¿Tienen las medusas el secreto de la inmortalidad?

Los científicos estudian una especie de medusa, que como Benjamin Button, es capaz de revertir su ciclo vital.

Los pequeños microorganismos, los seres menos evolucionados, nos dan a menudo lecciones magistrales de supervivencia. Una de estas primitivas formas de vida es la medusa, un animal tan tosco que no tiene cerebro ni corazón, y un solo orificio hace las veces de boca y ano. Sin embargo, en 1988, el biólogo marino Christian Sommer descubrió en las aguas de Portofino, en Italia, una especie de medusa, llamada Turritopsis nutricula, con la capacidad de volver atrás en su ciclo vital gracias a un proceso celular denominado transdiferenciación.

Utilizando la metáfora del científic...

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Los pequeños microorganismos, los seres menos evolucionados, nos dan a menudo lecciones magistrales de supervivencia. Una de estas primitivas formas de vida es la medusa, un animal tan tosco que no tiene cerebro ni corazón, y un solo orificio hace las veces de boca y ano. Sin embargo, en 1988, el biólogo marino Christian Sommer descubrió en las aguas de Portofino, en Italia, una especie de medusa, llamada Turritopsis nutricula, con la capacidad de volver atrás en su ciclo vital gracias a un proceso celular denominado transdiferenciación.

Utilizando la metáfora del científico Ferdinando Boero en el estudio Reversing the Life Cycle (1996), es como si una mariposa volviera a ser gusano y luego crisálida para nacer otra vez. El ciclo puede repetirse y hacer que este organismo tenga la capacidad de vivir indefinidamente. En otras palabras, poseer el secreto de la inmortalidad, al menos hasta que un depredador acabe con ella. Actualmente, el científico japonés Shin Kubota investiga sobre esta medusa en una playa de Shirahama, a cuatro horas de Kioto. Kubota cree que entender el proceso de inmortalidad de este ser vivo puede alargar la existencia humana. «El misterio de la vida no está en los animales más evolucionados, sino en las raíces; y en lo más profundo del árbol de la vida está la medusa», ha declarado a The New York Times.

Según Julio Mas Hernández, biólogo, investigador y asesor científico y técnico del Centro Oceanográfico de Murcia, «es importante el estudio de los genomas de los organismos vivos, porque permite reconstruir nuestro pasado genético y biológico y aportar soluciones a algunas enfermedades. La vida se inició en el agua; posteriormente, gracias a miles de años de evolución, se ha llegado a la totalidad de especies que conocemos hoy, aunque todavía quedan muchas por descubrir, y la mayoría de ellas en el mar».

Paul Davies, físico y escritor que dirige el Centro Beyond para Conceptos Fundamentales en Ciencia, en la Universidad Estatal de Arizona, ve la enfermedad del cáncer desde una nueva perspectiva. Para él podría ser un retroceso a nuestros ancestros multicelulares, criaturas simples como las esponjas o medusas, cuyas amorfas células se diferenciaban a voluntad, sin pertenecer a órganos determinados. «Estos antiguos genes pueden reactivarse en personas con cáncer, debido a la acción de cancerígenos, y enviar a las células mensajes para que se dividan desordenadamente», comenta Davies. «Para combatir esta enfermedad hay que entender los orígenes genéticos, estudiar los metazoos, organismos simples como esponjas, lombrices o medusas». Un punto en el que los especialistas coinciden con la idea de Davies es en que la clave es la genética. La doctora Margarita Feyjóo, jefa del Servicio de Oncología del Hospital Sanitas La Moraleja, en Madrid, cree que uno de los campos que más luz aporta es el del estudio de los genes. «La teoría de Paul Davies abre una nueva perspectiva, pero hay que demostrarla. Tal vez el cáncer no sea una sola enfermedad sino varias», afirma.

¿Es la inmortalidad un delirio de científicos locos o las células podrían reproducirse indefinidamente? Ángel Durántez, médico titulado en age management, cree que es un concepto de ciencia ficción, pero está convencido de que el ser humano puede vivir más: «Las células madre, la nanotecnología –robots o sustancias que se colocan en el organismo para repararlo– y el estudio de los telómeros –la parte final del ADN, encargados de proteger el cromosoma que codifica los genes– pronto alargarán la vida considerablemente».