El punto al poder

En los 70, Sonia Rykiel demostró que el jersey de punto podía ser un lienzo en blanco sobre el que experimentar.

Curiosa evolución en tan solo dos temporadas. En invierno el punto regresó en su forma más clásica: el jersey de ochos estilo setentero, una prenda que convenció y disgustó por partes iguales. Las amantes de lo retro estaban encantadas –que se lo pregunten a Alexa Chung y compañía–, y las defensoras de la modernidad rechazaban la propuesta con pereza. Pasado el debate, llegaba la hora de prepararse para el buen tiempo y… ¡sorpresa! El punto no solo no desaparece del armario, sino que protagoniza alguno de los looks más apetecibles de las nuevas (o, mejor dicho, revisitadas)...

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Curiosa evolución en tan solo dos temporadas. En invierno el punto regresó en su forma más clásica: el jersey de ochos estilo setentero, una prenda que convenció y disgustó por partes iguales. Las amantes de lo retro estaban encantadas –que se lo pregunten a Alexa Chung y compañía–, y las defensoras de la modernidad rechazaban la propuesta con pereza. Pasado el debate, llegaba la hora de prepararse para el buen tiempo y… ¡sorpresa! El punto no solo no desaparece del armario, sino que protagoniza alguno de los looks más apetecibles de las nuevas (o, mejor dicho, revisitadas) tendencias. Atrás quedan los colores y las técnicas más clásicas; es hora de sumergirse en la vanguardia y exhibir un estilo más audaz. El resultado lo vimos en el desfile de Isabel Marant en la Semana de la Moda de París: prendas holgadas cuyo tricoteo multicolor (aparentemente enrevesado) reivindica un tipo de punto que, desde los 70, varias casas de moda han trabajado con éxito.

A Sonia Rykiel, apodada en 1967 por la prensa estadounidense con el sobrenombre de Queen of Knits (reina del punto), se le debe que el punto se convirtiera en una tendencia. La diseñadora parisina no solo introdujo una paleta cromática inédita hasta la fecha, sino que experimentó con nuevas técnicas y, sobre todo, apostó por una silueta oversize, cuyo origen es más bien anecdótico. En 1962, embarazada de Nathalie (sucesora de la firma), Sonia no encontraba jerséis con los que vestirse. Así que decidió ponerse manos a la obra y crear los suyos. Gracias a un proveedor veneciano, y tras siete intentos, consiguió dar con el diseño perfecto, que se convirtió en su símbolo y que más tarde mostró con las costuras a la vista, sin dobladillo o sin forro alguno. Con Rykiel al frente de la revolución boho del tricot, el jersey de punto se modernizó y demostró que podía ser como un lienzo en blanco sobre el que experimentar con las vanguardias.

Revolución nipona. En 1981, cuando Rykiel triunfaba en París y Missoni en Milán –gracias a su versión jacquard–, el japonés Yohji Yamamoto desembarcó en la pasarela parisina y redefinió el punto dotándolo de una plasticidad inaudita hasta entonces. En primer lugar, rechazó los hilos finos y apostó por los más gruesos, que permitían jugar con el volumen y crear piezas innovadoras.

En segundo lugar, fue un paso más allá en el camino deconstructivo iniciado por la francesa con patchworks imposibles que deshilachaba a su antojo. Con Yamamoto, el punto se convirtió no solo en moda, sino en una expresión artística. Su aportación fue de vital importancia para que, a principios de los años 90, creadores como Helmut Lang y la Escuela de Amberes continuaran investigando las posibilidades de esta técnica. ¿El mejor ejemplo surgido desde Bélgica? Maison Martin Margiela.

La propuesta de Marant recupera esa visión audaz que para primavera apuesta por un look estilo nómada. Una idea que conecta con el pasado de Rykiel, Yamamoto, Lang y Margiela, pero también con diseñadores actuales expertos en la materia, como el canadiense Mark Fast, la sueca Sandra Backlund o el español afincado en Londres Ramón Gurillo. Al hablar con este último, las primeras dudas surgen alrededor de la condición artesanal de este tipo de moda. ¿Se puede considerar parte del movimiento Arts & Crafts? «Sin duda. El conocimiento de técnicas y materiales artesanales es imprescindible. La experiencia y el saber hacer son muy importantes», comenta el diseñador.

Teniendo en cuenta lo laborioso de la opción, es obvio que el tiempo es un factor que hay que valorar. «Depende de la sencillez o complejidad de la muestra y del grosor del material. En mis colecciones empleamos de tres a cuatro días en las prendas más sencillas, y cuatro semanas a tiempo completo en las más elaboradas». Pasado, presente y futuro forman parte del proceso creativo del nuevo punto, un mundo fascinante para diseñadores como Gurillo. «Nos basamos en técnicas tradicionales del punto artesanal, pero modernizándolas para conseguir unas prendas versátiles y adaptables a la mujer de hoy», señala.