Teresa Helbig: «Me intentó fichar una firma internacional pero soy demasiado romántica»
La diseñadora celebra 20 años al frente de una de las marcas nacionales más brillantes. Charlamos con ella sobre su trabajo, el fenómeno Vetements y las mujeres en la moda.
800 plumas y un error. Así empezó la historia de Teresa Helbig hace 20 años. Antes de haberse siquiera planteado ser diseñadora, la catalana confeccionó un vestido con ayuda de su madre –modista de profesión– para asistir a la boda de una amiga. “Quedó muy bonito, era una especie de camiseta hipercorta de color nude cubierta de plumas. Cosimos unas 800 y nos llevó semanas hacerlo. Eran los ochenta y recuerdo que lo llevé con un moño cardado que me costó trabajo quitarme. ...
800 plumas y un error. Así empezó la historia de Teresa Helbig hace 20 años. Antes de haberse siquiera planteado ser diseñadora, la catalana confeccionó un vestido con ayuda de su madre –modista de profesión– para asistir a la boda de una amiga. “Quedó muy bonito, era una especie de camiseta hipercorta de color nude cubierta de plumas. Cosimos unas 800 y nos llevó semanas hacerlo. Eran los ochenta y recuerdo que lo llevé con un moño cardado que me costó trabajo quitarme. Se podría decir que eclipsé un poco a la novia porque todo el mundo me preguntaba dónde lo había comprado”, rememora entre risas en el backstage, minutos antes de presentar su colección para la próxima primavera en la Semana de la Moda madrileña. A día de hoy todo lo que queda de aquel vestido es una foto, pero fue el principio de todo. El motivo por el que se animó a crear su primera colección. Y aquí es donde viene el error: “Me equivoqué con los cálculos. Nos encargaron vestidos, los fabricamos y, de repente, me di cuenta de que había hecho el doble y me sobraban por todas partes. Eran diseños de noche pero empecé a llevarlos en mi día a día con cazadora vaquera. Al final menos mal que los vendí todos porque si no habría acabado más arruinada de lo que estaba”, recuerda la catalana.
Han pasado 20 años desde esta anécdota y Helbig, que sigue poniéndose nerviosa antes de presentar una colección, atiende sonriente a la prensa mientras apura un cigarro. Una hora después de charlar con ella estaremos bailando al ritmo del recorrido por sus dos “mágicas” –como ella las define– décadas en la moda. Flappers de los años 20, startlettes de los 50, disco setentero y bailarinas clásicas (sin olvidar su icónico vestido ‘medusa’ en versión country) se suben a la pasarela recordando por qué la diseñadora ha llegado dónde está: su universo es exquisito y el detalle de sus prendas, impresionante. Una nueva demostración de por qué esta autodidacta ha ganado numerosos premios a lo largo de estos años, se ha convertido en una de las favoritas de la crítica y también de las celebrities patrias. Porque a pesar de que no vaya con ella eso de prestar vestidos a toda famosa viviente, en la última alfombra roja de los Goya vimos a Macarena Gómez, Úrsula Corberó e Inma Cuesta enfundadas en tres de sus diseños. “Nos mantenemos firmes en no ceder muchos trajes. Pero ellas son clientas de la firma, compran nuestros diseños y nos une gran amistad. Es cierto que los Goya fueron un escaparate increíble para nosotros pero no nos gusta prestar por prestar si no nos sentimos identificados”, confiesa a S Moda. Las tres actrices que lucieron sus diseños en la alfombra roja nacional más importante son parte de lo que ella llama #helbigang, su séquito particular formado por las mujeres que visten sus diseños. Para entrar en su ‘gang’ hay que ser “canalla, rebelde, seductora y provocadora pero siempre muy elegante”, en palabras de la diseñadora. Cuando le preguntamos qué rostro internacional querría adoptar como ‘chica Helbig’ nos confiesa que sueña con vestir a Julianne Moore, Keira Knightley o Alicia Vikander.
Helbig también fantasea con dar el salto a las pasarelas internacionales y con cumplir su sueño de desfilar en París. Pero siempre manteniendo los pies en la tierra: “Me encantaría hacerlo a corto plazo pero hay que ser realistas. Es una inversión económica que no podemos permitirnos (desfilar en la pasarela madrileña supone un desembolso de unos 5.000 euros mientras que en la parisina costaría en torno a los 150.000). Desde luego, si lo hacemos no será solo por ego. Será cuando tengamos dinero para darle continuidad porque desfilar solo una vez no tiene sentido”. Mientras tanto, sigue cosechando aplausos en la fashion week madrileña, una vitrina muy interesante a nivel nacional que, sin embargo, tiene sus limitaciones: “Nos falta muchísimo camino porque no conseguimos que venga prensa internacional. Hay talento pero quizá hay sitios más bonitos en Madrid para hacer un show que el espacio en el que desfilamos. A veces pienso que venir aquí quita también un poquito de glamour a todo esto”, confiesa.
