El veganismo se instala en tus pies

La ética ‘ecorresponsable’ llega al calzado. Firmas respestuosas con los animales o con el medio ambiente triunfan sin perder su ADN.

Nicora Johns

Cuando en 2005 se instauraba la Portland Fashion Week se asentaban las bases de la moda sostenible, un movimiento que se revelaba como algo más que una tendencia pasajera. Ya no se trataba de llevar flúor en verano, oversize en tus sudaderas o de reinventar el Little Black Dress. La moda eco se postulaba como una filosofía y Portland como un escaparate de diseñadores que cuidaban el medio ambiente y el lado más social de la producción con sus colecciones, costara lo que costara.Una arista que unía otros tantos hábitos de un estilo de vida consciente y tolerante que, casi un...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cuando en 2005 se instauraba la Portland Fashion Week se asentaban las bases de la moda sostenible, un movimiento que se revelaba como algo más que una tendencia pasajera. Ya no se trataba de llevar flúor en verano, oversize en tus sudaderas o de reinventar el Little Black Dress. La moda eco se postulaba como una filosofía y Portland como un escaparate de diseñadores que cuidaban el medio ambiente y el lado más social de la producción con sus colecciones, costara lo que costara.Una arista que unía otros tantos hábitos de un estilo de vida consciente y tolerante que, casi una década más tarde, se ha convertido en el modus vivendi de muchos: la comida debe ser biológica y de kilómetro cero, la cosmética respetuosa con el medio ambiente y el transporte eco –la bicicleta se ha convertido en su mejor aliado–.

A esta explosión de hábitos de consumo verdes debemos sumar el del calzado. Los zapatos son los últimos en subirse al carro de un estilo de vida eco y empapado de altas dosis de conciencia social. Éste es el caso de Nicora Johns, una marca de zapatos que no pierde un ápice de feminidad bajo el leitmotov Ser verde no es fácil, pero es fabuloso. Stephanie Fryslie, su fundadora, piensa colecciones a partir de materiales respetuosos con el medio ambiente hasta el punto de crear zapatos veganos –es decir, que no involucran a ningún animal en su proceso de creación– con base en Los Angeles y manufacturados en Massachusetts.

Con conciencia eco y social está uno de los casos más paradigmáticos, el de Caboclo, una firma nacida en Barcelona aunque con ADN brasileño que predica desde hace siete años las bondades de un producto eco a través de una filosofía 100% ética. Caboclo no sólo produce sus zapatos con un proceso respetuoso con el medio ambiente, sino que ha conseguido salvar a una comunidad de artesanos brasileños situados en Cariri, un área que vivió su máximo esplendor en la época colonial de Brasil y que, en parte gracias a Caboclo, hoy sigue dando trabajo a los descendientes de la leather generation.

Según Juba Lima, su fundador y alma máter, el diseño "va más allá de la estética, es una arma de transformación”. Paula Dib, única diseñadora especializada en productos artesanales en Brasil y creadora de Transforma Design, es la encargada de dar directrices de forma a los artesanos de Caboclo, que producen sandalias y calzado hecho con cuero curtido sin cromo, teñido con pigmentos naturales y con suelas hechas con neumáticos reciclados. Juba nos aclara que la diferencia entre la producción con químicos y sin reside en que si utilizas cromo "tardas 24 horas en tratar el cuero de un zapato, mientras que si lo haces sin, 24 días. Es por ello que la tirada es muy limitada, una auténtica obra de arte y cada mes sólo podemos producir una cantidad limitada de zapatos". Aunque Caboclo ha conseguido llegar con éxito a ciudades como Copenhague, Helsinki, Nueva York, Tokyo o París, en España también se pueden conseguir en escasos puntos de venta como Duke o Agnus Dei en Madrid o en su flagship store de Barcelona, situada en la Baixada Llibreteria, 8.

Aunque también sostenible, la filosofía de las zapatillas Sawa es algo distinta. En este caso nos encontramos con una firma francesa que produce en Etiopía y que se define como un proyecto de moda activista que busca crear un valor añadido a África. No se consideran una firma de caridad o comercio justo, muy al contrario, son una marca al uso que tiene la especificidad de producir en el continente vecino, sin intentar glorificar su imagen por ello. Tal y como dice Medhi Slimano, su director general: "No me gusta que nuestros clientes compren Sawa como respuesta al movimiento Made in China, pues no he creado una firma sostenible para luchar contra algo ya impuesto, sino para ser nosotros mismos". Eso sí, sin perder un ápice de la sostenibilidad que alimenta su modelo de negocio y que, en este caso, gira alrededor de una industria real pues, tal y como afirma Medhi, "sólo veo una forma de hacer que África evolucione y ésta es produciendo en lugares como Etiopía, tal y como hace Sawa: hace falta una revolución industrial en el continente". Hoy en día, es posible encontrarlas en el Odd de Barcelona (Mallorca, 279). La firma de calzado, pero, no es la única que ha pensado en producir en África. En el continente vecino encontramos también Millecollines, marco bajo la que se pilotan Marc Oliver e Inés Cuatrecases, una pareja de diseñadores catalanes que en 2007 decidieron mudarse al país africano para empezar con un proyecto vinculado al mundo de la moda, que ayudara a desarrollar la industria africana y que mezclara tendencias con tradición.

Obviamente, Caboclo y Sawa no son casos aislados en la industria del calzado 'verde'. Seguramente, tampoco los más populares. Firmas como Veja llevan casi una década mostrando el lado más trendy de las zapatillas sostenibles, que también meten en el paraguas de la etiqueta comercio justo y que, como sucede con el caso de Caboclo, trabajan con cooperativas brasileñas. Sus fundadores, Sebastian Kopp y Ghislain Moeilion, conocieron en 2004 a granjeros de algodón y productores de caucho del norte de uno de los países más prósperos de sudamérica y pronto resolvieron cómo dar salida a tales recursos. Su éxito ha sido tal que hasta cuentan con colecciones para niños, en lo que supone la delantera del calzado vegan-friendly.

Otros ejemplos más cercanos los encontramos con las alpargatas Kamaleonik, que predican eso del slow fashion con DNI vasco –sus oficinas se encuentran en Bilbao–, o las Slowers, con una filosofía similar a manos de su creadora María Ripollés. Para ser sostenible, pues, no hay una fórmula base o unas reglas establecidas, pero sí un eterno cuidado del medio ambiente y altas dosis de ética.

Caboclo produce sus zapatos con un proceso respetuoso con el medio ambiente y ha conseguido salvar a una comunidad de artesanos brasileños situados en Cariri

Caboclo

Archivado En