El desencuentro de Justin Bieber con la moda
Su último tropiezo pasa por escoger un peto para recibir una medalla honorífica de manos del premier canadiense: es un ídolo de jovencitas, pero se le resiste el título de icono de estilo.
Cuando a Justin Bieber se le ocurrió el sábado recibir de manos del primer ministro de Canadá la Medalla del Jubileo de Diamante, ataviado con un peto tejano que llevaba estudiosamente desabrochado, se le echó el mundo encima, especialmente sus compatriotas, que incluso le abuchearon en el concierto que dio al día siguiente en Toronto durante una pausa de la Grey Cup, el equivalente canadiense de la Super Bowl.
El único que pareció salir en su defensa fue el propio Stephen Harper, siendo tan políticamente correcto como requiere su cargo. El mismo t...
Cuando a Justin Bieber se le ocurrió el sábado recibir de manos del primer ministro de Canadá la Medalla del Jubileo de Diamante, ataviado con un peto tejano que llevaba estudiosamente desabrochado, se le echó el mundo encima, especialmente sus compatriotas, que incluso le abuchearon en el concierto que dio al día siguiente en Toronto durante una pausa de la Grey Cup, el equivalente canadiense de la Super Bowl.
El único que pareció salir en su defensa fue el propio Stephen Harper, siendo tan políticamente correcto como requiere su cargo. El mismo tuiteó: «Para ser justo con Justin Bieber diré que yo también me hubiera puesto un peto«. Incluyendo religiosamente al final de su mensaje el hashtag #beliebers.
A sus dieciocho años, el sello tanto musical como estilístico del cantante está aún por pasar de lo orquestado a lo personal y su tirón como ídolo adolescente no acaba de encontrar su equivalente icónico en la industria de la moda. Sus desavenencias con el gusto, como con los paparazzi, son abundantes y variadas, y a pesar del dinero que mueve Justin como producto, son muy pocas las firmas de moda que le han tanteado.
Hubo un momento, a finales de 2011, en el que parecía que el patrocinio de Dolce & Gabbana lo iba a catapultar. Los diseñadores italianos se encapricharon de él a su paso por Milán con su anterior gira y lo convirtieron en su invitado de honor durante la Fashion Night Out que se celebró posteriormente en Nueva York. La cosa no fue a más aunque muchos pensaron que su flechazo llegaría a la pasarela y, por mucho que Katy Perry lo haya intentado, las camisetas de los italianos las siguen ilustrando James Dean o Steve McQueen. Eso sí, el mejor momento de Bieber sobre la alfombra roja, concretamente en la fiesta Vanity Fair celebrada tras los Oscar en 2011, lleva, hasta que se demuestre lo contrario, el sello de este dúo de creadores absolutamente mitómanos que parecen haberle olvidado.
Hasta que a finales de octubre firmara por dos años como «icono de estilo» de la división fast retail para adolescente de Adidas, NEO, lo más que había sido Justin Bieber era embajador de belleza para una firma cosmética cuyos anuncios fueron prohibidos en el Reino Unido y que acaba de hacerse con los servicios de Paulina Rubio. Su, al parecer exnovia, Selena Gomez, le ha pasado la mano por la cara y eleva su colaboración con NEO a diseñadora. Y por tres años.
El segundo de los perfumes para chica que tiene en el mercado -su modelo de negocio es de lo más rentable- causa desmayos literalmente; visto así, es curioso que sean tan escasas las marcas que le han cortejado a pesar de ser muy dado a dejarse puestas las etiquetas en la ropa, y lo mismo sigue los pasos de Kanye West con Givenchy, que apuesta por firmas urbanas y asequibles como Topman -una de sus cadenas preferidas- Levi’s, G-Star, American Apparel o H&M. Pero es lo que tiene que tu público sea mayoritariamente femenino: Justin Timberlake, con el que siempre le comparan y al que parece aspirar, tuvo que cumplir treinta años antes de ingresar en una lista de mejor vestidos.
Bieber en el photocall de los American Music Awards donde se hizo con el galardón a artista del año. Lleva cárdigan de Dior y camiseta y pantalones acolchados de los estilistas Kemal & Karla.
Getty Images
Desde que se diera a conocer en el verano de 2008, cuando tenía catorce años, Bieber se ha echado a la espalda dos estirones y un intento de cambio de imagen. El primero le llevó a cortarse la melena y apuntarse a lucir tupé, y el segundo pasa por afinarse -a su espigada figura y suavizados rasgos hay que añadirles un pendiente en cada oreja– hasta rozar prácticamente la feminidad. Una conversión que se hizo notar en su primer editorial de moda para la revista V con el objetivo de Inez & Vinoodh como testigo.
A estas alturas es difícil distinguir si estamos ante la modelo Saskia de Brauw en la campaña masculina de Hedi Slimane para Saint Laurent o delante del nuevo Justin Bieber. Últimamente, además de por camisetas interiores enceradas o no, y chalecos sin nada debajo, le ha dado por las tachuelas y por sacar pecho al estilo Labrador en ese universo paralelo que es Gandía Shore. Su obsesión definitiva en cuestión de vestuario, más allá de inspirarse en «Los Goonies», son los pantalones harén -o «diaper pants«, pantalones pañal, como los han bautizado algunos- y no precisamente como homenaje a MC Hammer. Sus preferidos los hace, así tal cual suena, la firma Chachi Momma, y aunque estemos ante una de las tendencias para mujer de este invierno, y del pasado, y del otro, y así desde 2009 cuando Balmain se empeñara en lustrarlos -este año tocan en versión piel de cordero-: a Bieber nadie le toma en serio.