Helbig ha sido desde sus comienzos bastante pionera en muchos aspectos. Fue una de las primeras firmas patrias en atreverse con los ‘fashion films’ (por cierto, dentro de poco estrenará un corto) y desde sus comienzos ha vendido sus diseños justo después del desfile. Mucho antes de que la industria atravesase las turbulencias que vive y de que Ralph Lauren, Tommy Hilfiger o Burberry (secundados por una larga lista de firmas) tomasen la decisión empresarial de comercializar la colección ipso facto, la de Barcelona ya creía en ser fiel al ‘lo quiero y lo quiero ya’. “Creo que no hay motivo para tener que esperar seis meses si algo te gusta”, sentencia. Sin embargo, sus diseños no pueden adquirirse con la rapidez que brinda internet porque Teresa Helbig no tiene tienda online. Su forma de trabajar, mucho más identificada con la Alta Costura que con el prêt-à-porter complica la tarea de vender en la red. Pero dentro de poco estrenará e-shop. Allí la #helbigang podrá hacerse con algunas prendas de sus colecciones y con sus nuevos perfumes (el mismo nariz que crea las fragancias de Lanvin o Balmain ha diseñado tres aromas para Helbig que ya se venden con éxito en Italia o Alemania y que llegarán a España los próximos meses). Eso sí, que nadie espere hacerse en su web con camisetas básicas, una de las prendas que mejor venden muchas grandes marcas a consumidores que no pueden permitirse diseños más elaborados y caros. Según nos cuenta, este tipo de prendas requieren de producciones mucho más grandes que las que suelen hacer y no pueden afrontarlas por temas de coste.
Tampoco van demasiado con ella ni los básicos ni los logos. El ADN de la firma son los vestidos joya, piezas únicas y muy especiales creadas a mano. Son estos diseños los que la han convertido en una de las diseñadoras nacionales más interesantes. Una de esas que, como Josep Font en Delpozo o Johnny Coca en Mulberry, cuenta con el talento suficiente para dar el salto y ponerse al frente de una gran marca. Aunque de momento no piense hacerlo. “Ya nos lo han propuesto pero no te puedo decir qué firma (risas). No acepté porque soy demasiado romántica con mi trabajo, llevo 20 años luchando y trabajando para Teresa Helbig. Nunca puedes decir que no pero tendría que ser algo muy apetecible, y no hablo en términos económicos, para dejar mi firma y embarcarme en un proyecto así”, reflexiona la modista. Y aprovecha para reivindicar el poder de la mujer al frente de las grandes firmas cuando comentamos la reciente apuesta de Dior por la primera directora creativa femenina de su historia: “Creo que las mujeres tenemos mucho que contar. Basta ya. Estoy encantada con este fichaje, la pena es que creo que todavía faltan años para conseguir que nos oigan. No solo en el terreno de la moda sino en todos los campos”.
Mientras tanto, ella piensa poner toda la ilusión y cientos de horas de trabajo para lograrlo. Sus diseños están a años luz de los de dudoso gusto estético que marcan la pauta en la moda actual (véase Vetements) y por eso mismo se convierten en atemporales. Cuando le preguntamos por el fenómeno capitaneado por Demna Gvasalia, Helbig admite que se compró hace poco unos vaqueros de la firma y que le hace “muchísima gracia” lo que cuentan, cómo lo hacen y la maestría con la que venden sudaderas a precios astronómicos. “Está claro que lo están haciendo muy bien. Detrás de la marca hay cabezas pensantes que consiguen que todas queramos sus prendas. Es alucinante” Pero no tiene tan claro que este fenómeno pueda sostenerse en el tiempo: “Ojalá todo el mundo pueda mantenerse. La novedad nos gusta a todos pero perdurar en la cima del éxito es difícil”.
Antes de embarcarse en la costura hasta tener el dedo índice machacado por culpa de coser lentejuelas una a una, Helbig era escaparatista. Igual que Giorgio Armani. El diseñador italiano sigue al frente de sus firmas a los 82 años de edad. El paralelismo convierte la pregunta en obligada: ¿Veremos a una Teresa Helbig octogenaria diseñando? “Ojalá. Mira, mi madre va a cumplir 76 y está como una rosa, sigue al pie del cañón, inspirándome. El día que perdamos la pasión y la ilusión seguro que no podré continuar con esto. Pero si no pierdo esas ganas de aprender todos los días podría seguir diseñando con ochenta años”, afirma. De momento va por el buen camino: 20 años en la industria siendo fiel a su filosofía por difíciles que sean los tiempos para los románticos. Y que sean otros tantos más.