“¿Por qué no estáis en la cocina?”: el grupo de skaters que se burló del machismo protagoniza la serie del momento
De subir vídeos caseros con sus trucos en Youtube a protagonizar la ficción sorpresa de la temporada en HBO, Betty. Esta es la historia del colectivo que decidió desafiar la misoginia sobre las tablas.
Un clásico de la verborrea machista, soportado por cualquier mujer que haya osado a destacar en algo en algún momento de su vida, no faltaba en la sección de comentarios de cada uno de los vídeos que subían a Youtube: «¿Por qué no estáis en la cocina?». La expresión era tan repetida que decidieron apropiarse del término, darle la vuelta y bautizarse a sí mismas como Skate Kitchen (‘la cocina del skate’). Al hacerlo no solo dejaron atrás la comunidad incel, sino que ganaron una popularidad que las llevó a protagonizar un fashion film para Miu Miu, un largometraje premi...
Un clásico de la verborrea machista, soportado por cualquier mujer que haya osado a destacar en algo en algún momento de su vida, no faltaba en la sección de comentarios de cada uno de los vídeos que subían a Youtube: «¿Por qué no estáis en la cocina?». La expresión era tan repetida que decidieron apropiarse del término, darle la vuelta y bautizarse a sí mismas como Skate Kitchen (‘la cocina del skate’). Al hacerlo no solo dejaron atrás la comunidad incel, sino que ganaron una popularidad que las llevó a protagonizar un fashion film para Miu Miu, un largometraje premiado en Sundance y, ahora, la ficción más alabada del momento en la televisión. De las calles de Manhattan al éxito internacional impulsadas por el sexismo: estas son las skaters protagonistas de Betty, la obsesión seriéfila de esta primavera.
La serie, que aterrizó en HBO hace escasos días, narra los altibajos en las vidas de un grupo de skaters veinteañeras de Nueva York en una cultura que no reconoce a las mujeres como parte de la misma. Las casi debutantes Nina Moran, Rachelle Vinberg, Dede Lovelace, Ajani Russell y Kabrina Adams dan vida a versiones ficcionadas de ellas mismas. Su inexperiencia delante de la cámara dota de un ambiente amateur, casi documental, a los seis capítulos que conforman la primera temporada. La perspectiva de género, el racismo, la apropiación cultural, las drogas o el abuso sexual vertebran las tramas de unos personajes que exhiben conciencia de la era posMeToo.
En una escena de primer episodio, Janay (Dede Lovelace) recuerda el acoso diario al que la sometía el conductor del autobús escolar y su miedo a denunciarlo para no meterse en problemas. “Para eso usamos el monopatín, para no tener que coger el bus. Así no hablas con nadie, te subes y te largas”, le responde Camille (Rachelle Vinberg), sintetizando el espíritu de liberación que sienten las skaters al subirse en las “escobas mágicas” que les permiten escapar de la realidad. Sus diálogos trascienden sin la impostura y autoconsciencia de otras series adolescentes con ambición de perdurar como obras generacionales. Como sostiene Cassie Da Costa en The Daily Beast, alivia ver una serie sobre chicas jóvenes que no demanda a sus personajes “superarse a sí mismas o alcanzar cualquier tipo de logro”, sino que muestra qué pasaría con ellas si solo se las deja ser.
El germen de este colectivo de skaters está en la discriminación misógina que experimentaban por parte de sus colegas hombres. “Cuando empecé a ser mejor que ellos las cosas empezaron a cambiar: se burlaban cada vez que me caía y aseguraban que no tenía sentido que las mujeres patinaran porque nunca lo harían mejor que un hombre”, confesó Nina Moran (Kirt en la serie) durante una charla TED. Ahí fue, asegura, como se dio cuenta de que necesitaba conocer a otras patinadoras de su mismo sexo. Navegó por Internet y se encontró con los vídeos caseros de Rachelle Vinberg (Camille). Se puso en contacto con ella y de su amistad nació la improvisada tribu urbana de Skate Kitchen.
La directora de cine Crystal Moselle quedó deslumbrada por el estilo de aquellas dos veinteañeras en la línea G del metro de Brooklyn y la conversación que mantenían: una de ellas narraba cómo la noche anterior se había liado con una chica a la que calificaba como “tetas de brillantina”. Se acercó al dúo y les ofreció participar en un corto que preparaba para la marca Miu Miu. Al grupo se añadieron después otras patinadoras, con más o menos relación de amistad entre ellas y conocimientos de skate, que acabaron tomando los parques de Nueva York inmortalizando en Youtube sus hazañas. El éxito de aquel fashion film germinó después en un largometraje dirigido también por Moselle (Skate Kitchen, disponible en HBO) y que en 2018 se convirtió en una de las propuestas más estimulantes del género independiente. Un dibujo hiperrealista con actrices noveles, fotografía primorosa y looks tecnicolor, tristemente opacado por el lanzamiento simultáneo del filme de Jonah Hill, En los 90, también sobre la cultura skate.
Erigidas en inspiración para las jóvenes skaters y auténticos iconos de estilo centennial, llevaron su monopatín a las pistas de Tokio, Milán o París y firmaron contratos como imagen de firmas del tamaño de Nike, Ray-Ban, Foot Locker o los grandes almacenes Walmart. Después llegaría la llamada de HBO, que reconoció en Skate Kitchen la semilla de una obra con posibilidades de perdurar y un añadido perfecto a su catálogo cosmopolita conformado por series como High Mantenience o Insecure. Betty supone ahora la continuación de aquel universo, con una trama independiente a la de su película satélite, pero con la incorporación de Lesley Arfin, creadora de la muy estimable sitcom Love, como coproductora ejecutiva y guionista. Rebosando carisma y confianza, estas ‘cocineras’ maduran sin la necesidad de infartantes puntos de giro, diálogos metralleta o un montaje virtuoso, deslizándose por los episodios con la misma parsimonia que se desliza un monopatín por una pendiente apenas pronunciada con el viento de cara. Sentir esa sensación, ya sea en las añoradas calles de Nueva York o en el salón de nuestra casa confinada, siempre es un placer.