¿Mala postura? Prueba con el ballet

No solo los ejercicios de yoga y pilates son capaces de mejorar las malas posturas. Trucos y ejercicios sencillos de los bailarines clásicos también pueden acabar con espaldas dobladas y errores posturales.

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Además de ser un hábito, la postura es también la relación de unas partes del cuerpo con otras, de manera que los perjuicios que puede ocasionar una actitud física incorrecta son numerosos. Hay expertos que aseguran que refleja la expresión somática de emociones e impulsos y que la forma en la que sostenemos nuestro cuerpo puede dar información muy relevante acerca de nuestra personalidad, o lo que es lo mismo, de quienes somos y cómo nos sentimos.

En efecto, observar a una persona encorvada puede dar la impresión de que está abatida y, en cambio, la misma persona con u...

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Además de ser un hábito, la postura es también la relación de unas partes del cuerpo con otras, de manera que los perjuicios que puede ocasionar una actitud física incorrecta son numerosos. Hay expertos que aseguran que refleja la expresión somática de emociones e impulsos y que la forma en la que sostenemos nuestro cuerpo puede dar información muy relevante acerca de nuestra personalidad, o lo que es lo mismo, de quienes somos y cómo nos sentimos.

En efecto, observar a una persona encorvada puede dar la impresión de que está abatida y, en cambio, la misma persona con una actitud erguida, puede transmitir bienestar o ligereza. A mediados del siglo pasado los antropólogos comenzaron a hablar de la kinésica, la ciencia que estudia nuestros movimientos y posturas, pero se sabe que 3000 años a. C. médicos y sacerdotes chinos ya prescribían determinados ejercicios físicos y respiraciones para mantener la armonía entre lo corporal y lo físico.

La columna vertebral, la pelvis y las extremidades inferiores tienen el dudoso honor de cargar con los efectos de nuestros vicios corporales. Los actuales son bien conocidos: mala postura al sentarnos en el despacho, al escribir en el ordenador, al conducir, al agacharnos, al sentarnos e incluso al caminar. El repaso de sus secuelas es un rosario de dolores (de espalda, de cabeza, de lumbares), de problemas físicos (joroba, vientre abultado) y también de mala apariencia. Porque una mala postura puede dar una imagen general deteriorada mientras que una buena puede hacernos parecer más esbeltos y, desde luego, más elegantes.

Y precisamente, perseguir esa elegancia postural del ballet es la que puede ayudarnos a mejorar la que tengamos. La buena noticia es que la postura puede entrenarse. La mala, que debemos ser constantes y ser conscientes de nuestro cuerpo a lo largo del día. Guillermina de Bedoya dirige desde hace dos décadas su estudio de danza y repasa para S Moda sencillos ejercicios propios del ballet que cooperan en la corrección de nuestros errores posturales.

Los niñas y niños que practican esta disciplina suelen caminar distinguidos y destacar por lucir espaldas más rectas incluso cargando con mochilas, pero cualquier adulto sin tutú puede incorporarlos a sus rutinas diarias para lograr no acabar el día con huesos y músculos ovillados.

Lo primero que debemos hacer es apoyarnos en algo y no es necesario pensar en barras de ejercicios frente largos espejos, “se puede utilizar una silla, una barandilla o algún mueble que llegue aproximadamente a la altura de la cintura” señala de Bedoya. A partir de ahí, con los brazos ligeramente flexionados y el cuerpo alineado podemos practicar alguno de estos ejercicios que, según la bailarina, repararán nuestro porte.

Plie. Es el ejercicio básico y fundamental del ballet y está especialmente indicado para “cuidar y corregir la espalda”. La primera posición de pies trabaja la correcta alineación y además el movimiento de amortiguación de nuestro cuerpo. Se debe comenzar en una posición bien erguida del cuerpo, juntar los talones y rotar las piernas hasta conseguir con los pies una “v” lo más abierta posible y que permita una posición cómoda. El brazo que no se apoye se redondeará y se colocará a la altura del ombligo. En esta posición se flexionan las rodillas, –abiertas igual que lo pies y sin levantar talones– y a continuación se estiran. Durante todo el movimiento, debe estirarse el cuerpo, la cadera siempre paralela a los talones y la mirada al frente.

Grand plie. Es un plie pero más amplio con el que “se trabaja el suelo pélvico y tonificamos las piernas”. Se logra flexionando las rodillas hasta que los talones necesiten levantarse, momento en el que debe bajarse la cadera casi hasta los talones, sin dejarse caer. A continuación, volver a subir con los talones apoyados, las rodillas estiradas y buscando alargar el cuerpo hacia techo sin cerrar las rodillas, que estarán siempre en línea con el pie.

Relevés. Mejoran la fuerza del tobillo y el equilibrio. Desde esa primera posición de pies, habrá que subir los talones lo más alto posible y volver a bajarlos. Si a esa bajada le añadimos un plie, además, estiraremos los gemelos.

Cambrés. Estos ejercicios trabajan el movimiento de la columna en tres planos (delante, al lado y detrás). Desde “la primera”, debe colocarse el brazo que no está apoyado en la línea imaginaria que rodea la cabeza sin subir los hombros y empezar a bajar la columna hacia las rodillas y luego subir a la posición inicial. Del mismo modo, haremos esta flexión hacia los lados (cambiando la mano de apoyo) y también hacia delante y hacia atrás.

Estos cuatro ejercicios pueden hacerse por separado pero también combinándolos en cuatro series de dos plies, un grand plie, un cambré y un relevé.

El equilibrio

Aunque, en general, todos ejercicios de ballet contribuyen a mejorar nuestro equilibrio, los siguientes lo refuerzan además de estirar la columna y colocar perfectamente el cuerpo.

Retires. Desde la primera posición, se desliza un pie desde el tobillo hasta lo más cerca de la rodilla que se pueda. La rodilla se mantiene abierta, mirando al lado, y luego se devuelve a la posición original.

Port de bras. Se trata del movimiento de brazos que busca la estabilidad de la escápula y elimina la tensión de los hombros. Desde la primera posición y con el cuerpo erguido, los brazos irán siguiendo la línea imaginaria que rodea el cuerpo desde una altura ligeramente por encima del ombligo. Se irán llevando por encima de la cabeza primero y hacia los lados después. Siempre con la mirada al frente y sin subir los hombros, repitiendo el ejercicio entre cuatro y ocho veces… e imaginando que somos cisnes que flotan en lagos tranquilos.

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