Beverly Hills: 100 años de historias de sueños imposibles

La ciudad californiana prepara los fastos de su centenario con la mirada puesta en un pasado sobrado de excesos y culto a la celebridad.

FRED PROUSER (REUTERS /Cordon Press)

A pocos días de cumplir su primer siglo de existencia, Beverly Hills se yergue imperturbable sobre su propia historia. Enclavada entre el barrio angelino de Bel Air y las escarpadas montañas de Santa Mónica, esta pequeña extensión horadada por mansiones aberrantes y leyendas de película recibe su centenario ajena a las pesadumbres mundanas. En su recorrido hacia la madurez, la ciudad donde lo ordinario siempre fue extraordinario no ha dejado de alumbrar leyendas que todavía reverberan en quienes siguen apostando por el arte de vivir. Y sus personajes, inconcebibles en cualqu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A pocos días de cumplir su primer siglo de existencia, Beverly Hills se yergue imperturbable sobre su propia historia. Enclavada entre el barrio angelino de Bel Air y las escarpadas montañas de Santa Mónica, esta pequeña extensión horadada por mansiones aberrantes y leyendas de película recibe su centenario ajena a las pesadumbres mundanas. En su recorrido hacia la madurez, la ciudad donde lo ordinario siempre fue extraordinario no ha dejado de alumbrar leyendas que todavía reverberan en quienes siguen apostando por el arte de vivir. Y sus personajes, inconcebibles en cualquier otro contexto, desempeñan el papel más grato en un siglo de ídolos de celuloide y papel satinado.

Beverly Hills nació sobre las antiguas plantaciones de pallar peruano de Los Ángeles. En 1911 el magnate del petróleo Burton Green construyó sobre ellas el lujoso hotel que dio nombre a la ciudad, y en los aledaños de aquel enclave, imán de fortunas y celebridades de todo pelaje, pronto florecieron residencias por doquier. La constitución de un ayuntamiento en enero de 1914 oficializó la existencia de ese Mónaco americano, cuyo código postal (90210) simboliza desde entonces un determinado estilo de vida. El hotel erigido por Green se concibió para alojar a las estrellas de la industria cinematográfica en ciernes. Situado a un paso de Hollywood, por sus habitaciones pasaron desde Mary Pickford y Douglas Fairbanks (los Brangelina del cine mudo), hasta Elizabeth Taylor, Frank Sinatra o Rita Hayworth.

Testigo de mil historias de amor y obsesión, por las avenidas y casoplones de Beverly Hills caminaron los Kennedy en su luna de miel, y Rodolfo Valentino hizo lo propio a lomos de su caballo. En el Shangri-La del estado de California las mansiones no se entienden sin piscinas, helipuertos y pistas de tenis. Humphrey Bogart y Lauren Bacall habitaron en Mapleton Drive, donde cuentan que cada tarde recibían la visita de Sinatra (el crooner vivió en la ciudad más de cincuenta años). En esos encuentros vespertinos nació el famoso Rat Pack, que más tarde recalaría en Las Vegas con un reparto diferente.

© Bill Bachmann (Bill Bachmann/Cordon Press)

El hotel Beverly Hills, situado al final de Sunset Boulevard, en la demarcación que pertenece a Beverly HIlls.

Cordon Press

De los más discretos retratistas de antaño hasta los buitres a sueldo de la TMZ, la irrupción de los paparazzi hizo de sus calles un plató de televisión sin pausas publicitarias. Allí rodaron Pretty woman, la célebre versión contemporánea de La Cenicienta protagonizada por Richard Gere y Julia Roberts. Así es como se hicieron mundialmente famosos la avenida Rodeo Drive y el histórico hotel de lujo donde Roberts alucinó en colores, el famoso Beverly Wilshire.

Esa querencia por las cámaras y los focos forma parte inherente del ADN de la ciudad. Primero fueron las estrellas del cine y después de la televisión. De los años dorados del séptimo arte pasaron a las series ambientadas en esas coordenadas: Sensación de vivir, Real housewives, Criadas y malvadas... Nadie como el siempre atinado Woody Allen para describirlo: "El sistema de recogida de residuos en Beverly Hills es muy curioso porque con esa basura hacen televisión".

©Buena Vista Pictures/courtesy E /Cordon Press

Richard Gere y Julia Roberts en un fotograma de ‘Pretty woman’ (1990).

Cordon Press

Desde los años 70, el esparcimiento y la necesidad de fundir las AmEx se han dado cita en Rodeo Drive. Esta arteria comercial acoge las boutiques de las firmas de alta gama, encajadas en construcciones ordinarias de baja altura creadas ad hoc para los comercios de turno (con la honrosa excepción de un edificio diseñado por Frank Lloyd Wright). Louis Vuitton, Chanel, Hermès, Burberry y Tom Ford conviven con firmas de categoría similar, en lo que constituye uno de los epicentros de shopping más populares de Estados Unidos.

Por todo ello la capital de la celebridad encara su centenario sobrada de razones para seguir por la misma senda. Los mitos ya no volverán; ni a Grace Kelly la verán paseando con sus perros ni a James Dean haciendo rugir su Porsche Spyder 550. Pero hoy por hoy Beverly Hills sigue manteniendo su nivel a costa de acoger con la misma hospitalidad a personajes cuyo único punto de unión con los veteranos es la cuenta corriente. Menos distinguidos, seguro. Pero igual de ricos tanto en dólares como en excesos.

Courtesy Everett Collection

El actor James Dean en su Porsche, en 1955.

Cordon Press

Archivado En