Opinión

Cuando quererse a una misma también resulta ser un privilegio

“Cada vez es menos rara una mujer con alta autoestima, pero a algunas nos cuesta evidenciarlo”.

Rosario Villajos: "Cada vez es menos rara una mujer con alta autoestima, pero a algunas nos cuesta evidenciarlo".Mar Moseguí

Una vez tuve un trabajo en el que nos pedían hacer una revisión de desempeño anual. A principios de año rellenábamos un formulario online para enunciar unos objetivos y a finales teníamos la evaluación. Había un apartado en el que tú misma debías calificarte eligiendo de una a cinco estrellas (como los restaurantes Michelin o los productos de Amazon) y otra sección justo debajo donde, una vez terminada tu valoración, tu mánager puntuaba tu labor del mismo modo. La primera vez que pasé por esto me puse cinco estrellas en todo, ¡hala!, convencida de mis logros y ejecución de tareas y de...

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Una vez tuve un trabajo en el que nos pedían hacer una revisión de desempeño anual. A principios de año rellenábamos un formulario online para enunciar unos objetivos y a finales teníamos la evaluación. Había un apartado en el que tú misma debías calificarte eligiendo de una a cinco estrellas (como los restaurantes Michelin o los productos de Amazon) y otra sección justo debajo donde, una vez terminada tu valoración, tu mánager puntuaba tu labor del mismo modo. La primera vez que pasé por esto me puse cinco estrellas en todo, ¡hala!, convencida de mis logros y ejecución de tareas y de que, en consecuencia, merecía un aumento de sueldo. Mi mánager, que me había dado tres estrellas a lo sumo, me bajó de la nube mostrándome con ejemplos lo que había que hacer para sacar mejores notas. Tras el bajonazo inicial, continué trabajando al ritmo de siempre, es decir, igual (o peor, más desganada, seguro), pero al hacer la autoevaluación al final de aquel año me di un máximo de tres estrellas, en algunos campos sólo dos, e incluso añadí comentarios con ejemplos sobre cómo podría haber mejorado mi trabajo. Esta vez mi mánager escribió en el espacio reservado a “Observaciones” que nada de dos ni tres estrellas, que merecía cinco en todo y la consecuente subida salarial. (¿Bieeeen?).

Este tipo de experiencias me han llevado en no pocas ocasiones a confundir la imagen íntima que tengo de mí con la que se espera y he de proyectar en favor de proteger mis propios intereses, algo así como un olor corporal que estaría orgullosa de mostrar si no fuera porque ha acabado convertido en el famoso pedo bajo la sábana que sólo su dueño es capaz de soportar.

Sé que cada vez resulta menos raro conocer a una mujer con alta autoestima, pero a algunas aún nos cuesta evidenciarlo porque nos han enseñado a verlo como algo aberrante, algo así como besar con lengua a tu hermana. Hemos sido funambulistas que deben permanecer siempre a mitad del cable: lista, pero no sabionda, nada pacata pero tampoco audaz, ni muy estrecha ni muy puta, y cuando yo ya estaba encaminada a superar ese absurdo he encontrado otra grieta en la autoestima que suena a mujer, quiérete mucho ahora que has entrado en el mercado común pero, por favor, que no se te note, no vaya a ser que estés equivocada.

¿Cómo va a ser un error amarte? Desde luego, hacerlo abiertamente y sin que chirríe es un privilegio y si alguna vez esta mierda ha ocupado algún minuto de tu tiempo será porque tu autoestima no es tan alta como creías, me digo. Y como estás harta de marearte en ese péndulo que oscila entre quererte mucho y no quererte nada, y además deseas preservar ese amor que en el fondo te profesas, decides que lo mejor es llevar esa pasión prohibida en secreto, así no vendrá nadie a bajarte los humos ni tendrás que volver a poner energía en reconstruirte, cuando lo ideal sería hacer que el péndulo parase y que tu autoestima no dependiera de los demás, pero, de momento, parece más fácil bajarse, besarse a oscuras y estar tranquilas.

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