5 pruebas de que ‘El cuento de la criada’ ha influido en la sociedad como ninguna otra serie
La serie protagonizada por Elisabeth Moss estrena su tercera temporada tras haberse convertido en una ficción icónica de la última década. Su influjo ha calado en áreas como la política, el lenguaje o la industria de la moda.
El cuento de la criada, la serie distópica que estrena ahora su tercera temporada en HBO España, llegó a las pantallas de todo el mundo el mismo año en el que Donald Trump alcanzó el poder en Estados Unidos. Desde aquel 2017, las políticas conservadoras del presidente, el debate sobre la gestación subrogada o las recientes restricciones para abortar hasta en nueve estados del país han propiciado que la ficción se erija como un reflejo de la sociedad que, para muchos, cada vez se asemeja más –peligrosamente– a la novela escrita por Margaret Atwood. Recopilamos y analiz...
El cuento de la criada, la serie distópica que estrena ahora su tercera temporada en HBO España, llegó a las pantallas de todo el mundo el mismo año en el que Donald Trump alcanzó el poder en Estados Unidos. Desde aquel 2017, las políticas conservadoras del presidente, el debate sobre la gestación subrogada o las recientes restricciones para abortar hasta en nueve estados del país han propiciado que la ficción se erija como un reflejo de la sociedad que, para muchos, cada vez se asemeja más –peligrosamente– a la novela escrita por Margaret Atwood. Recopilamos y analizamos a continuación cómo la serie ha monopolizado la conversación en ámbitos tan diferentes como el lenguaje o la industria de la moda.
En la política: De Estados Unidos a España, pasando por Argentina o Croacia. Miles de manifestantes han hecho suyas las capas rojas para reivindicar los derechos de las mujeres y protestar contra el acoso sexual o las leyes que restringen el aborto. Varias manifestantes han declarado que enfundarse en ese uniforme para formar parte de una gran marea roja les hizo sentirse más unidas. Aunque la dictadura ultrarreligiosa de Gilead está ambientada en un presente distópico, desde que se estrenó la ficción hemos sido testigos de hechos que nos recuerdan demasiado a algunas de sus tramas, como la separación de familias en la frontera o la prohibición del aborto en varios estados del país liderado por Donald Trump. Las lecturas políticas de la serie protagonizada por Elisabeth Moss son evidentes, pero la ficción ha conseguido convertirse en un símbolo de resistencia activista sin comparación en el mundo del entretenimiento en los últimos años.
En la moda: La industria textil ha sido una de las que ha abrazado con más entusiasmo la ficción, haciendo suya buena parte de la imaginería presente en la misma. En las semanas de la moda hemos visto un buen número de diseños basados en los icónicos trajes, compuestos de túnica roja y cofia blanca, de las criadas de Gilead. Entre las casas que han desfilado por la pasarela haciendo gala de esta inspiración encontramos a Valentino o Vera Wang. Curiosamente, en las últimas temporadas también se han puesto de moda las bolsas de red que solían utilizarse en los mercados parisinos y que las criadas en la serie llevan para acudir periódicamente a hacer la compra. En marcas como Mango, Zubi o Zara, por poner solo tres ejemplos asequibles, es posible hacerse con una igualita a la de Defred.
En la industria del entretenimiento: Más allá de los numerosos premios conseguidos y de los halagos recibidos por su reparto o su dirección de fotografía, el éxito de crítica y público de El cuento de la criada ha abierto la puerta a más series protagonizadas por mujeres y a más series basadas en futuros distópicos. Ahí están los casos de ficciones como The OA, Alias Grace o The Society, que no se entenderían sin el predicamento conseguido por la adaptación de la obra de Margaret Atwood. De este triunfo también se han aprovechado sus artífices, como la directora Reed Morano, que ha conseguido la confianza de Hollywood para dirigir un par de largometrajes, o su protagonista, Elisabeth Moss, una de las intérpretes más reclamadas de la meca del cine con proyectos en cartera tan interesantes como lo nuevo de Wes Anderson (The French Dispatch) o el remake en clave femenina de El hombre invisible. El fenómeno es tal que hasta la propia Atwood publicará el próximo septiembre la secuela de la novela de 1985, titulada The testaments. En los últimos tiempos, librerías de todo el mundo presumen en sus estanterías de numerosas novelas con premisas muy similares a la de El cuento de la criada.
En el espectador: “Me sorprendió que la gente se enganchara a algo tan siniestro”, confesaba la propia Elisabeth Moss en una entrevista con S Moda. La dureza de las tramas y de alguna de las escenas vistas en la segunda temporada de la ficción, calificadas incluso como “porno de tortura”, han puesto a prueba los límites de la tolerancia de la audiencia generalista. Muchos tuiteros compartían en la red social su angustia y desasosiego tras visionar uno de los episodios e incluso se planteaban si merecía la pena continuar. El productor ejecutivo de la serie, Bruce Miller, se justifica argumentando que cada tormento representado lo ha sufrido antes un ser humano en la vida real. A tenor de la expectación despertada ante la nueva tanda de capítulos, parece que una abrumadora mayoría ha apostado por estirar sus límites y mantenerse fiel a la ficción.
En el lenguaje: No se comunican en élfico ni en alto valyrio, pero la transcendencia de la serie también ha conseguido que expresiones como “bendito sea el fruto” o “bajo su mirada” formen parte ya de la jerga coloquial. Se han publicado hasta glosarios y diccionarios con todas las referencias que incluye la ficción. Todo el mundo sabe lo que significa que te apoden “Marta” u “Ojo” e incluso nos ha hecho volver a abrazar el latín para que, en los momentos en los que parece que no hay espacio para la esperanza, podamos levantarnos y contestar con un alto y claro: Nolite te bastardes carborundorum, bitches.