Confesiones de una adicta a los perfumes
Crecen las compras compulsivas y hay quienes llegan a gastar más de 3.000 euros al año solo en fragancias de autor.
Se empieza con un perfume de tal o cual diseñador porque el frasco es bonito. Luego llegan las ediciones limitadas. Y, finalmente, los perfumes de autor y las creaciones ultraexclusivas. Fragancias que se compran a mayor velocidad que la necesaria para consumirlas y que surgen de una irreflexiva necesidad de poseerlas. Y, lo que es peor, de atesorarlas en el baño hasta convertirlo en un almacén de lujo donde apenas es posible moverse. Un síndrome de Diógenes exquisito que puede desestabilizar el presupuesto de una economía doméstica normal. “El precio medio de ...
Se empieza con un perfume de tal o cual diseñador porque el frasco es bonito. Luego llegan las ediciones limitadas. Y, finalmente, los perfumes de autor y las creaciones ultraexclusivas. Fragancias que se compran a mayor velocidad que la necesaria para consumirlas y que surgen de una irreflexiva necesidad de poseerlas. Y, lo que es peor, de atesorarlas en el baño hasta convertirlo en un almacén de lujo donde apenas es posible moverse. Un síndrome de Diógenes exquisito que puede desestabilizar el presupuesto de una economía doméstica normal. “El precio medio de nuestros perfumes está entre los 120 y 200 euros y hay clientes asiduos que se llevan dos al mes, lo que supone unos 300 euros solo en fragancias”, asegura Marta Tamayo, directora de Le Secret Du Marais, tienda especializada en cosmética nicho y perfumería de autor. Eclipsada por las adictas a comprar moda, fielmente reflejada en la película Confesiones de una compradora compulsiva de P.J.Hogan, las perfume-adictas existen. Y también, aunque menos evidentes, los compradores compulsivos de fragancias.
Linda Koopersmith, especialista en organizar los armarios de los millonarios de Beverly Hills, lleva veinte años metiéndole mano al desorden de casas ajenas y sabe lo que es enfrentarse al baño de una clienta que parece más la sección de cosmética de unos grandes almacenes. En una entrevista con Los Angeles Times reconocía que tuvo “una clienta que se confesaba cosmohólica, es decir, adicta a los cosméticos. Almacenaba cuarenta contenedores en su baño con cosméticos que incluso ya no estaban para usar. Incluso se había comprado un armario para guardar productos por el que había estado pagando 260 $ al mes durante cinco años. Como no consistió en tirar nada acabamos almacenando casi todo en el garaje”.
La adicción, en el caso de los perfumes, puede ser al diseño de los frascos, a las ediciones limitadas y a las que además de ser limitadas solo se venden en unos cuantos comercios, llámese Colette o El Corte Inglés (sin ir más lejos Untitled de Maison Martin Margiela solo puede adquirirse en España en esos conocidos grandes almacenes). Además, las miniaturas y las reediciones de aniversario atraen a muchas de estas compradoras que, una vez terminado el producto, son incapaces de deshacerse del envase y lo guardan como oro en paño. A veces, hasta se guarda el embalaje. Es el caso de Scent on Canvas, una colección de perfumes de autor concebida por la perfumista Béatrice Aguilar y donde cada caja lleva un grabado, firmado y numerado. Un problema añadido a la hora de coleccionar: disfrutar la fragancia, guardar el frasco y, encima, el packaging.
Algo similar sucede con las fragancias de la islandesa Andrea Maack, una artista visual cuyos perfumes son la experiencia olfativa inspirada por sus dibujos en papel. Cada perfume se presenta en una caja realizada en un papel sedoso de última generación, Hi-Macs y la botella escondida dentro de una bolsita de algodón orgánico. Sabedora de este tipo de coleccionismo la casa Givenchy ha realizado una edición especial de su nueva y enigmática fragancia Dahlia Noir: un frasco íntegramente en cristal de Baccarat diseñado por Fabien Baron. Una delicatessen limitada a 200 ejemplares numerados que no se pondrá a la venta en España. Los grandes almacenes Neiman Marcus ya han abierto una preventa a 1.610 dólares la unidad. Ya hay lista de espera: es como los bolsos de Hermès pero en versión fragancia.
Los coleccionistas más exquisitos obvian el envase y van a la fragancia misma. “Tenemos muchos clientes que vienen a descubrir novedades. El perfil es el de una persona muy informada, sigue prensa y blogs especializados en perfumes, sobre todo extranjeros, y saben bien cuándo va a haber un nuevo lanzamiento. También los hay que son seguidores de un nariz en concreto. Es el caso de Francis Kurkdjian o Jean-Claude Elena de Frédéric Malle, que cuentan con devotos que en cuanto sacan una novedad la compran”, apunta Tamayo. “En Isolée tenemos ese tipo de cliente. Una vez una clienta me confesó que solo colecciona perfumes de autor. Que podría tener como unos 240 frascos en su casa”, revela Raúl Martín, director de ventas de Important.es, filial del grupo Isolée especializada en distribución de cosmética nicho. “Pensé que era un farol y la dejé hablar. ¡Conocía a todos los perfumistas, los actuales y algunos de los pasados! La invité a una cata de perfumes de la firma Perris y tuve la impresión que sabia tanto como el creador”.
