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¿De verdad este ‘reality’ vasco es el más extremo de la televisión?

La fama cuesta… y algunos están dispuestos a soportar todo tipo de humillaciones en televisión por obtenerla. Repasamos los 'realities' más extremos.

El conquistador del fin del mundo. Empieza su edición de 2019 con el sobrenombre de El conquistador del Pacífico, y una imagen corporativa de dudoso gusto que imita la famosa foto de la Segunda Guerra Mundial de los soldados estadounidenses en Iwo Jima. El programa es todo un fenómeno en el País Vasco, con más de un 15% de share: 33 muchachotes y muchachotas del Norte deben sobrevivir en archipiélago panameño de Las Perlas a insectos y serpientes. La nota de prensa de EITB lo califica como "el reality más duro de la televisión". ¿Es cierto? Creemos que los siguientes ejemplos os convencerán de lo contrario.
A dos velas. En 2017 también sonó la cantinela del reality más extremo jamás realizado. Se llamaba Darkness, se emitió en Discovery y se trataba una pesadilla para clautrofóbicos y amantes del sol nivel Julio Iglesias. Tres desconocidos encerrados durante seis días en una cueva o una mina abandonada debían encontrar al resto del grupo y salir sin iluminación, herramientas, agua ni comida. Ellos lo pasaban mal, porque la falta de luz les provocaba alucinaciones y la humedad hipotermia, pero peor les iba a todos los apacibles insectos que poblaban las profundidades y que pasaron a constituir su dieta. Se está preparando una segunda temporada.
Espejito, espejito. The Swan (El cisne) se hizo famoso por la crítica que de él realizo The New Yorker: “Es el reality show más sádico de la década”. El periodista era de lo más osado: estábamos solo en 2004… ¡quedaba tanto por ver! El concurso de Fox tenía dos partes: en la primera, convertían a ocho participantes que se consideraban patitos feos en cisnes a través del bisturí; en la segunda, competían con las otras concursantes por saber quién era todavía patito y quién cisne.
Comer como un perro. En lo que a torturas se refiere, pocas tan retorcidas como las de la televisión japonesa. En Susunu! Denpa Shonen (1998-2002) el reto al que se enfrentaba el cómico Nasubi era vivir encerrado en un apartamento sin posesiones de ningún tipo: ni ropa, ni comida… ni papel higiénico. Su única posibilidad de sobrevivir eran los sorteos de las revistas. El único que ganó fue el de una marca de comida para perros… y de eso se alimentó. ¿Os parece cruel? Pues a los cuatro meses se lo llevaron a un apartamento igual en Corea del Sur, para que hiciera lo mismo en otro idioma.
Parto con dolor. No sabemos qué responsabilidad tuvo Born in the Wild (TCA, 2015) en la súbita moda de parir en casa, pero lo cierto es que llevó más allá el concepto: las embarazadas debían dar a luz sin ayuda en un lugar tan remoto del planeta como es Alaska, sin electricidad ni agua corriente. Los nacidos en esas condiciones sí que son verdaderos supervivientes.
Boa sin plumas. Una serpiente comiendo puede ser algo muy poético… o eso nos quería hacer crecer El Principito, de Saint-Exupéry, con aquella historia de la boa que se tragaba un elefante. Eaten Alive (Discovery, 2014) consistía básicamente en lo mismo: una anaconda se tenía que zampar al aventurero Paul Rosolie (en la imagen), equipado con un traje para evitar que le rompiera los huesos. Había trampa: el muchacho fue sustituido por especialistas.Getty
Dormir es de cobardes. Algún creativo de Channel 4 fan de Pesadilla en Elm Street debió ser el responsable de Shattered (2004), en el que los concursantes competían por ver quién aguantaba más tiempo despierto. A la campeona, que se llevó 97.000 de las libras de antes de la devaluación del Brexit, la apodaron Terminator. El premio era de 100.000, pero te restaban 1.000 cada vez que cerrabas los ojos más de 10 segundos. Terminator estuvo 178 horas sin pegar ojo.
Sin ropa interior y a lo loco. Hubo una época de los realities en la que cualquier excusa era buena para quitarse la ropa. Aquí nos llegó como Adán y Eva, presentado por Mónica Martínez (en la imagen) de donde solo recordamos a aquel Adán llamado Comán… y a otra parte de su cuerpo. En Sex Box (Channel 4, 2013-2016) no se veían desnudos, pero los participantes debían dedicarse a la coyunda en un plató siendo observados por un jurado, que los puntuaba y comentaba sus aptitudes sexuales como si se tratara de Paloma del Río hablando de gimnasia rítmica en los Juegos Olímpicos. Tampoco estaba mal Buying Naked (TLC, 2013), en el que se mezclaban desnudos y burbuja inmobiliaria. El objetivo era vender casas a nudistas, que las visitaban siguiendo sus convicciones, esto es, en pelotillas.Getty
Una ciudad de niños. Como podemos comprobar en Masterchef Junior, los niños dan mucho juego en los realities. En Kid Nation se trataba de dejar a una pandilla de entre 8 a 15 años sin el cariño de la mami Eva González ni de la madrastra Samantha Vallejo-Nágera, en una especie de mezcla de El señor de las moscas y Supervivientes ambientada en una granja del Oeste. Hacían currar a destajo a los pequeños, y claro está, a las pocas horas algunos ya estaban llorando y los teléfonos de la cadena ardían con protestas por la crueldad del show. Duró menos que la batería de un móvil en manos de un niño.
Solo en Rusia. Asustados ante la posibilidad de que los Estados Unidos de Trump les derrocaran de su trono de reyes de lo bizarro, los rusos se pusieron las pilas con Game2: Winter. Se trataba de sobrevivir nueve meses en Siberia. Lo más llamativo fue que los productores afirmasen que los concursantes podían hacer lo que quisieran para lograrlo: “Todo está permitido. Pelea, alcohol, asesinato, violación, todo”. Peccata minuta: si tienen un presidente que cabalga a pelo sobre osos pardos, ¿cómo no van a sobrevivir a algo así? Finalmente, los concursantes se comportaron con más humanidad que los productores.Getty
Refugiados Welcome! En el reality australiano Go Back To Where You Came From (SBS, 2011-2018), algo así como Vuelve a tu país, se trataba de jugarse la vida para concienciar al personal. Los competidores debían ir a zonas de conflicto y realizar las peligrosas travesías de los inmigrantes ilegales en sus mismas condiciones: sin documentos, sin alimentos y (mal)viviendo en campos de refugiados. Ya en la primera temporada, no se los ocurrió otra cosa que irse a Bagdad, y les pilló el fuego cruzado de una escaramuza. Pero ellos no se arrugaron: el show debe continuar. Se acaba de estrenar una nueva temporada bajo acusaciones de que trivializa el problema.