El porno del futuro se llama «porno ético» y viene de Berlín
Lick and Listen, Pop Corn y Sex school: un recorrido underground por la escena porno berlinesa de la mano de una de sus creadoras.
En Berlín se mastican techno y sexo cada noche. El 80% de los clubs en la capital de la electrónica son ‘sex positives’ y, desde 2006, además de peregrinar a la Berghain (la catedral del techno de la ciudad), muchos lo hacen también al mayor festival porno de europa: el Porn Film Festival, que en 2018 atrajo a 9.000 visitantes (un 50% de ellos extranjeros).
Allí, el creciente éxito de la pornografía alternativa es una consecuencia más de la capacidad de reinvención y del espíritu de libertad que sig...
En Berlín se mastican techno y sexo cada noche. El 80% de los clubs en la capital de la electrónica son ‘sex positives’ y, desde 2006, además de peregrinar a la Berghain (la catedral del techno de la ciudad), muchos lo hacen también al mayor festival porno de europa: el Porn Film Festival, que en 2018 atrajo a 9.000 visitantes (un 50% de ellos extranjeros).
Allí, el creciente éxito de la pornografía alternativa es una consecuencia más de la capacidad de reinvención y del espíritu de libertad que siguen rompiendo muros en una ciudad cosmopolita y abierta, en la que la vida es todavía asequible, y donde se potencian las ayudas creativas y sociales. Por ejemplo, en este ámbito, el gobierno del SPD (Partido Socialista Demócrata de Alemania), encabezado por el alcalde Michael Müller, incluyó el pasado junio en su agenda una medida sin precedentes en Europa: destinar parte del presupuesto dedicado al cine berlinés a apoyar también el porno ético. A corto plazo promoverán las producciones locales y, a largo, pretenden incluirlas dentro de la parrilla televisiva. Los socialdemócratas siguen así el ejemplo de Suecia, pionera en impulsar la educación sexual a través de la industria del cine para adultos.
En España estamos a la cola de esta «porno revolución» que se articula sobre una base de regulación, normalización y educación. Los jóvenes se acercan cada vez antes al porno –es entre los nueve y los catorce años cuando ven los primeros vídeos en plataformas de streaming– según datos por facilitados por el gigante online Pornhub, que registra cada día la visita de 81 millones de personas en busca de más o menos minutos de placer. Y según todos los estudios relacionados, es evidente que este contenido audiovisual influye en la sexualidad de los adolescentes y condiciona después la calidad de sus relaciones durante su vida adulta.
De eso puede hablar (y mucho) mi entrevistada, Miss Lemon, que acaba de sentarse en el bar en el que nos hemos dado cita a la orilla del emblemático puente Oberbaum, en el barrio turco de Kreuzberg. Son las cuatro de la tarde y una ola de calor pegajoso y húmedo nos baja las pulsaciones al nivel del asfalto. Llega con un vaporoso vestido rojo, cruzado en la espalda por finas tiras de strass, que deja al descubierto un escote sugerente y estudiado. Después de diez años en la ciudad, ella es de las pocas españolas que forma parte del núcleo duro de la escena porno berlinesa.
¿Qué se cuece en Berlín y por qué todo el mundo habla de porno feminista y ético?
Berlín es en este momento el epicentro europeo del porno ético, que es la antítesis al porno mainstream. Los que lo hacemos buscamos que los perfomers rueden en safe spaces, donde se cumplan las medidas de seguridad e higiene necesarias, que se sientan cómodos y exista una atracción real entre ellos. Trabajamos sobre un guión pero aquí nadie te dice cuándo cortar, nadie les dice cómo hacerlo, lo que se enseña es sexo real. Nos movemos en una una escena free gender, queer, bi y trans. El porno feminista es porno hecho por y para mujeres donde se abole el papel dominante del hombre blanco que cosifica a la mujer y en el que predomina una visión misógina, así que todo está dentro del mismo cajón.