Aunque estén eclipsadas por las adictas a las compras (Isla Fisher lo retrata en la película ‘Confesiones de una compradora compulsiva’), las perfume-adictas existen.
Cordon Press
Con lo de la adicción al perfume el tópico es imaginar una mujer. Pero “es un fenómeno que se da tanto en mujeres como en hombres. Y, pese a lo que pudiera parecer, nuestros clientes más asiduos no responden al estereotipo de gay que se cuida. Hay varones de todo tipo, de edades entre los 25 y los 80 años, unos más vanguardistas, otros más clásicos, y que les gusta tener una fragancia para cada ocasión, incluso alguna específica para ir al gimnasio”, aclara Tamayo. O para ir fiesta, como Absinth de Nasomatto. Creada por el perfumista Alessandro Gualtieri a partir de una fiesta salvaje de varios día organizada por el propio perfumista y en la que corrieron ríos de absenta.
Pero la adicción a comprar perfumes también afecta a economías no tan resplandecientes. Se compran por tener lo más nuevo, sobre todo si lleva la coletilla “edición limitada”, porque mola la publicidad, porque la música del spot te recuerda a tu primer novio, o al actual, porque comprando el perfume te regalan un bolso, porque el frasco es muy apetecible, porque el nombre te sugiere algún oscuro secreto, porque jamás te podrás comprar la ropa de ese diseñador pero sí te da para tener todas las fragancias con su nombre… El precio medio de una fragancia normal va de los 50 a los 80 euros. No es un pecado comprar una, incluso algunas más (una de día, una de noche y otra más suave para verano). Lo malo es arrasar, no las baldas de las perfumerías, sino la cuenta corriente. Un problema que puede asfixiar el bolsillo de las perfume-adictas porque, en esta franja, sí afecta más a mujeres. Muchas buscan ayuda – más bien complicidad – en foros de Internet donde pueden leerse confesiones como esta: “Soy adicta a comprar perfumes. Tengo ahora mismo 20 botellas y me irrita porque podría emplear el dinero en otras cosas. ¿Alguien más tiene esta adicción?”. O esta otra: “Me digo todo el rato ‘para, has pasado del límite’ pero no soy capaz de resistirme. Lo más grave es que me canso muy, muy rápido de un perfume, siempre tengo la necesidad de descubrir otra fragancia”. La blogger La Beauté de Lam pone su adicción en negro sobre blanco: “Consumo mucho. Es cierto: supone todo un presupuesto, pero, ahhhh, el placer de comprar un perfume es inmenso”. Cercano a la patología, estas compradoras compulsivas solo ansían tener lo más nuevo.
En el polo opuesto, las mujeres fieles año tras año a la misma fragancia y fragancias que cumplen años sin pasar de moda. Anaïs Anaïs de Cacharel se prepara para celebrar su 30º aniversario. Classique de Jean Paul Gaultier cumple 20 años y lo celebra con una edición limitada para este verano cuyo frasco evoca la piel tatuada. Una fragancia que deja huella, tanto por lo sensual de su frasco-busto, como por sus notas olfativas a dulce vainilla inspiradas en las tartas de la abuela del diseñador. Flowerbomb de Viktor & Rolf, famosa por su frasco en forma de granada de mano, no solo lleva siete años en el mercado sino que va a tener su réplica para hombre: Spicebomb, cómo no, también en forma de granada de mano con su arandela de seguridad y todo.
Otras veteranas acostumbradas a ocupar los puestos más altos en el ranking de ventas son Aire de Loewe, Pure White Linen de Estée Lauder, Eau de Rochas, Eternity de Calvin Klein y, cómo no, la mítica Nº 5 de Chanel. Llevan años en el mercado y han visto surgir y desaparecer a miles de fragancias. De hecho, se estima que cada año se lanzan 1.000 nuevos perfumes. Solo algunos sobreviven. Y eso causa no pocos soponcios a las que tienen la mala fortuna de engancharse a un perfume llamado a la extinción. Afortunadamente, en la red proliferan los comercios de venta online de perfumes discontinuados (eufemismo con el que se conoce a los que ya no se fabrican). The Find, Aunt Judy’s Attic y, por supuesto, Ebay son algunas de las últimas opciones para aliviar una adicción.