“Aunque estemos meses sin hablar nada cambia”: ¿funcionan las amistades no presenciales?

La frase “aunque estemos meses sin hablar, es vernos y es como si no hubiera pasado el tiempo” hace que algunos den por sentadas las relaciones con amigos y las descuiden. ¿Hasta qué punto es necesario el contacto para que no se deterioren?

Artur Debat (Getty Images)

Es muy probable que en alguna ocasión haya escuchado la expresión “aunque estemos meses sin hablar, es vernos y es como si no hubiera pasado el tiempo», una frase tan asentada e interiorizada que ha terminado por calar en la forma en la que en ocasiones, nos enfrentamos a las amistades y al papel que tenemos en ellas. Fue en X donde @estebanalmansa hizo una valoración al respecto. “Esto no debería ser así y es una sentencia con tintes bastante egoístas, si me dejáis añadir. La amistad, al igual que cualquier relación que ...

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Es muy probable que en alguna ocasión haya escuchado la expresión “aunque estemos meses sin hablar, es vernos y es como si no hubiera pasado el tiempo», una frase tan asentada e interiorizada que ha terminado por calar en la forma en la que en ocasiones, nos enfrentamos a las amistades y al papel que tenemos en ellas. Fue en X donde @estebanalmansa hizo una valoración al respecto. “Esto no debería ser así y es una sentencia con tintes bastante egoístas, si me dejáis añadir. La amistad, al igual que cualquier relación que se quiera mantener a medio y largo plazo, se debe mimar y cuidar. Bebe de compartir momentos juntos, de la comprensión, del cariño y del apoyo”, asegura.

Aunque las relaciones sociales aumentan el sentido de pertenencia a un grupo, reducen el estrés y mejoran la salud mental, el síndrome de la amistad menguante acecha a una sociedad cada vez más aislada. “En una época en la que estamos más conectados que nunca, la soledad nos asola, también, más que nunca. Parecería que, dado que estamos siempre compartiendo nuestra vida en redes sociales, tendríamos que sentirnos más vistos y acompañados. Sin embargo, la realidad es que nuestros vínculos se vuelven cada vez más vacíos o, como diría el sociólogo Zygmunt Bauman, más líquidos. ¿Cómo puede ser que mantengamos conversaciones con personas que están a kilómetros de distancia de nosotros y que a la vez nos sintamos tan lejos de aquellas que nos acompañan en nuestro día a día?”, escribe en el libro Mejores amigos Alicia González.

Cuando pedimos a la psicóloga que opine de quienes aseguran que no hace falta ver a los amigos a menudo para que la relación sea sólida, hace una aclaración. “Sin duda, define un tipo muy concreto de relación totalmente saludable como lo puede ser cualquier otra. Normalmente ocurre en relaciones de amistad a distancia. Evidentemente, si no hay roce, no hay tampoco expectativa de contacto seguido, de socorro, de apoyo diario… por lo tanto, tampoco hay decepciones. No obstante, este tipo de relación, como las demás, requiere de cuidado, de contacto cada cierto tiempo, etc. Si no, ninguna relación se sostiene. Ambas personas se sienten cómodas con el tipo de vinculación que tienen en la que cada una tiene su vida y el día que se ponen de acuerdo para verse, se priorizan, se cuidan, se escuchan, se ponen al día y se apoyan. Es una relación mucho más relajada, genuina y construida a base de recuerdos, de historias mantenidas en el tiempo y de amor”, explica.

Pero no siempre el contexto es tan idílico y, según explica, González se puede dar el caso en el que “cuando llevas tiempo sin hablar con un amigo, te duele esa distancia emocional y ese limitado contacto, cuando lo recibes como falta de interés o frialdad y, de repente, le ves, es obvio que te duela, que notes un vacío, una distancia física y emocional. Por eso es tan importante que, en este segundo caso, quien esté sufriendo pueda verbalizarlo porque, a veces, esa frialdad que sentimos por parte de alguien, no es falta de interés, sino que puede que esté pasando por un momento de mucho estrés, o de mucho dolor, o por una situación compleja que le absorbe… y nos estaremos quedando con el marco incompleto de la historia por no hablar”, dice.

Sin embargo, el psicólogo Buenaventura del Charco, autor del libro Te estás jodiendo la vida: Olvídate de tu mejor versión y sé tú mismo, cree que este tipo de relaciones son totalmente factibles “cuando hay una conexión genuina con otra persona”. “Hay que entender que si bien la calidad del vínculo suele requerir de una cantidad, una vez forjada esa conexión e intimidad, no suele hacer falta esa cantidad para poder mantener la calidad, por así decirlo”, dice a S Moda.

