La redención final de Enriqueta Martí: la cabeza de turco convertida por los poderosos en la macabra ‘Vampira del Raval’
La historia de la asesina de niños que aterrorizó a la Barcelona de principios de siglo XX llegará próximamente a las pantallas en forma de versión cinematográfica. Hablamos con su director sobre las mentiras que han dado forma a la leyenda negra.
Tuvo que hundirse el mismísimo Titanic para que la prensa de la época dejara de hablar de ella. Enriqueta Martí copaba las portadas de los periódicos y las pesadillas de los más pequeños en la Barcelona de 1912, ciudad que había encontrado en ella a su Jack El destripador o Sacamantecas particular, a su monstruo autóctono por excelencia. Incluso antes de fallecer en la cárcel ya se hacían sainetes sobre ella. Secuestradora, prostituta, proxeneta, bruja y asesina eran solo algunos de los agravios que se le achacaron y que conforman un mito repleto de falacias q...
Tuvo que hundirse el mismísimo Titanic para que la prensa de la época dejara de hablar de ella. Enriqueta Martí copaba las portadas de los periódicos y las pesadillas de los más pequeños en la Barcelona de 1912, ciudad que había encontrado en ella a su Jack El destripador o Sacamantecas particular, a su monstruo autóctono por excelencia. Incluso antes de fallecer en la cárcel ya se hacían sainetes sobre ella. Secuestradora, prostituta, proxeneta, bruja y asesina eran solo algunos de los agravios que se le achacaron y que conforman un mito repleto de falacias que ha llegado imperturbable incluso hasta nuestros días. Pero, ¿quién fue realmente la “Vampira del Raval”?
Si algo está claro, apunta Lluís Danés, es que Enriqueta Martí no fue la asesina en serie que dice la macabra leyenda. El director catalán es el responsable de La vampira de Barcelona, la primera versión cinematográfica sobre su figura y que se estrenará en la Sección Oficial de la 53 edición de Festival de Sitges. Nora Navas (Dolor y gloria) da vida a la alcahueta y curandera en una adaptación que transita entre la leyenda y lo mítico, y que sitúa a la mujer como una cabeza de turco de las élites de la capital catalana. “Era la víctima perfecta: mujer, pobre, había sido prostituta y tenía grandes conocimientos sobre herboristería, que en aquella época equivalía a ser una bruja. Era una mujer empoderada y el poder siempre ha dado mucho miedo al hombre”.
La historia de Enriqueta Martí se origina en un barrio con una de las poblaciones más densas de Europa. Una Calcuta sin electrificar, con familias pobres viviendo en la calle y miles de niños prostituidos o enviados a las guerras de las colonias. “Era muy Dickens también, porque toda la industria del vapor y del carbón estaba centrada ahí. Y, en la calle de al lado, los modernistas haciendo casas imposibles”, manifiesta Danés, que considera la brecha social el caldo de cultivo que desató el estallido posterior del movimiento obrero.
Nacida en Sant Feliu de Llobregat, Martí llegó a Barcelona siendo una adolescente y comenzó a trabajar como criada en varias casas. También se dedicó a la prostitución, tuvo una tienda en el rastro de la ciudad y ejerció de herbolaria, sin abandonar nunca la miseria. Estuvo casada durante unos años con Joan Pujaló, un excéntrico pintor anarquista que se alimentaba de alpiste para pájaros, y juntos tuvieron un hijo, Alejandro, que falleció por desnutrición a los nueve meses. Fue su muerte del pequeño la que traumatizó para siempre a la mujer que se hizo célebre por el secuestro de una niña del barrio, Teresa Guitart, detonante de su leyenda.
“Su abogado defendió que sufría un trastorno por no poder ser madre, pero Enriqueta secuestró a Teresita por motivos que nunca conoceremos”, asegura Elsa Plaza, historiadora y autora del libro Desmontando la leyenda de La vampira del Raval. La niña de cinco años pertenecía a una familia de panaderos que, sin ser de la clase alta, tenían la influencia suficiente como para que la prensa se hiciera eco de la desaparición de su hija. Un par de semanas después fue encontrada en el piso de Enriqueta, vestida con andrajos y con la cabeza rapada, pero sin recibir maltrato físico alguno. Ningún historiador puede dar hoy respuesta a qué llevó a la mujer a recluir en su casa a la joven.
Tras este episodio, y bajo una fuerte presión social por la desaparición sistemática de menores en el barrio, la prensa hipertrofió la culpabilidad de Martí, a la que se le atribuyó el asesinato de más de una decena de niños a los que supuestamente les extraía la sangre y las vísceras para elaborar pócimas para sus adinerados clientes. En el piso había otra niña, Angelita –que resultó ser una sobrina que estaba a su cargo– y se descubrieron trapos ensangrentados y huesos en su casa. Unos hallazgos achacables al cáncer de útero que padecía Martí y a su profesión como curandera, pero que la prensa magnifica arropada por el éxito mediático de una historia con demasiadas similitudes con el arquetipo del cuento clásico de la bruja de Hansel & Gretel.
También, por la influencia de una burguesía que hizo de ella una cabeza de turco para tapar sus propios crímenes. “La pederastia estaba absolutamente normalizada en algunos sectores”, confirma el realizador, que evoca el rumor de que en casa de Enriqueta se encontró una lista con nombres influyentes de la ciudad, familias reputadas de Barcelona y cargos del Ayuntamiento, que terminó desapareciendo. “Los mismos días que encuentran a Teresita coincide con el descubrimiento de un prostíbulo de niños cercano al Liceu. Da la impresión de que su caso fue una cortina de humo para ocultar un escándalo de pederastia relacionado con la burguesía barcelonesa”.
Considerada un peligro público pese a que no había pruebas fehacientes en su contra, Martí fue encarcelada. “Se la calificó de vampira porque en un intento de suicidio se mordió las venas. Esto lo convirtieron en un titular que afirmaba que, sedienta de sangre, se bebió la suya propia. Se buscaba acercarse lo máximo posible al arquetipo clásico”, concluye Danés. A la fábula se le añadieron después versiones en las que se aseguraba que había sido apaleada por las otras presas, pero falleció a causa del cáncer a los 45 años. El miedo a su figura llegó a tal punto que incluso provocó un cambio estructural en el Raval, cayendo los muros y urbanizándose.
Desde el propio Ayuntamiento de Barcelona se intenta hoy desmontar la leyenda negra sobre la que durante décadas ha sido considerada como una de las asesinas en serie más despiadadas de la historia y que, quizá, solo sea el chivo expiatorio de las élites y una víctima de la misoginia, la desinformación y el sensacionalismo mediático. Al igual que las nuevas generaciones de feministas han conseguido darle la vuelta al estigma del término bruja, apropiándoselo en clave activista (“Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”), quizá sea ahora Enriqueta Martí la que debiera sufrir ese proceso de revisionismo histórico.