14 cosas que no sabías sobre Nieves Álvarez
La top se confiesa indignada con la política y reconoce que se llevaba los zapatos después de los desfiles.
1. Empresaria y diseñadora. En marzo estrena córner en El Corte Inglés con su línea de ropa infantil N+V. Las prendas que vende, en contra de lo que se pueda pensar, sí están diseñadas por ella. La modelo se involucra en todo el proceso creativo y pasa horas en el taller eligiendo las telas y pensando en los patrones. “Eso sí, no coso”, reconoce.
2. Cumple dos veces al año. Desde que alguien publicó en Internet que nació un 1 de enero, su casa se llena cada comienzo de año de flores y tarjetas de felicitación. “¡Pero mi cumpleaños es el 30 de marzo!...
1. Empresaria y diseñadora. En marzo estrena córner en El Corte Inglés con su línea de ropa infantil N+V. Las prendas que vende, en contra de lo que se pueda pensar, sí están diseñadas por ella. La modelo se involucra en todo el proceso creativo y pasa horas en el taller eligiendo las telas y pensando en los patrones. “Eso sí, no coso”, reconoce.
2. Cumple dos veces al año. Desde que alguien publicó en Internet que nació un 1 de enero, su casa se llena cada comienzo de año de flores y tarjetas de felicitación. “¡Pero mi cumpleaños es el 30 de marzo!”.
3. Zapatos gratis. Nunca una leyenda urbana ha suscitado tanta envidia entre los valedores de su autenticidad como la de que las modelos pueden llevarse todo aquello que sacan a la pasarela. ¡Cuántos trajes de ensueño e inaccesibles para tantos bolsillos! Nieves lo desmiente y lo confirma. “Había prendas…”, y se queda sin palabras mientras pone cara de deseo insatisfecho. Pero enseguida confiesa que sí se ha llevado zapatos. Los diseñadores saben que es una fanática del calzado y le regalaban algunos pares a hurtadillas. “Que no te vea nadie”, le decían: “Métetelos en el bolso”.
4. A punto de rendirse. La realidad de las modelos parece tocada por el filtro que se usa para retratarla: ambientes cálidos, hoteles de lujo, viajes exóticos… Pero delante de esa cámara también hay condiciones extremas. En una ocasión, un fotógrafo alemán impuso su disciplina férrea a Nieves Álvarez y a todo el equipo con el que se había juntado para una producción de 17 días en Buenos Aires. “Empezábamos a las 3 de la mañana y terminábamos a las 7 de la tarde”, cuenta. No había descanso en todo el día. Al séptimo día, como en las Sagradas Escrituras de todas las religiones monoteístas, Nieves Álvarez se plantó. “Fui derecha a por la directora y le dije que me iba a mi casa, que eso no lo aguantaba. Era tal el desequilibrio mental que ya no sabía dónde estaba”. Al final llegó a un acuerdo con el fotógrafo, que les dio tres horas de pausa en mitad de la jornada. En cambio, no le importa el frío que muchas veces se pasa en las sesiones. “Más de una vez me he encontrado tiritando con un abrigo sobre los hombros y el fotógrafo envuelto en bufanda y guantes. Contaba hasta tres, me quedaba en tirantes y, de pronto, no temblaba, posaba tranquilamente, miraba a cámara, cambiaba de postura… En cuanto terminaba el fotógrafo me volvía a castañear la mandíbula. Es algo que aún no entiendo”.
5. Modelo por sorpresa. Nieves entró en su primera agencia de modelos tras una semana llena de señales. No era ella, sino el destino quien jugaba sus cartas. Un día salía del colegio, el Blanca de Castilla, con la falda del uniforme por los tobillos como de costumbre, cuando una caza-talentos de Bookings, la agencia de Carlos Mundy le dijo que podría ser modelo. No le dio mayor importancia. Pero ese fin de semana salió con unas amigas a una discoteca, donde estaban rodando una película y la eligieron como extra. Cuando llegó a casa le contó a su madre lo que le había ocurrido, pero no le hizo mucho caso. A los pocos días, Efraín, un amigo de la familia que es fotógrafo le hizo una pequeña sesión en blanco y negro con la ropa y el maquillaje de su novia. Esa semana, apareció en el periódico un reportaje sobre cómo ser top-model y el listado de las mejores agencias, que encabezaba justamente la de Carlos Mundy. Sus padres cedieron a llevarla a Bookings un día después del colegio. Esa misma tarde la llamaron.
