Carmen March, la diseñadora española que pasó de cerrar su marca a vestir a Beyoncé
La creadora dicta con destreza su nuevo compás: un modelo en el que creación y negocio confluyen en sintonía.
Han pasado nueve años desde que Carmen March cerrara su firma homónima y tres desde que regresara a la primera fila con la serenidad que solo otorga la experiencia. ¿Entremedias? Un trienio al frente de Pedro del Hierro y mucho tiempo para replantearse metas. Ahora, sumergida en un pano...
Han pasado nueve años desde que Carmen March cerrara su firma homónima y tres desde que regresara a la primera fila con la serenidad que solo otorga la experiencia. ¿Entremedias? Un trienio al frente de Pedro del Hierro y mucho tiempo para replantearse metas. Ahora, sumergida en un panorama más frenético que nunca, afirma haber encontrado el equilibrio: «La velocidad y el calendario son los que son, así que haces las cosas rápidas, pero sin el nervio», explica en su taller en Madrid. El espacio, un luminoso recodo de aparente tranquilidad, acoge a 12 personas que gestionan todo el proceso, hasta que la pieza está lista para ser colocada en una percha en cualquier rincón del mundo. Juntos forman una pequeña familia que completan Petra y Lola, las dos perras de la diseñadora que tienen engatusado al equipo.
«Cuando empecé este proyecto todos me aconsejaron instalarme en París, pero en este momento las tecnologías te permiten trabajar desde donde sea. Yo quería fabricar aquí: hay una gran tradición de costura y unos talleres fantásticos». De sus perchas cuelga una orgullosa etiqueta Made in Spain –altamente apreciada hoy–, rematando creaciones con reconocibles influjos de la cultura española. «A veces diseño un vestido y creo que me he pasado con tantos lunares o volantes y luego es lo que más gusta fuera. Nuestra herencia se identifica muy bien y se valora mucho».
Pese al parón, su propuesta es una prolongación natural de su carrera, que ha gravitado siempre en torno al mismo núcleo: la mujer. La suya no es una efigie idealizada, sino un sujeto con matices y contradicciones. «Queremos dar respuesta a la feminidad contemporánea, un concepto que ha variado mucho a lo largo del tiempo. Ha habido épocas en las que para ser fuerte tenías que parecer un hombre en muchos aspectos; y no me refiero solo estéticamente, con los trajes de chaqueta, sino a la actitud. La búsqueda de qué es femenino hoy me interesa muchísimo. Soy historiadora y me encanta el pasado, pero no querría haber nacido en otro tiempo. Creo que como mujer tiene mucho valor el momento en el que vivimos», reconoce la mallorquina. Importa también encontrar armonía; tanto en el nivel de exigencia como en el respeto al personal que lo hace posible. «Me gusta mucho estar en el taller y jugar con los tejidos. Quiero que se vea en la prenda final: que el encaje en el cuerpo sea perfecto, que siente genial, que sea un traje en el que puedas vivir, que apetezca volver a llevar, que envejezca bien…».
«Hay una tendencia a la impaciencia y eso es catastrófico. La espera, bien gestionada, es una de las cosas más placenteras que existen».
La veteranía se palpa en todas las fases, empezando por el proceso creativo: «Al principio, experimentaba mucho cada temporada y daba grandes saltos cuánticos. Pero es algo que confunde al consumidor final. Cuando tienes una empresa buscas vender y fidelizar, así que tienes que tener más o menos claro a quién te diriges». Líneas matrices que permiten que el estilo sea reconocible. Su punto de partida a veces es una canción, a veces un sueño, una obra de arte, un color o simplemente algo que guardó en el tintero en la colección anterior. «Suelo reunir demasiada información; ideas que, si las incluyera, distraerían del eje principal. Así que las extraigo y las voy acumulando para otras temporadas». Un relato que también se ve intervenido por el tiempo. «Cuando empezaba solo me importaba lo que quería contar. Y daba igual lo que costara». Hoy se sigue permitiendo caprichos, pero en forma de telas extravagantes. Esta temporada, por ejemplo, una napa beis tan dócil como la seda. «En cada colección me doy un gustazo con algún tejido completamente fuera de presupuesto. Creo que es fundamental reservar una partida así; para algunos de mis compañeros es la energía que se extrae de un desfile, pero yo sin embargo eso me lo ahorro».
Es una de las ventajas del panorama actual, más abierto y flexible, con modelos que se salen de la norma. «Ahora, el mercado es menos rígido y la industria está más abierta a diferentes maneras de trabajar. Antes tenías que pasar por una serie de aros. Ya no, el mundo es muy ancho y hay infinitas posibilidades. Se trata de encontrar la fórmula que te encaje, la que le encaje al equipo y que, además, funcione financieramente. Hay marcas que presentan una colección al año y otras que solo hacen un producto; el comprador lo entiende», reflexiona March. También hay innegables cambios en los hábitos de consumo, marcados por el ritmo que dictan las redes sociales. Una metamorfosis con luces y sombras: «El producto es global y gracias a la tecnología puedes estar en cualquier rincón del planeta. Si no de manera física, sí a nivel de imagen. También hay más cultura de moda que nunca, el consumidor sabe lo que quiere», analiza la creativa. Pero, al mismo tiempo, la velocidad educa en una gratificación instantánea. A ojos de la diseñadora, se resta emoción: «Hay una tendencia a la impaciencia y eso es catastrófico. La espera, bien gestionada, es una de las cosas más placenteras que existen». Ella ha descubierto una cadencia con la que puede trabajar con más tranquilidad. La fórmula da resultado: ya vende en Kuwait, Suiza, Ucrania, Turquía, China o Australia y conquista a mujeres como Beyoncé, Andie MacDowell, Katy Perry o la reina Rania de Jordania, que han lucido sus propuestas.