Instrucciones para guardar el verano
Escribo esto a principios de agosto, justo después de desayunar en una mesa con platos de fruta, quesos, huevos pasados por agua, embutidos y litros de café. Hay algún periódico viejo también con noticias que ya no importan, pero aun así los leemos con el rítmico desajuste del verano.
Es en estos días vagos cuando guardar recuerdos para el invierno, como si la hormiga almacenadora se pasara todo el año viendo con añoranza fotos de la cigarra y escuchando a Camarón. A. inmortaliza casi todo, un aperitivo bajo un toldo ventoso con chubasqueros y katiuskas y muchas cañas y algún vino. Dice...
Escribo esto a principios de agosto, justo después de desayunar en una mesa con platos de fruta, quesos, huevos pasados por agua, embutidos y litros de café. Hay algún periódico viejo también con noticias que ya no importan, pero aun así los leemos con el rítmico desajuste del verano.
Es en estos días vagos cuando guardar recuerdos para el invierno, como si la hormiga almacenadora se pasara todo el año viendo con añoranza fotos de la cigarra y escuchando a Camarón. A. inmortaliza casi todo, un aperitivo bajo un toldo ventoso con chubasqueros y katiuskas y muchas cañas y algún vino. Dice que luego, en el vuelo a México, donde vive, aprovecha que los niños se quedan dormidos para mirar las fotos de su pueblo y su gente, y llorar. R. postea en Instagram una foto con un deseo: “No me quiero olvidar nunca de esta tarde…”. En el bar de abajo hacen turnos este verano dos chicas de unos 17 años. Sé que justo después de traernos la cuenta se pondrán el pañuelo de fiestas y se irán a cualquier pueblo de la costa hasta el amanecer. Aún me acuerdo.
Qué tramposos son los recuerdos del verano, qué sensación de poderlo todo.
Titulamos este número ‘grandes esperanzas’, pero no hablamos aquí, nadie se confunda, de resetear, de nuevos propósitos, de potenciales a explotar o de la ‘vuelta al cole’, horrible frase cuando no se utiliza en menores de 12 años. No. Aquí hemos venido a hablar de conservar un poco más tiempo el calor y para eso traemos varias mujeres empeñadas y poderosas (no empoderadas) que llevan un veranillo dentro, entiéndase esto como lo que es: la sensación de poderlo todo o al menos de mirar las fotos, guardadas para cuando ya no queden días, y encontrar fuerza.
Sydney Sweeney atendió nuestra llamada en un momento terrible. Lo leerán en la entrevista que con delicadeza y oficio le hizo Irene Crespo, a quien contó cómo con solo 25 años ya ha montado una productora, además de haber protagonizado series tan arriesgadas como Euforia o White Lotus. Antes tuvo que ir de 3 a 10 veces por semana a castings donde la rechazaron. Leerán también el titular de Judeline: “Siento que me he creado a mí misma”. Verán a Olivia Molina con sabiduría acumulada, perspectiva y la clarividencia de no tener que volver porque irse es solo como algunos llaman a la intermitencia de la vida. Ella no.
Les traemos también un par de regalos: la inminente colaboración de Mela Pabón, la puertorriqueña que lee el horóscopo por Instagram a su manera, y la tribuna de Bob Pop desmontando el mito de la diva sufriente. Hay material de sobra para alimentarse en septiembre. Y como todavía por unos días seguimos en verano, se puede citar, se permite antes de volvernos cínicos del todo, y ahí vamos con Camus y su verano invencible: “Volvía a encontrar allí la antigua belleza, un cielo joven, y ponderaba mi suerte, comprendiendo por fin que en los peores años de nuestra locura el recuerdo de este cielo no me había abandonado nunca”. Hay que guardarlo, nos hará falta.