Pacha Ibiza se hace un ‘lifting’
Pacha Ibiza ha cerrado seis meses por primera vez desde su inauguración en 1973. El arquitecto Juli Capella explica cómo ha afrontado la reforma de este icono de la noche para recuperar su magia ‘hippy’.
Sueños, magia, libertad, música, hedonismo, diversión, más música. Así se suceden las noches en Pacha Ibiza desde que abrió sus puertas el 3 de junio de 1973. El pasado 4 de mayo, casi 45 años después, la discoteca vivió su segunda inauguración, tras una reforma que ha mantenido cerrado el local seis meses, por primera vez en su historia. Durante este tiempo, el arquitecto Juli Capella, del estudio barcelonés Capella García, ha llevado a cabo una reforma que más que la innovación ha buscado recuperar la esencia, en lo que él denomina «un trabajo de diseño de a...
Sueños, magia, libertad, música, hedonismo, diversión, más música. Así se suceden las noches en Pacha Ibiza desde que abrió sus puertas el 3 de junio de 1973. El pasado 4 de mayo, casi 45 años después, la discoteca vivió su segunda inauguración, tras una reforma que ha mantenido cerrado el local seis meses, por primera vez en su historia. Durante este tiempo, el arquitecto Juli Capella, del estudio barcelonés Capella García, ha llevado a cabo una reforma que más que la innovación ha buscado recuperar la esencia, en lo que él denomina «un trabajo de diseño de arqueología».
Capella empezó como «usuario de la noche» y de tanto frecuentar sedes de ocio nocturnas comenzó a recibir encargos para renovar la imagen de ciertos locales. Así recuerda los inicios de su carrera. En 1995 entró en contacto con el grupo Pacha, que le encomendó el diseño de su discoteca de Salou. Para aquel proyecto ideó una pista de vidrio en cuyo interior quería que hubiera agua, para jugar con ella y crear efectos de luces… «Era un experto en salir y eso te envalentona, pero era muy costoso, tenía más ilusión que conocimiento. Ahora he podido evitar esos errores de primerizo y he afrontado el cambio desde otra perspectiva», explica. ¿Su idea? Aplicar el menos es más, quitar en vez de poner. Recuperar ese aire de casa payesa ibicenca con el que el edificio nació en 1973, paredes blancas y puertas y barras de madera. Revivir su esencia hippy.
«Ser original es volver al origen’, decía Gaudí. Y esa frase me vino a la mente cuando recibimos el encargo de la reforma. Se te ocurren mil ideas. La gente piensa que ser original es hacer algo estrambótico, raro. Pues el que se espere eso se va a llevar un chasco, porque hemos elegido la acepción gaudiniana de ir a lo básico, de entender el pasado. En este proyecto hemos renunciado al ego para conseguir esa vuelta al origen, respetando el acabado irregular, los techos curvos, el encalado…», reflexiona. Para lograrlo, bromea, tuvo que «convencer a los albañiles de que no hicieran su trabajo demasiado bien, de que respetaran las imperfecciones al pasar el mortero para encalar las paredes, porque ese es el acabado Pacha».
Además de crear un nuevo concepto de ocio nocturno con sus fiestas temáticas, dedicadas cada día a un tipo de música –algo que se mantiene hoy con la emblemática Flower Power; Cocoon, de Sven Väth; F*** Me I’m Famous, de David Guetta; o A Labyrinth Story, de Hot Since 82–, la sede ibicenca de Pacha –no la primera del grupo, que fue la de Sitges, inaugurada en 1967– demostró que una discoteca podía tener alma, sostiene Capella. «Hacerla recreando la forma de una casa típica ibicenca fue un acto muy consciente y nada inocente de su fundador, Ricardo Urgell. Detrás había una intención clarísima: decir que las discotecas no tienen por qué ser simplemente una caja negra donde se meten música y luces y ya está. El edificio transmitía el buen rollo de la Ibiza de los años setenta, e invitaba a disfrutar de él. Urgell hizo lo que a todo el mundo le hubiera parecido una horterada y logró crear un nuevo concepto: al entrar en un sitio con las paredes torcidas, lleno de plataformas, como un añadido continuo, consiguió crear un espacio diferente, revolucionario, que hacía sentirse cómodo a todo el que entraba allí». Tanto a los personajes famosos –desde Grace Jones a Roman Polanski– como a la gente anónima.
La ceremonia del ‘dj’
Una gran sala central, cinco ambientes musicales distintos, reservados, podios comunicados, recovecos… La arquitectura del local no tiene aristas, es orgánica, invita a la conexión. Y el mayor cambio realizado en su reforma busca precisamente acentuar el vínculo entre asistentes y pinchadiscos. Para ello, Capella ha colocado la cabina del dj en el centro de la pista de baile, justo delante de la zona VIP de la sala. Desde allí el artista puede observar mientras lleva a cabo su sesión las sensaciones reflejadas en los rostros del público, y todos le ven a él. «Es el cambio más importante que hemos realizado, lo planteo como una polémica abierta. Creo que en el año 2018 el dj tiene un protagonismo brutal en una discoteca, no es como en los años ochenta. Como ha ocurrido con los cocineros en la gastronomía, han pasado de ser personajes que estaban al servicio a convertirse en estrellas. Son auténticos sacerdotes que ofician una ceremonia».
La otra gran sorpresa aportada por el diseñador no está a simple vista, sino en los lavabos. «Hay más de 50 repartidos por distintas zonas, y los hemos tematizado siguiendo tres ideas: la isla, la multiculturalidad y los pecados capitales. Hemos buscado impactar: en los primeros, cuando entras en la cabina, es como si salieras fuera y vieras el mar; en los segundos hemos hecho una especie de broma, forrándolos de madera como si fueran cajas de transportes, como si uno fuera embalado hasta llegar a Pacha; y los terceros, que están en la zona VIP, evocan esos pecados que están asociados a la diversión, al ocio…», señala el arquitecto. Son espacios llamativos, ideados para hacerse virales en redes. Algo en lo que también ha pensado Capella al repartir por la discoteca algunas de las icónicas imágenes que el fotógrafo Toni Riera ha inmortalizado con su cámara para Pacha a lo largo de casi 50 años. Esas obras han podido verse en libros, carteles de fiestas y postales, desde la modelo con una cereza en la boca y pendientes de la misma fruta a las comidas hippies al aire libre. «He procurado que haya sitios donde se puedan hacer selfies, pero sin que eso predomine, que no sea una dictadura», explica el arquitecto. En las fotos que ha elegido, como en su empeño por respetar el diseño original, todo está cargado de intención: «He querido hacer una reivindicación, porque ahora estas instantáneas son patrimonio de todo el mundo, son la imagen de la isla, pero nacieron aquí. Este es el santuario, la madre de todas las discotecas, y hay que presumir de orígenes.