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Boris Johnson: ¿esperpento estilístico o genio del marketing?

El primer ministro británico ha utilizado a su favor la ropa varias tallas más grandes, el pelo despeinado y los complicados conjuntos deportivos.

Cuando Boris Johnson era alcalde de Londres –cargo que ocupó entre 2008 y 2016– se hicieron virales los estilismos que elegía para salir a correr. Las bermudas con los más insólitos estampados, desde flores tropicales a tortugas, se convirtieron en seña de un look que los tabloides británicos analizaron en tono jocoso hasta la saciedad.
El ahora primer ministro británico tampoco acertadaba cuando cambiaba la ropa deportiva por un atuendo más acorde a las exigencias estilísticas de sus reuniones en Downing Street. Johnson hacía gala de un estilo poco pulido y descuidado que rehuía de la plancha y de visitar al sastre, llevando trajes arrugados que no eran de su talla.
Uno de los momentos más virales de la relación entre el político y la moda fue cuando apareció tres veces la misma semana llevando unos calcetines estampados con la cara de Asurbanipal, despiadado rey de los asirios. El revuelto fue tal (diarios como The Guardian exploraron en sus artículos si el conservador debía lavar más sus calcetines) que el equipo de Johnson se pronunció al respecto. "Posee múltiples pares con estampados similares y usa un par limpio cada día", dijeron.
El aspecto de Johnson ha cambiado bastante en los últimos meses. Muchas voces apuntan a que es su novia, la relaciones públicas Carrie Symonds, la responsable de su evolución. Al parecer, ha perdido diez kilos y lleva el pelo más arreglado, aunque aún no ha dado con la talla de ropa exacta que necesita.
En 2013, el entonces alcalde de Londres, posó junto a varios modelos masculinos en la famosa calle Savile Row para promocionar la sastrería británica. “Londres es al traje lo que Parma al queso parmesano. Y cuando los grandes quesos del mundo quieren ponerse elegantes, vienen a nuestra gran ciudad”, dijo en aquella ocasión. Lo más llamativo de todo es que el dos piezas que eligió ese día no estaba confeccionado por los sastres que promocionaba sino que era de la cadena Marks & Spencer.
El pelo de Boris Johnson es, quizá, lo más comentado y analizado de su físico. "Es un arma que ha utilizado persistentemente en el pasado para desviar la atención sobre cualquier atisbo de maldad", escribían en la edición británica de Marie Claire. Su aspecto, siempre revuelto y desordenado, le confiere la apariencia de "haber estado trabajando toda la noche". Su cabello incluso tuvo su propia cuenta de Twitter (@Boris_Hair), una recopilación de sus momentos estelares despeinado por el viento o sin razón aparente.
Ni al lado de la editora de moda más poderosa del globo, con la que posó en 2015, Johnson se esforzó por refinar su look. Años antes, la había citado en un discurso defendiendo la importancia de la moda británica. "Exportamos los mejores iconos de la moda del mundo. No solo nuestras modelos, Naomi Campbell o Kate Moss, son chicas de Londres, sino también, por supuesto, Anna Wintour es una chica de Londres”.
En 2009, él mismo reconocía su dudoso gusto estético al tiempo que defendía la industria de la moda británica. “Aunque nadie me acusaría de estar particularmente bien vestido, aprecio estas cosas y entiendo la importancia vital de apoyarlas. La moda no es solo algo que hace de Londres una de las ciudades más atractivas y vibrantes para vivir y trabajar; también supone enormes sumas de dinero en términos de exportaciones”.
Su estilo ha sido analizado recientemente por la reputada crítica de moda de The New York Times, Vanessa Friedman. "Es posible que, con el ascenso al poder tanto del señor Johnson como del señor Trump, sea hora de comenzar a repensar toda la sabiduría tradicional sobre lo que se necesita para convencer a la gente de que los candidatos tienen madera de líderes. O al menos lo referente a que tengan que lucir como si lo fueran".
Según Friedman, la atención al detalle y la capacidad de soportar el peso sobre los hombros, cualidades tradicionalmente transmitidas gracias al corte cuadrado de un traje bien planchado o de un cuidado peinado, parece que se han vuelto irrelevantes en la política con la elección de Johnson.
La prensa inglesa ha descrito su estilo como caótico tildándolo de "bufón" o "payaso" y poniendo hincapié en los cuellos desparramados y descolocados de sus camisas y también en sus corbatas, que rara vez se mantienen en su sitio. Johnson no debe de conocer el truco de Trump para mantenerlas impasibles con un poco de cinta adhesiva.
"El lugar de la mujer está en la Cámara de los Comunes" es el mensaje que puede leerse en esta camiseta que hace unos meses, en marzo de 2018, utilizó para salir a correr. Justo en esa época empezó a relacionársele con su actual pareja, Carrie Symonds, a la que la prensa define como "ecologista, feminista y admiradora de Michelle Obama".
En 2010 posaba así junto a la modelo Erin O'Connor en la semana de la moda de Londres, evento al que ha mostrado su apoyo en varias ocasiones.
Cuando Johnson salió a ofrecer té a los periodistas que lo esperaban a las puertas de su casa demostró, una vez más, que no es experto en cuidar la imagen que proyecta (ni siquiera frente a la prensa). El político apareció con una de sus míticas bermudas para correr, forro polar y tazas de lo más variopintas. Al contrario de lo que podría parecer, las clases medias y bajas podrían identificarse con este tipo de estética, algo que habría influido en su llegada al poder.
Este tipo de apariciones podrían haber sido perjudiciales para otros políticos hasta el punto de influir en su descarte como candidatos idóneos para representar al pueblo. En su caso, sin embargo, lo acercaron a la gente de a pie haciéndolo más cercano y creíble.
Así apareció pegándose una carrera en 2018 junto a Julie Bishop, Ministra de Relaciones Exteriores de Australia por aquel entonces. Una imagen que prueba que un gorro, una camiseta cualquiera y unos shorts han sido el uniforme más popular de Boris Johnson. Mucho más, incluso, que el traje amplio y arrugado.

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