Manual para iniciarse en lo prohibido esta temporada
De la mano de L’Interdit Eau de toilette, la fragancia más atrevida y cautivadora de Givenchy, desgranamos la fórmula para romper las normas
Hay un encanto en lo prohibido que nos resulta irresistiblemente tentador: la necesidad de tocar aquello que se nos niega, la ansiedad por entrar en sitios de los que cuelga el cartel de vetado. ¿Por qué nos atrae tanto? La palabra en sí entraña misterio y curiosidad. Los motivos han sido incluso objeto de la ciencia. Para el psicoanalista británico Michael Balint se trata de un miedo consciente, un temor que en el fondo produce cierta satisfacción. Lo prohibido sirve para ponernos a prueba y al mismo tiempo, saltarnos las normas es una forma de conquistar la libertad. Pero hay muchas formas de hacerlo. A continuación te proponemos unas cuantas, dentro de los límites de la legalidad.
Cuélate en un club clandestino. Cuando se aprobó la Ley Seca en Estados Unidos, la prohibición de consumir alcohol desencadenó la escena nocturna más fascinante y exuberante de los años veinte. La cantante Ella Fitzgerald o la bailarina Josephine Baker alegraban las veladas del mítico Cotton Club, un refugio clandestino para la élite neoyorquina al que incluso Francis Ford Coppola le dedicaría una película. Más difícil lo tendría el 21 Club, con una bodega secreta a la se solía acceder por una puerta mimetizada con la pared, que cambiaría varias veces de localización para burlar la prohibición.
Los speakeasy (como se conocían en esa época estos locales clandestinos) han vuelto con fuerza estos años, y el germen esta vez está en el abuso de las redes sociales y el respiro que supone estar en un lugar en donde todo lo que sucede no sale de ahí. Son muy pocos los que tienen la llave para entrar en El Clandestino, una suerte de cueva en el centro de Madrid, que mezcla la esencia de los años veinte y el espíritu despreocupado de los beatniks con una decoración de lo más ecléctica: cócteles de autor, actuaciones de jazz y una clave que cambia cada 15 días. En Barcelona, el Speakeasy ya lo dice todo con su nombre. Dicen que para acceder hay que ir al restaurante Buenos Aires Grill y pedirle al camarero que te lleve al matadero. Tras una vitrina se esconde una coctelería que homenajea a Evita Perón, con tragos de toque argentino y espectáculos de tango. De más está decir que en ambos los móviles están vetados.
Desafía los códigos estilísticos. Existen muchas reglas no escritas a la hora de vestirnos. Como que el azul y el negro no pueden mezclarse o que el blanco no debería pasar de los días de verano. Pero las normas están para romperlas y la industria lleva varias temporadas desmitificando esos dogmas. Las deportivas se cuelan en looks de fiesta, los brillos bajan a la oficina para engañar a la rutina y en la hibridación de estilos está la clave de las propuestas más refrescantes de la pasarela. Firmas como Givenchy juegan a unir los opuestos, combinando trajes sastre con piezas del mundo deportivo, como plumíferos o riñoneras. Porque la única regla que deberíamos seguir esta temporada es la libertad estilística.
Entrégate a lo prohibido con una fragancia. Hay perfumes que introducen en su fórmula ingredientes únicos y exclusivos, y otros que rinden homenaje a la clandestinidad con sus notas aromáticas. Pero solo los mejores están envueltos en historias tan cautivadoras como sus aromas. De la prohibición de su musa Audrey Hepburn, Hubert de Givenchy encontró el nombre perfecto para su perfume: L’Interdit. Al diseñador francés le encantaba contar esta historia. Cuando estaba a punto de iniciar el rodaje de Sabrina, la actriz se presentó en su atelier para que diseñara el vestuario de su personaje. De aquel primer encuentro surgió una de las amistades más fuertes y duraderas de la industria. La actriz, con esa personalidad arrolladora y su gracia innata, se convirtió en la embajadora de la maison y la razón de su primer perfume. De hecho, durante mucho tiempo, Audrey fue la única con el privilegio de usarlo.