6. Jugaba a los informativos. Desde pequeña, Nieves Álvarez quería ser periodista. “Me sentaba en salón con gesto serio y presentaba el telediario entero”, cuenta. Cuando comenzó en la moda, se planteó estudiar a distancia, pero la única carrera que podía hacer entre viaje y viaje y que se podía convalidar con Periodismo era Ciencias Políticas. Cursó el primer año mientras se daba una oportunidad como modelo -siempre había sido buena estudiante, de sobresalientes- hasta que su éxito en las pasarelas la retiró de los libros.
7. Piso compartido. Los primeros apartamentos donde vivió Nieves al salir de casa de sus padres se alejan de todo punto de vista de lo que uno imagina que debe ser la vida de una top-model de pasarela. “En Nueva York vivíamos ocho chicas en dos habitaciones. El piso conectaba por una puerta con el de la supervisora de la agencia”. Era lo más parecido a aun orfanato: un montón de adolescentes en un piso con literas, la ropa tirada por todos los rincones, la nevera con la comida etiquetada… Por ahí pasaron todo tipo de compañeras: “Había una americana pelirroja que hacía todos los desfiles y las campañas de Chanel. Era guapísima. Pero tuvo una época de crisis: luchaba con el peso, pero no conseguía mantenerse. Ahora es una de las mejores maniquíes de tallas especiales. Cuando ella se fue, llegó Cristina Piaget”, recuerda. Después compartió un apartamento en París con Almudena Roca de Togores, hoy buena amiga suya.
8. No sabe cuándo liga. Dice que no se considera guapa y que se asombra cuando se ve en las revistas. “El otro día me preguntaba una amiga cuánto había ligado a lo largo de los últimos años. Fue muy triste porque de pronto fui consciente de que no me había dado cuenta de si ligaba o no. No tengo el rabillo del ojo atento…”. A partir de esa conversación empezó a fijarse: “El otro día me di cuenta de que el modelo de una sesión tonteaba conmigo. Tuve que decirle que estoy casada y tengo tres hijos. El pobre se quedó petrificado”.
9. Clases de flamenco. Con sus ojos y tez claros, nunca ha pasado por española, pero ella siente el terruño. Ahora se ha apuntado a clases de flamenco con unas amigas en Madrid. “Cada vez que alguien quiere integrar la clase, pagamos su plaza a la profesora: no queremos que entre nadie desconocido, ¡es nuestro momento!”.
10. Sentir la ropa en la piel. Los estilismos de las sesiones de fotos son a veces tan dramáticos que Nieves saca su lado de actriz. La ropa se mete en su piel y trasmite una actitud. Es su truco para enfrentarse a la frialdad del objetivo. “Si me visten torera, me da por clavar las rodillas en el suelo y fruncir el ceño. En una ocasión me pusieron un atuendo muy de gitana y enseguida me inclinada en la silla con las piernas abiertas a lo Camarón y los bajos de la falda en los puños. Hasta que todo el equipo empezó a reírse”.
11. Belleza sufrida. Consuelo para las mujeres que se marchitan delante de un ordenador: la belleza no es gratis. Nieves Álvarez reconoce que hay ciertas rutinas que para ella son como la ducha diaria. Usa buenas cremas, hace ejercicio todos los días, corre por el Retiro, se da masajes, se somete a limpiezas de cara de forma regular… “Mi madre y mi abuela han tenido siempre muy buena piel, entre los focos y los ungüentos, después de 20 años en la moda, tengo que cuidar mucho mi cutis. Es lo que vendo”.
12. Con complejos. De adolescente odiaba sus labios. Su mejor amiga los tenía muy finitos y ella hacía esfuerzos por aplastárselos: “Apretaba mucho la boca, creyendo que así podría disminuir su tamaño. Era absurdo”.
13. Indignada. Aunque no quiso ir a Sol, Nieves Álvarez se confiesa indignada con la política -“el juego que se traen”-, con las mentiras y con la corrupción: “Ultimamente te enteras de un caso nuevo cada día, parece que sea intrínseca al poder”. Pero no basta con quejarse, dice, hay que luchar.
14. Se arrepiente… de haber participado en una sesión de fotos que no le convencía desde el principio. Fue con Marino Parisotto, un fotógrafo italiano, para la revista británica Arena. “Estaba incómoda, no quería estar ahí. La sesión era con otra chica con la que había trabajado alguna vez y el fotógrafo nos pidió que nos besáramos. Menos mal que me enfrenté a la situación y le dije que no iba a hacerlo… Aún así me pasé toda la sesión con una extraña sensación en el estómago. El resultado de lo que se publicó no me gustó tampoco”.