Me cuentan que tu incursión en la escena porno empezó con una performance en la que te exprimías limones en los pezones, siguiendo la estela de directoras como Natalia LL (Lach-Lachowicz) en los 60?
Las frutas siempre han tenido una dimensión muy erótica para mí. Estudié Bellas Artes y desde el año 2005 ya me rondaba por la cabeza hacer vídeo arte con frutas pero nadie quería participar, así que acabé haciéndolo yo aquí en Berlín y funcionó. Después llegó mi debut en el porno hace dos años, cuando organicé el Valencia Sex Festival, ahí conocí a gente de la industria del porno ético de Barcelona como Irina Vega, María Rayo o Erika Lust, con la que actualmente colaboro como producer. Hace un año he podido hacer mi sueño realidad y materializar mi idea de porno con frutas de la mano de la directora Poppy Sánchez. En la peli Devour donde actúo con Parker Max.
¿Fue esta peli tu bautismo como actriz X? ¿Cómo se pasa de estar detrás de las cámaras a dar el salto a la pantalla?
No, mi primer ‘solo’ llegó un poco por casualidad, mi ex novio es director de cine porno y estábamos en Suecia en unos talleres en los que los alumnos aprendían a redactar un guión que luego ponían en práctica. Necesitaban a una performer y yo, que siempre he sido muy exhibicionista, pensé: -«¿por qué no?». Me quise poner a prueba para saber si me iba a sentir bien delante de las cámaras y, al principio, confieso, estaba muy nerviosa, pero me encantó llevarme a experimentar y ver cómo reaccionaba.
No solo de pelis vive el porno en Berlín, por lo que veo la industria aquí da para mucho más.
Sí, la escena es muy amplia. Yo no me considero una actriz porno, actúo cuando el proyecto me encanta, pero sí una educadora sexual. Ahora estoy produciendo Sex School (que estará online en junio), una serie de 12 episodios en los que trabajadores del sexo, ya sean prostitutas, dominos o performers nos cuentan su experiencia con fines educativos: hay que entender el sexo fuera de lo que es únicamente genital para poder disfrutar del cuerpo de una manera diferente. En total está previsto que sean seis capítulos. En el primero Consentimiento, en el que profesionales nos hablan de cómo hacer un trío desde la parte de la emoción, la comunicación y la higiene para después poner en práctica lo que explican.
¿Cómo os financiáis?
Ha sido un inversor privado el que ha puesto el dinero y al que le hemos vendido el proyecto, por eso lo hemos grabado poco a poco, queremos ver cómo funciona. La idea es colgar los vídeos en una plataforma de pago, pero si desde el gobierno empiezan a apoyar el porno podrían emitirse en televisión, de hecho una tele alemana está interesada en el proyecto. Lo interesante es que el SPD está a favor del porno educativo, quiere romper con el mainstream y empiezan a apostar por esta dimensión ética.
Parece que la llegada de las ayudas públicas podría hacer mucho más factible la producción y por tanto la normalización. ¿Qué proyectos barajáis a corto plazo?
Exacto. Hace unos meses hemos estrenado Music In, en la que he participado y que hemos hecho entre colegas. Todo empezó cuando un amigo me dijo que quería hacer una performance con el cuerpo de su novia, colocando micros, entonces yo le propuse llevarla al porno, le dije que yo podía ser la performer y Poppy Sánchez la directora. Después me reuní con Erika Lust, le encantó la idea y son ellos los que la han producido desde Barcelona. En la peli yo me convierto en un objeto e interviene también Parker Max, hacemos BDSM, body marking y masturbación. Mi amigo, el que tuvo la idea, va modificando todos los sonidos que salen de mi cuerpo. Ahora, y también en colaboración con Erika, estamos produciendo desde aquí tres pelis más que pronto estarán listas.
¿Son estas pelis las que proyectáis en tus sesiones Lick & Listen? Los que han estado comentan que han sido todo un éxito, también entre el público más mainstream.
