El ‘efecto Cañete’ y el machismo cotidiano en las campañas electorales

Deslegitimar al género femenino es un arma recurrente en las contiendas de las elecciones políticas con candidatas de por medio.

Luis Sevillano / El País

El 'efecto Cañete' (o cómo deslegitimar a tus oponentes por cuestión de sexo) no es flor de un día en la política. El gesto de 'benevolencia' que el candidato del PP al Parlamento Europeo hizo a la socialista Elena Valenciano durante el debate electoral para no "arrinconarla" y demostrar su "superioridad intelectual" es la enésima actitud machista a la que se enfrenta una mujer en la política. Cañete no es el único. Muchos, y muy reputados políticos, le preceden en este 'arte' de utilizar la baza d...

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El 'efecto Cañete' (o cómo deslegitimar a tus oponentes por cuestión de sexo) no es flor de un día en la política. El gesto de 'benevolencia' que el candidato del PP al Parlamento Europeo hizo a la socialista Elena Valenciano durante el debate electoral para no "arrinconarla" y demostrar su "superioridad intelectual" es la enésima actitud machista a la que se enfrenta una mujer en la política. Cañete no es el único. Muchos, y muy reputados políticos, le preceden en este 'arte' de utilizar la baza del género como estrategia en unas elecciones. En España, Valenciano es inferior intelectualmente por naturaleza y la actitud en el cara a cara debe ser paternalista. En otros países, la situación viene a ser la misma con diferentes prismas. Recapitulemos:

La 'mala madre' francesa: ¿Quién cuidará a los niños, Sègoléne?

Año 2006. Las primarias socialistas se convierten en un auténtico espectáculo sexista. Ahí andaban los tres candidatos: Dominique Strauss-Kahn (sí, el mismo cuya historia ahora anda revolucionando Cannes), Laurent Fabius y Ségolène Royal. De esta última, se llegó a sexualizar tanto su campaña para deslegitimizarla que algunas declaraciones rozaron el absurdo. Mientras el 85% de los franceses afirmaron en las encuestas que no les importaría tener una mujer presidenta, sus compañeros de partido se rasgaron las vestiduras ante tal posibilidad. "¿Quién va a cuidar entonces de los niños?", llegó a preguntar a la prensa Laurent Fabius. 

"¡Vean lo que le ha ocurrido a la tía Merkel, patadita en el culito!", 'avisó' el senador Michel Charasse. El ex ministro de Cultura y Educación, Jack Lang, dijo en los meses previos que las "presidenciales no eran un concurso de belleza". Después llegarían los ya cansinos argumentos de "no está preparada" o "es inexperta". Por cierto, los 'niños' a los que hacía referencia Fabius ya eran adolescentes y ahora Flora, su cuarta hija con François Hollande, tiene 21 años y es estudiante de Psicología. Tampoco le ha ido tan mal.

Pascal Le Segretain (Getty Images)

Sègoléne Royal, el pasado mes de abril cuando anunció su vuelta al gobierno francés como ministra de Ecología.

Getty

La italiana 'amargada': "Estás de mal humor porque te miras al espejo"

Lo de Berlusconi es otro cantar. Las italianas por fin se movilizaron contra el extenso historial machista del exjefe de Gobierno en 2009, cuando insultó por la televisión pública a la ex ministra de Sanidad y vicepresidenta de la Cámara, Rosy Bindi. "Usted siempre más guapa que inteligente", espetó Berlusconi. 100.000 ciudadanas firmaron la campaña Mujeres ofendidas por el primer ministro. De poco serviría. Meses más tarde, atacó a a Mercedes Bresso, candidata de izquierdas en las elecciones regionales. "¿Saben por qué la señora Bresso está siempre de mal humor? Porque cuando se levanta y se mira al espejo para maquillarse puede verse a sí misma, lo que le amarga la jornada", dijo Berlusconi en Turín. Qué esperar del hombre que dijo que "la izquierda no tiene gusto para las mujeres. Nuestras candidatas son más hermosas".

Win McNamee (Getty Images)

Berlusconi saludando a Michelle y Barack Obama en 2009.

Getty

La estadounidense 'demasiado vieja': "¿una abuela puede ser presidenta?"

Ah, Hillary Rodham Clinton. El paradigma del sexismo político de nuestros días. La exsecretaria de Estado de EEUU ha sufrido todo tipo de vejaciones por su condición de mujer y esposa del expresidente Bill Clinton. A la sorna amarillista del affaire que su marido tuvo con Monica Lewinsky, la abogada ha sido víctima de la salvaje lucha electoral de las elecciones americanas. Primero, cuando se presentó a las primarias contra Obama y ahora, que supuestamente protagoniza una campaña silenciosa para la elecciones presidenciales de 2016. Cuando lloró su discurso en New Hampshire en 2008 se le acusó de urdir una treta femenina. Se criticó su aspecto, su escote, se vendió su rol de madre y esposa o simplemente, la retrataron como a una bruja (el polémico Marc Rudov entonó que los hombres cuando escuchaban a Obama se emocionaban, pero cuando oían a Hillary pensaban en una mujer malvada que les decía "¡sacad la basura!").

Ahora, con la supuesta campaña para las elecciones de 2016, las críticas vuelven a la carga. El anuncio de embarazo de hace unos días de su hija Chelsea llevó a la locura mediática sobre 'si podía una abuela ser presidenta de los EEUU'. Se han publicado fotos desagradables de la abogada con el subtítulo "yaya Hillary". Se ha especulado con que el embarazo es una estrategia electoral de los Clinton para ganar votos. Otros se preguntan cómo afectará su futuro presidencial. Ninguna de estas noticias se publicó cuando Mitt Romney fue candidato a las presidenciales y mostró orgulloso a sus 18 nietos durante la campaña electoral de 2012. Todo, sin contar las críticas sobre su valía ("¿algo malo debe tener una mujer presidente, no?, se preguntaban en la Fox) de las que Stephen Colbert tan bien ha sabido reírse en su programa.

Dos de las portadas sexistas dedicadas a Hillary Clinton.

New York Post/ The New Republic

Prensa, candidatos y partidos políticos, sean del color que sean, siguen perpetuando estigmas para menospreciar el poder de las féminas en política. La plataforma Name it, Change it lucha contra estos estigmas y este año publicará la guía Unspinning the spin con los términos más sexistas que se utilizan en la cobertura periodística de la política femenina. Rachel Larris, portavoz del proyecto, confesaba hace unos meses a esta publicación que "si una mujer se postula para un puesto en el gobierno, normalmente tiene que responder a preguntas como ¿no le gustaría a sus hijos que su madre pasase más tiempo en casa? Pero a los políticos nunca se les pregunta sobre este tema, se asume que sus hijos no dejarán de recibir atención parental porque se postulan para un puesto".

Alguno de los consejeros de Cañete podría haber tomado nota minutos antes de su polémica aparición en Espejo Público a propósito del machismo. No es cuestión de esconder la "superioridad intelectual" (sic), más bien de aplicar la simple y efectiva norma del reverso: si la afirmación o pregunta no tiene sentido si lo usamos con un político, no lo emplee con una mujer. Seguro que se habría ahorrado todo este circo.

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