Ellas también escribieron la contracultura en ‘Ajoblanco’
Feministas, escritoras y mujeres clave de los 70 y los 90 hicieron historia en la mítica revista alternativa española.
“Si quieres ser redactora, vete a cualquier otro sitio. Las mujeres no escriben aquí”. La cantinela (y doble moral) que se escuchaba en los cuarteles de Newsweek en plena segunda ola del feminismo es diametralmente opuesta a los ideales que propugnó Ajoblanco, la revista de la contracultura española. Hoy se estrena en el centro cultural Conde Duque de Madrid la primera gran retrospectiva de la revista, una exposición ...
“Si quieres ser redactora, vete a cualquier otro sitio. Las mujeres no escriben aquí”. La cantinela (y doble moral) que se escuchaba en los cuarteles de Newsweek en plena segunda ola del feminismo es diametralmente opuesta a los ideales que propugnó Ajoblanco, la revista de la contracultura española. Hoy se estrena en el centro cultural Conde Duque de Madrid la primera gran retrospectiva de la revista, una exposición comisariada por Valentín Roma que profundiza en la mítica publicación y en la que se rescatan imágenes inéditas, 210 publicaciones originales de sus dos épocas (1974-1980/ 1987-1999) así como testimonios y escritos de sus protagonistas.
Ajoblanco, además de romper con la forma de hacer periodismo en pleno tardofranquismo y recoger el testigo de la rebeldía del underground europeo, fue una auténtica válvula de oxígeno para los movimientos feministas de la época. La revista que defendió el espíritu crítico en temáticas como la sexología, la homosexualidad, la objección de conciencia o el antimilitarismo, también fue una publicación integradora e inclusiva de género. «Para nosotros nunca hubo ningún problema, no distinguíamos entre mujeres y hombres como podía pasar en otras cabeceras», explica su fundador Pepe Ribas. El autor, que después desvelaría todas las correrías de la época en Los 70 a destajo, recuerda nombres y firmas clave de las dos etapas como el de Aurora Segura, Karmele Marchante, Rosa Regàs, Nuria Amat, Helena Hevia, Irina Miranda, Rosa Montero, Belén Gopegui, Almudena Grandes, Ana Castellar o Elisabeth Cabrero.
Primer despacho (1973): Maria Dols (secretaria), Pepe Ribas, José Solé, Ana Milá (Abogado), Ana Castellar (fundadora y ‘madre abadesa’), Francisco Marsal, Luisa Ortinez (miembro del colectivo Video Nou), Toni Puig.
Pep Rigol
«Nos rodeamos de mujeres independientes de las que aprendimos muchísimo», apunta Ribas y menciona con especial cariño a María José Ragué, autora de California Trip («nos explicó todas las corrientes contraculturales americanas como la música rock, la ecología o el movimiento de la liberación de la mujer») y Anna Castellar, fundadora y ‘madres abadesa’ de la revista. «Fue una de las primeras en comprarse una rectoría en el Empordà, allí, por aquel entonces no iba nadie y nosotros montamos nuestro cuartel general, nuestra comuna. Era mayor que nosotros y fue nuestra conexión con figuras como Carlos Barral, Juan Marsé o Jaime Gil de Biedma. Fue nuestra transmisora».
Las firmas más trascendentales en el movimiento feminista fueron, según cuenta, Aurora Segura y Karmele Marchante. «Aurora nos descubrió a las mujeres libres y Karmele nos puso en contacto con todo el movimiento feminista radical de la época y que iba en contra la sexualización y la objetificación de la mujer. Nos ayudaron a contrarrestar toda esta ola de pornografía que propugnaba Interviú«, apunta.
Marchante recuerda aquella época con cariño y confirma su ‘labor pedagógica’ con el resto del equipo de Ajoblanco. «Uy, yo les decía de todo. Que eran unos sexistas con el leguaje y estaba todo el rato echando broncas. Me pasaba el día haciendo mítines feministas en la redacción», apunta. Para la periodista no todo era tan tranversal y acogedor como recuerda Ribas. «Nosotras no entendíamos el amor libre como ellos lo concebían. Nos peleábamos muchísimo porque nosotras creíamos en el amor libre ‘consentido’ y con precauciones, donde la mujer tomase sus propias decisiones». De hecho, ella fue una de las pocas que se atrevió a encararse públicamente con Daniel Cohn-Bendit, conocido como Danny El Rojo y heróe del mayo francés en las multitudinarias jornadas libertarias. «Era un machista que iba de gurú. Todo lo que él predicaba no tenía en cuenta a las mujeres», apunta.
Colectivo sexajo: un estudio en la redacción con más de 2.000 respuestas de lectores acerca de la vida sexual de los jóvenes y sus problemáticas. Uno de los números más emblemáticos del 77.
Pep Doménech
Junto a María Rodríguez y sus compañeras del grupo LAMAR (Liga Antipatriarcal de Mujeres Antiautoritarias y Revolucionaras), Marchante se dedicó por aquella época «a quemar Interviús en la plaza Cataluña vestidas de negro y gritando contra Jomeini lemas como Jomeini, cabrito, ponte tú el benito». Eso, cuando no estaba viajando a congresos internacionales, defendiendo la libertad homosexual de las mujeres u organizando jornadas de autogestión «para conocer nuestro propio cuerpo con espéculos». «Leíamos a Kate Millet, a Rossana Rossanda, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Betty Friedan y teníamos como incunable el Odisea de una amazona de Ti Grace Atkinson». En el fondo escribí en Ajoblanco porque, además del Star o El Viejo Topo, era el «único sitio en el que podíamos hablar de feminismo. Fue un fenómeno muy curioso, nosotras llegábamos de escribir auténticas barbaridades en la Tribuna Violeta en el Diario de Barcelona y el ‘Ajo’ nos dio más oportunidades. Yo lo dejé claro: o escribo de feminismo, o no escribo aquí». Solo se arrepiente de una cosa de aquella época: «de irme corriendo a Bruselas a un congreso de Simone de Beauvouir para después enterarnos de que Clara Campoamor estaba sola y olvidada en Suiza».
Las Jornadas Libertarias, coorganizadas por el Sindicato del Espectáculo de CNT, la Asamblea de Trabajadores del Espectáculo del Saló Diana y por ‘Ajoblanco’. Participaron más de medio millón de personas en el Park Güell de Barcelona
Manel Esclusa
¿Se podría editar un Ajoblanco en la actualidad? Ribas cree que no, por dos razones. La primera, «Ajoblanco fue una revista que fue hija de una época, de un latir social. Fuimos pioneros en cuanto a la objeción de conciencia y a defender nuevas estructuras familiares y Europa ahora pide cambios de desarrollismo y comercialización». La segunda, «necesitamos una coordinación cultural que no dependa de los índices de audiencia, sino de la calidad de los contenidos». Para su fundador, la herencia de Ajoblanco la han tomado los indignados y el movimiento del 15-M. Marchante también opina lo mismo y confía en el futuro que ofrece Podemos. «Les he votado y creo que me voy a ofrecer a ayudarles: alguien debería echarles una mano en cuanto a sus propuestas feministas. Van algo cojos».
Elisabeth Cabrero (‘super Eli’), redactora jefe, en la redacción en 1994.
Cortesía de ‘Ajoblanco’.