El veinteañero que convirtió el paraíso VIP de los ‘millenials’ en una pesadilla
Al empresario Billy McFarland le llueven las demandas en los juzgados por el fraude de un supuesto festival VIP en las Bahamas que se convirtió en ‘El señor de las Moscas’.
William «Billy» McFarland solo tiene 25 años pero ya se ha ganado el apodo de ser el «Madoff de los millenials«. Su polémico currículo de negocios parece avalar su apodo. Ha sido el responsable de convertir en un auténtico Señor de las Moscas lo que prometía ser un festival VIP en una exclusiva isla de las Bahamas, el ...
William «Billy» McFarland solo tiene 25 años pero ya se ha ganado el apodo de ser el «Madoff de los millenials«. Su polémico currículo de negocios parece avalar su apodo. Ha sido el responsable de convertir en un auténtico Señor de las Moscas lo que prometía ser un festival VIP en una exclusiva isla de las Bahamas, el Fyre Festival, arruinando las ilusiones de la chavalada más privilegiada de EEUU y dejando en la estacada a inversores millonarios que, tras la debacle en la que se convirtió el evento más desastroso de 2017, ahora comprenden que su prometedora start up en realidad podría haber bebido del esquema Ponzi.
De entrevistas en Vanity Fair donde prometía convertirse en el inventor de un Coachella mucho más inspiracional, exclusivo y paradisíaco –muchos lo comparaban con el nuevo Mark Zuckerberg–, a empresario incapaz de pagar a sus propios empleados. McFarland, según avanza The Guardian, se enfrenta ahora a demandas millonarias en los juzgados. El rotativo británico recoge el testimonio de un inversor que desembolsó 700.000 dólares para la app de Fyre Media bajo la promesa de unos beneficios de 31 millones en pocos meses. Acciones legales que se suman a la que han interpuesto dos prestamistas que le dejaron 3 millones que no han visto –Carola Jain y Ezra Birnbaum– y otro conjunto de demandas y denuncias en en Los Angeles de unos 100 millones de dólares entre los compradores de entradas y los servicios de tickets.
¿Cómo ha llegado este joven a ser considerado como uno de los supuestos timadores más polémicos de 2017? No es la primera vez que McFarland –junto a su socio, el rapero Ja Rule– se mete en líos de este estilo. En 2014 desarrolló lo que él vende como una especie de American Express negra para millenials. Una tarjeta llamada Magnises que promete a sus jóvenes suscriptores formar parte de un exclusivo club cuya membresía les ofrece descuentos en conciertos y clubs, viajes a lugares paradisíacos o invitaciones a fiestas privadas en eventos de renombre, como la Miami Art Basel a cambio de pagar 250 dólares al año. La start up, que sigue operativa y tiene unos 40.000 miembros –el 60% está en Nueva York–, también ha defraudado a sus socios. Según desveló el Business Insider, algunos miembros de este supuesto club de élite no han conseguido la experiencia VIP, ni mucho menos, que se les prometía. Problemas para acceder a los conciertos de Beyoncé o Adele adquiridos a través de la app –se les avisaba el mismo día de que ya no podían ir– o vuelos comprados a Cuba que acababan cancelándose tras múltiples cambios. Experiencias negativas que ahora se han multiplicado con el polémico Fyre Festival.
El caso de McFarland sienta precedentes en los peligros del marketing experiencial, tan en boga hoy en día y cuyos estudios defienden que los jóvenes quieren sentirse exclusivos en su tiempo de consumo. Su festival era el epítome de esta filosofía: los tickets se movían entre los 1.200 dólares en el paquete básico hasta los 250.000 dólares para grupos, con vuelos fletados desde Miami a Exuma. El festival que celebraba el hedonismo capitalista más salvaje asegurando fiestas en yates (alquilados por 60.000 dólares extra), barbacoas en playas de aguas prístinas y glamping en yurtas glamourosas se convirtió, más bien, en una versión de Los Juegos del Hambre o una especie de juego perverso de supervivencia, con tuits de sus asistentes pidiendo ayuda para salir de la isla y cachondeo total en las redes sociales. Las actuaciones se cancelaron el primer día, no había asistencia médica y los festivaleros se vieron atrapados en la isla en las supuestas yurtas que pasaron a ser carpas a medio montar y las barbacoas se convirtieron en sandwiches de pan seco con una rodaja de tomate; sin saber cuándo podrían volver a sus casas.
¿Cómo llegaron estos chavales a pagar tales barbaridades de dinero siendo la primera edición de un evento de esas características? Posiblemnte, porque unos 400 influencers contratados no se habían cansado de prometer a sus seguidores durante meses en sus redes que el Fyre Festival era el auténtico sueño inspiracional del año. En diciembre una manada de supermodelos acudieron a la isla de la debacle para grabar la exitosa promoción del festival. Un anuncio de poco más de un minuto donde chicas de la liga de Victoria’s Secret (Alessandra Ambrosio, Bella Hadid, Emily Ratajkowski, Lais Ribeiro o Chanel Iman, entre muchas otras) se zambullían al mar desde magníficos yates o montaban en motos de agua mientras se prometían fiestas hasta el amanecer «en una de las islas que perteneció a Pablo Escobar».
Una carísima producción con toques de superproducción hollywoodiense a sumar a toda la promoción pagada en redes (la empresa contrató al maestro del meme, FuckJerry) con posts en los que influencers prometían maravillas sobre el evento y acudir a él (solo Ratajowski incluyó el hashtag #ad). Según desveló después Vice, la organización llegó a pagar 250.000 dólares a Kylie Jenner para que hablase del festival en su Instagram y ninguno de los 400 influencers contratados para promocionarlo cobró menos de 20.000 dólares. Una estrategia que se llevó a cabo meses antes de tan siquiera contratar los aseos para los asistentes o el servicio de catering (que se dejó para el último momento).
«Bill McFarland deja un reguero de desastres de falso lujo allí por donde pisa», defendían en un reciente perfil en Esquire, a la espera de saber si el desastre de Fyre acaba con la carrera de este joven que dejó los estudios para cambiar la vida de los millenials. Y de qué manera.