Dime qué calzas y te dire quién eres

Una exposición en el Victoria and Albert de Londres explora las obsesiones que hay detrás de un gesto tan cotidiano como es calzarse.

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La prueba es muy simple. La próxima vez que se siente delante de alguien lance una mirada a sus zapatos. No importa si lo hace de manera furtiva o atenta, esa persona se sentirá intimidada y probablemente retirará instintivamente los pies. Esta reacción se explica con la teoría de que el calzado habla de nuestros deseos ocultos y obsesiones de manera más franca de lo que creemos. Es la parte del vestuario que más revela sobre nosotros mismos.

El museo londinense Victoria & Albert inaugura esta semana una exposición dedicada a explorar la carga de significado que tiene un gesto ta...

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La prueba es muy simple. La próxima vez que se siente delante de alguien lance una mirada a sus zapatos. No importa si lo hace de manera furtiva o atenta, esa persona se sentirá intimidada y probablemente retirará instintivamente los pies. Esta reacción se explica con la teoría de que el calzado habla de nuestros deseos ocultos y obsesiones de manera más franca de lo que creemos. Es la parte del vestuario que más revela sobre nosotros mismos.

El museo londinense Victoria & Albert inaugura esta semana una exposición dedicada a explorar la carga de significado que tiene un gesto tan cotidiano como cubrirse los pies. Titulada Zapatos: Placer y Dolor, la muestra quiere hacernos entender que nos calzamos siguiendo criterios que van más allá de la comodidad. "Los zapatos son objetos bellos y esculturales que también sirven como poderosos indicadores del género, el estatus, la identidad, el gusto e incluso las preferencias sexuales. Nuestras elecciones de calzado ayuda a proyectar la imagen de quien queremos ser", afirma Helen Persson, la comisaria de la exposición.

La muestra divide el contenido en zonas dedicada al estatus, a la seducción y a la transformación. Hay zapatos banales y excéntricos, antiguos y fabricados con impresoras 3D, usados por prostitutas o monarcas. Los diseños de Manolo Blahnik, productos de su imaginación que nos llegan sin casi adulterar son algunas de las estrellas de la selección.

Esos 250 zapatos exhibidos en vitrinas causan un efecto de extrañeza, como si en lugar de un objeto de uso cotidiano estuviéramos admirando alhajas raras o especímenes zoológicos ya extintos. La incontestable belleza de algunos, como los escarpines bordados que se ponían a las niñas chinas para que no les crecieran los pies, no pueden hacernos olvidar el dolor o las molestias que infligen. Los extremos a los que se llega a través del calzado y el placer que deriva de esa pequeña tortura es el tema que hila este proyecto. Entre los más excesivos están las plataformas que se usaban en el imperio otomano para ir al hammam y los tacones de Vivienne Westwood de 21 centímetros que en 1993 causaron el batacazo en la pasarela de la normalmente caminadora magistral Naomi Campbell.

En una exposición sobre el tortuoso placer de los zapatos no podía faltar la criatura nacida de la colaboración entre David Lynch y el diseñador Christian Louboutin, un par que deja la planta del pie al descubierto para goce de fetichistas. No obstante, los más conmovedores son los sencillos salones blancos de Salvatore Ferragamo que pertenecieron a Marilyn Monroe. Según la leyenda la actriz conseguía su característico bamboleo de caderas rebajando la altura de uno de los tacones. La inspección que llevaron a cabo los comisarios prueba que no era así, y que el contoneo de Marilyn era fruto de una concienzuda práctica: la realidad ha resultado ser menos sugerente que la leyenda.

Zapatos: Placer y Dolor devuelve la carga mágica a estos objetos pero sobre todo recuerda que ya está todo inventado. Los antiguos griegos ya llevaban zapatos de plataforma, Carrie Bradshaw es sólo una interpretación más del mito de la zapatilla de cristal, y las botas de los futbolistas son el equivalente moderno de las botas de siete leguas. En los cuentos de hadas clásicos –del Mago de Oz al gato con botas– ya se hablaba del poder transformador del calzado. No se lo sacaron de la manga los guionistas de Sexo en Nueva York. Los organizadores han recurrido a este folclore para definir su tesis. En una de las paredes, reproducida en letras de gran tamaño, se lee una de las máximas de Cenicienta : “Un zapato puede cambiarte la vida”