió tanto la medida que 12 meses después ya andaba perfectamente sobre ellas. Y a los pocos años corría, nadaba, saltaba, esquiaba y jugaba al fútbol y al béisbol como cualquiera de sus compañeros del colegio. Tras terminar el bachillerato con honores, el Departamento de Defensa de su país le concedió una beca que la convirtió en la analista de inteligencia más joven del Pentágono. Ya en la Universidad de Georgetown redescubrió su pasión por los deportes, aunque esta vez con intenciones competitivas. Poco después de empezar a trabajar con Frank Gagliano, uno de los entrenadores del atletismo de elite estadounidense, grabó su nombre con letras de oro al pulverizar varios récords mundiales en los Juegos Paralímpicos de Atlanta, en el verano de 1996.
Vestido de piel de Valentino.
Tetsuharu Kubota
Aimee Mullins ha sido pionera muchas veces. Fue la primera persona que, con una doble amputación, compitió contra atletas sin minusvalías en la la federación estadounidense de atletismo. También lo fue en usar las prótesis de fibra de carbono con diseño inspirado en las patas del guepardo que ahora, más de 10 años después, usan casi todos los deportistas con estas limitaciones. Y probablemente sea la única atleta profesional que ha dado el salto al cine artístico y experimental de la mano de artistas como Matthew Barney, marido de Björk, con quien trabajó en Cremaster 3, o Jennifer Elster, con quien acaba de rodar In the Woods, en cuyo reparto se cuentan también Terrence Howard, Moby, Rufus Wainwright o Paz de la Huerta.
Durante la sesión de fotos con S Moda es muy fácil olvidar que las altísimas botas de Alaïa que trae enfundan un sofisticado sistema de ortopedia y no unas larguísimas piernas. Mullins se toma su físico con inteligencia y acepta la desventaja para convertirla en lo que la hace única y fuerte. Pero pese a sus impresionantes logros, Aimee no está segura de querer ser un ejemplo a seguir. Ni como deportista, ni como actriz vanguardista, ni como modelo de pasarela.
«Nunca he querido ser la representante de una incapacidad. Solo soy un ser humano con una historia, como todo el mundo». Confiesa que hace 12 años le frustraba que la quisieran convertir en un símbolo. «Yo no estaba entrenando con todas mis fuerzas para hacer que la gente se sintiera bien, lo hacía porque tenía que hacerlo. En aquel momento, la historia de mi vida la resumían los medios como el triunfo sobre la tragedia, como la mujer que no tenía miedo a fallar», explica. Pero Mullins tiene una tajante opinión sobre esa perspectiva: «Me deshumaniza. Tengo miedos y está bien tenerlos, pueden ser una gran motivación. Siempre y cuando no te atrapen», sentencia. «No es que me niegue a que la gente se fije en las cualidades de aquel a quien admira. Yo también lo hago. Pero creo que tomar a una persona y declarar que es un modelo a seguir puede resultar problemático. Es la forma moderna de endiosar a alguien para luego sentirse defraudado por sus fallos». Mullins tiene claro que quiere reservarse el derecho «a cometer errores y a quedar como una tonta. Esa es la licencia que una tiene que permitirse si desea asumir riesgos y cambiar las cosas. Yo no quiero pasar tímidamente por la vida», declara.
Aimee lleva camisa blanca de plástico de Maison Martin Margiela y leggings negros de DKNY.
Tetsuharu Kubota
Aimee también hace gala de un gran sentido del humor. En su papel de conferenciante ha llegado a bromear diciendo que tiene 12 pares de piernas de silicona con aspecto completamente natural, con vello, venas, etc. –cada uno de ellos con un tamaño diferente, lo cual le permite variar de los 180 centímetros de altura a los 205 centímetros– y que eso para los demás «no es justo». La modelo recuerda que en una de sus charlas dijo: «Pamela Anderson tiene más prótesis que yo y nadie la llama minusválida». Aclara con una sonrisa que a la actriz, famosa por sus implantes de pecho, no le molestó en absoluto su comentario. Sabe que su arma en esas conferencias es la provocación, con ella consigue su objetivo. «Esa línea sobre Pamela Anderson ha hecho más por cambiar la percepción de la incapacidad física y su minusvaloración que el resto del trabajo que he hecho hasta ahora», dice con una sonrisa.
Entre esos 12 pares de piernas destaca el de madera tallada que le hizo a medida el ya desaparecido diseñador Alexander McQueen. Con ellas recorrió una pasarela y dejó anonadada a una audiencia que inicialmente pensó que se trataba de una botas. «McQueen era una persona muy especial», cuenta Mullins. «Lo conocí en 1998. Me mandó una carta con un resumen de prensa. Había fotos y, entre ellas, una de él mismo embutido en un traje de princesa, corriendo cuesta abajo mientras dejaba atrás un castillo en llamas [un retrato titulado Burning down the house que le hizo David LaChapelle]. No tenía ni idea de quién era porque entonces tampoco era muy conocido. Yo había aparecido en la portada de I-D hablando de cómo cambiar la mentalidad sobre lo que durante siglos se ha entendido como fealdad y minusvalía. Toda esa idea me intrigaba mucho y a McQueen también, así que conectamos bien. Y al poco de conocerlo estaba en un avión camino de Londres para desfilar para él».
McQueen es quien mejor representa el estilo que a ella le gusta. «Ese hombre era mucho más que moda. Me gustaba su idea de unir fuerza y vulnerabilidad; de presentar a una mujer fuerte que no se siente amenazada por su lado más débil». Su cercanía con el diseñador no fue casual. Mullins, que trae a la sesión de fotos el último libro del también fallecido y brillante provocador Christopher Hitchens, Mortality, afirma que buena parte de su carrera ha estado alimentada por personas interesadas en traspasar fronteras, asumir riesgos y emprender aventuras. Por eso ha dado muchos primeros pasos en el deporte, la moda o el cine que solo años después se han atrevido a recorrer los demás. Son pasos que ella, que se define en Twitter como una mujer «muy muy curiosa», no quiere volver a dar: «Me aterra la idea de repetirme».
Vestido largo de seda de Dries Van Noten y collar de hojas doradas de Tom Ford.
Tetsuharu Kubota
Aimee Mullins: «McQueen y yo teníamos la misma idea sobre cambiar la visión que la gente tiene de lo feo, de la minusvalía»
Tetsuharu Kubota