Como explica Sheila Liming en Hanging Out: The Radical Power of Killing Time, cuando somos jóvenes, las interacciones sociales parecen suceder casi por arte de magia, como si fuera algo orgánico. Pero, con el paso del tiempo, hemos de esforzarnos cada vez más para que sucedan, por lo que cada reunión o encuentro se torna más rígido, como si prácticamente fuera un deber más en nuestra apretada agenda. Como aclara a The Guardian, “todos conocemos a alguien que sabemos carece de tiempo para interactuar de forma social con nosotros, por lo que esa sensación genera la impresión de que esa amistad está en una especie de limbo, como si fuera una especie de obligación”.

No hemos de olvidar que estar ocupado se ha convertido para muchos en el nuevo símbolo de estatus, como si una interminable concatenación de exigencias laborales y de planes hiciera a quien carece de tiempo libre mejor. Incluso el ghosting sentimental ha invadido la dimensión de las amistades ante la emersión de los que podríamos denominar “canceladores de planes crónicos”, esos que por norma, anulan cualquier quedada planeada.

Amistades intermedias y adverbios subjetivos

Aunque muchas personas creen que al ver a un amigo tras mucho tiempo en el que ni tan siquiera se ha hablado apenas, necesariamente faltan piezas del puzzle de la relación que compone esa amistad, Buenaventura del Charco no lo cree necesariamente así. “Sí, pueden faltar datos, biografía y hasta cierta inercia, pero creo que donde ha habido una conexión genuina, eso sigue ocurriendo. También depende mucho de cómo cada persona conceptualiza la amistad. Por eso yo siempre apuesto por las experiencias y vivencias más subjetivas, por lo que me despierta hablar con el otro, más que pasarlo por mi «marco mental» de lo que es una amistad y cada cuánto debe producirse el encuentro… Eso casi siempre me lleva a juzgar la experiencia”, señala. Cree que en realidad, lo que se necesita es un léxico más completo que sirva para hablar de unas figuras intermedias que no son amigos, pero tampoco personas que nos son indiferentes. “Hablamos de esas personas que se cruzan por nuestra vida y que causan un impacto o un sentimiento a pesar de que no se recorra una gran parte del camino con ellos. Personalmente, he vivido cosas así con amigos de parejas, con personas que coincides en una situación muy concreta como un curso de formación y similares. Es gente que deja una buena sensación en el interior y un profundo recuerdo. Deberían inventarse palabras para ese tipo de relaciones”, opina.

Alicia González, aunque sí considera necesario ver a menudo a una amistad, quiere analizar el adverbio. “Quizás para una madre de dos niños, a menudo es una vez cada 10 días, para una directiva es una vez a la semana y para una persona que no trabaje, o que no tenga responsabilidades o que tenga un horario muy flexible, es dos o tres tardes a la semana. La clave es el equilibrio y el respeto al vínculo y conseguirlo requiere de una comunicación asertiva y empática en la que ambos miembros se sientan cuidados y vistos, y que cuando no sea así, se ponga en marcha esa conversación en la que se ajuste el ritmo, la presencia y el contacto”, asegura.

El que llama VS el llamado

En las amistades suele haber una parte que siempre se esfuerza más por mantener la relación viva, algo que como asegura del Charco, es habitual en todo tipo de relaciones, pues se tiende a seguir un patrón, una dinámica que se forja en los primeros tiempos de la misma. “Por eso, hay relaciones en las que uno suele ser el que organiza los encuentros o el que propone las actividades frente a otro. A nuestro cerebro le encanta automatizar procesos, y simplemente nos dejamos arrastrar por esa inercia. Todos somos los que llamamos a alguien y los que somos los llamados por otra persona, y creo que no debemos demonizar eso, sino simplemente ver si la relación es satisfactoria para mí en lugar de quién llama a quién”, dice. Sin embargo, González explica que no es algo justo para quien siempre ha de insistir. “Si aún así esa persona sigue cumpliendo con su rol sin expresar su malestar durante el tiempo, van a pasar dos cosas. O que la otra persona no va a ver que la situación le está molestando a su amigo, por lo que no va a sentir que está haciendo algo mal, o que llegue el día en el que quien ha de esforzarse extra se canse, deje de saludar y de intentar quedar repentinamente, con enfado o decepción. La otra persona se lo tomará como una sorpresa injusta”, explica. Las amistades, como las relaciones sentimentales, no han de darse por sentado jamás y han de ser cuidadas y trabajadas.

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