Lick&Listen es una parte del proyecto Fecunda Lab que acoge también las sesiones Porn Corn, lo hemos llevado a cabo aquí y en Barcelona y ha tenido una gran acogida. En las primeras sesiones proyectamos pelis de la escena porno berlinesa, mudas y con música en directo, en Pop Corn la filmografía de un director seguida de un coloquio con él. Lo que queremos es la normalización, que se rompan los tabúes y la estigmatización que todavía existe con el porno y con los que nos dedicamos a esto.
¿Sigue habiendo tabúes aquí? Mi experiencia en esta ciudad es que lleváis muchos pasos por delante del resto de Europa, pensar en un club de sexo, como el Kit Kat, donde por 15 euros cualquiera que lleve un outfit adecuado puede entrar me parece el futuro.
El Kit Kat es uno de esos lugares en los que sientes libertad y respeto pero sigue habiendo gente que nos considera raros a los que nos dedicamos al porno. Yo tengo amigos en España que me dicen «es que tú no eres normal». Afortunadamente aquí hay muchísimos talleres en los que gente de la escena compartimos experiencias. Son convivencias de uno o dos días donde nos reunimos para «jugar» pero también para abordar el sexo desde una perspectiva emocional. Hay talleres de traumas, de flogging, orgías…
¿Puede participar cualquiera en estos talleres o son exclusivos para profesionales del porno?
Básicamente los que acuden son personas que se dedican al porno pero están abiertos a todo el que quiera venir. El objetivo es aprender y buscar nexos en común. Uno de los festis más famosos aquí es el Explore B, que se celebra en Barcelona, Berlín y Copenhague. El año pasado estuve en Suecia en otro que cambió mi perspectiva del BDSM que para algunos es una práctica oscura y perversa, pero en realidad todo depende de cómo te lo plantees, al final es un guía dándote un viaje con el que tú te vas a disfrutar… Eso sí, cada uno tiene que descubrir donde están sus límites y aprender a decir no.
¿A qué te refieres con decir no?
Muchas veces la gente se cree que viendo porno va a aprender a follar y esto no es así, la gente aprende fetiches y aprende filias. Conozco a gente que por no saber decir no a tiempo les han metido palizas increíbles.
La delgada línea que separa el dolor del placer…
Si alguien no tiene la confianza con su partner, lo que para uno puede ser maravilloso se puede convertir para otro en un infierno. Si algo he aprendido gracias al porno es a conocerme en profundidad, a saber lo que quiero, a aceptar lo que me gusta y a quién pedírselo. Acabo de llegar de Valencia y mañana me apetece que alguien me latigue.
¿Te ha costado explicarle a tu familia a qué te dedicas ahora?
Mi familia está al tanto de lo que les voy contando, les hablo de los talleres de bondage, de algunas cosas que hago pero de una manera muy light, no están preparados para entender todo porque son de otra generación, han vivido el sexo con otra mentalidad.
Miss Lemon se despide, se va a buscar a uno de sus partners para pasar un fin de semana de ‘prácticas y auto conocimiento’. Me invita a volver de visita a Berlín y a apuntarme en otra de sus iniciativas, las play parties que ella misma quiere organizar, a medio camino entre los talleres de los que me habla y el Kit Kat. Con un calor evanescente me termino mi bebida y me quedo pensando en el limbo entre realidad y ficción, en si en un futuro será posible utilizar el nombre de mi entrevistada, en vez de su seudónimo. En cómo las ideas que nos han inculcado acaban creando una identidad, para muchos todavía estereotipada y obsoleta que les genera dudas, rechazo y que por supuesto se puede dejar atrás (igual que ella dejó su antiguo trabajo para enfocar su vida hacia el porno). Pienso en la importancia de que desaparezcan de una vez la cosificación de la mujer y la discriminación racial en el «cine para adultos» y en la absoluta necesidad que todos tenemos de vivir una sexualidad plena, aceptando lo que nos gusta y queremos, sin ser juzgados, como una fase más de crecimiento personal, valoración, evolución: en resumen, de amor propio.