Una crema para salvar a los albinos
Mafalda Soto, que ha creado una crema que protege a los albinos de morir abrasados por el sol, cuenta a S Moda algunas historias de superación, de coraje y supervivencia.
Gallega. De Ourense. 33 años. Mafalda Soto estudió Farmacia, por eso de seguir la tradición familiar. Se largó a Islandia. Hizo un master de Medicina Tropical y Salud Internacional y atendió a la llamada de su mochila: “Me enamoré del amor de los profesores por servir a los más necesitados, de su energía y decisión, de su respeto por África, por dejar legado, de reinventarme, de luchar por los demás”. Así que se largó a Malaui a un voluntariado por nueve meses con una mochila (ya lo dijimos…) de 15 kilos. Han pasado más de 7 años y por aquí sigo”.
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Gallega. De Ourense. 33 años. Mafalda Soto estudió Farmacia, por eso de seguir la tradición familiar. Se largó a Islandia. Hizo un master de Medicina Tropical y Salud Internacional y atendió a la llamada de su mochila: “Me enamoré del amor de los profesores por servir a los más necesitados, de su energía y decisión, de su respeto por África, por dejar legado, de reinventarme, de luchar por los demás”. Así que se largó a Malaui a un voluntariado por nueve meses con una mochila (ya lo dijimos…) de 15 kilos. Han pasado más de 7 años y por aquí sigo”.
Pequeñas grandes historias
“Edina, segunda hermana de 8; cuatro de los cuales fueron albinos. A la pequeña la llamaron Lodina (‘la tierra nos ha castigado’, decían en su familia). Según la superstición, si mantienes relaciones sexuales con un albino se te cura el SIDA. Su primo la violó e inicialmente la Comunidad no hizo nada para romper el equilibrio del núcleo familiar. Afortunadamente el tiempo hizo justicia y fue a la cárcel. Ella continúa seronegativa”.
Otras (diferentes)
“Cristina, que cose con ahínco en su máquina de coser los gorros que ayudarán a sus colegas a protegerse del sol”. O “Mamma Happiness, albina cincuentona y pizpireta que acogió y cuida con amor a 70 niños de las amenazas de muerte y mutilación que les perseguían en sus aldeas de origen… Dentro de la barbarie hay esperanza, esa esperanza pesa mucho y lo puede todo”.
Al poco tiempo de su voluntariado en Malaui a Mafalda le ofrecieron la coordinación de un proyecto para apoyar a los albinos. Su nueva ‘oficina’ estaba en el monte Kilimanjaro. Allí se fue. El resultado del proyecto se materializó en un fotoprotector llamado Kilimanjaro Suncare (Kilisun), que se fabrica allí mismo y se distribuye gratuitamente a personas con albinismo en Tanzania. Ahora mismo, el reto de esta gallega que sigue añorando su tierra es vestirse con ‘traje y corbata’ y buscar financiación en Europa y otros lugares de esos que llaman desarrollados. Si quieres saber más sobre la historia de Mafalda Soto, pincha aquí en la web del proyecto Mazda Rebels.