Cuando el diseñador le comentó la posibilidad de comercializarlo –para Givenchy el mundo de las fragancias era una extensión más de la Alta Costura–, la actriz no se mostró tan convencida. «Mais je te l’interdit» (¡Te lo prohibo!), le dijo, sin saber que acababa de bautizar a este clásico de culto. El nuevo L’Interdit Eau de toilette es, como hizo Givenchy en su momento, una invitación a transgredir las normas. Creado por los maestros perfumistas Dominique Ropion, Anne Flipo y Fanny Bal, la fragancia, intensa y femenina, se rige por la dualidad. Un corazón de flores clandestinas –amapola, azahar y nardo–, que contrasta con notas finales más intensas y misteriosas de vetiver o pachulí. La forma más osada y refrescante de saltarse las convenciones.
Sumérgete en alguna lectura perseguida. Ya lo decían en Farenheit 495: «Tiene que haber algo en los libros, uno no se sacrifica por nada». La literatura es un arma poderosa y por eso se ha desarrollado a la par que la censura. Las buenas novelas, esas que han sido perseguidas durante décadas por conseguir que nos cuestionemos las cosas, son un fascinante portal a lo prohibido. Le ocurrió a la escritora irlandesa Edna O’Brien. Cuando publicó Las chicas de campo en 1960 –una especie de memorias en donde abordaba temas como la moral católica, la maternidad, el divorcio y, a grandes rasgos, la independencia femenina–, escandalizó tanto a sus vecinos que quemaron la obra en la plaza del pueblo. Tampoco la escritora y activista Alice Walker se libró de la censura. Mucho antes de ganar el Premio Pulitzer o de que Spielberg la llevara a la gran pantalla, El color púrpura encabezaba las listas de libros prohibidos en Estados Unidos por hablar sin reparos del racismo o la violencia machista.
Prueba el poder foodie de la amapola. La amapola es el ingrediente secreto de muchos cosméticos y perfumes. Perseguido durante décadas por sus propiedades opiáceas, se ha colado también en la gastronomía. Primero, en calidad de super food, gracias al gran aporte de sus semillas en calcio, hierro, potasio o magnesio. Después, como sofisticado ingrediente. ¿Lo último? Galletas de limón con semillas de amapola infusionadas con CBD o cannabidiol, el ingrediente no psicoactivo de la marihuana que ayuda a calmar dolores, reducir la ansiedad y tiene propiedades neuroprotectoras. Las semillas de amapola han reformulado sus virtudes también en el mundo del helado: desde el helado hecho con halva y semillas de amapola hasta fórmulas caseras menos osadas pero igual de sanas como el helado de naranja, chocolate blanco y jengibre con semillas de amapola.
Experimenta con el maquillaje. Al igual que ha ocurrido con la moda, también el mundo de la belleza ha empezado a saltarse el decálogo de maquillaje. Esta temporada rompe con la veda nocturna de los ojos ahumados para lucir una mirada intensa durante las 24 horas. Olvídate también del clásico negro. La paleta de color se abre a propuestas más atrevidas, como las que propone Givenchy: sombras glitter en colores rosas y metalizados, o fórmulas dramáticas en tonos pastel que nos traen a la memoria a iconos como Boy George. También el delineado adquiere narrativas diferentes. El eyeliner ya no sigue el contorno del ojo, se traza a mano alzada en busca de un acabado artístico a golpe de color.
Rompe con la coctelería clásica y pide absenta. El licor prohibido. Durante 95 años estuvo vetado en EE UU hasta que su venta se permitió de nuevo hace apenas 10 años. Desde entonces, la absenta se ha convertido en una tendencia creciente posicionándose como ese ingrediente sofisticado y cómplice en la coctelería para quienes quieren romper las reglas. La clave está en que los fabricantes han reducido al mínimo la presencia de la tujona en este licor, un aceite esencial de propiedades alucinógenas que tanto inspiró a los poetas malditos, para conservar, eso sí, su aromática esencia. Si no puedes permitirte una escapada a París, Praga, Nueva Orleans o Ámsterdam, capitales donde se concentra el mayor número de bares consagrados a la absenta, existen innumerables recetas de cócteles que puedes preparar tú misma, como un refrescante Moulin Rouge, con granadina y licor de melocotón, o un Van Gogh, con zumo de limón y licor de frambuesas. Basta con agitar y servir.