Así funcionan las guarderías en las que los niños y los ancianos se ayudan mutuamente
Juntar a personas que comienzan su vida con otras que están en su etapa final tiene muchos más beneficios de los que se pensaba. Hablamos con la responsable de un proyecto en España que consigue ese encuentro intergeneracional con éxito.
La residencia para mayores Providence Mount St. Vincent en Seattle, se ha convertido en el lugar amable de las últimas semanas. Su mérito, acoger un proyecto intergeneracional que ahora se ha convertido en documental y que cuenta como sus 400 residentes comparten espacio, tiempo y actividades con niños de primaria que acuden al mismo centro porque se trata de su guardería.
Durante cinco días a la semana, pequeños y mayores se reúnen para que las vidas de ambos se enriquezcan y los resultados están siendo tan revolucionarios que, hace un año, llamaron la atención de Evan Briggs, una cin...
La residencia para mayores Providence Mount St. Vincent en Seattle, se ha convertido en el lugar amable de las últimas semanas. Su mérito, acoger un proyecto intergeneracional que ahora se ha convertido en documental y que cuenta como sus 400 residentes comparten espacio, tiempo y actividades con niños de primaria que acuden al mismo centro porque se trata de su guardería.
Durante cinco días a la semana, pequeños y mayores se reúnen para que las vidas de ambos se enriquezcan y los resultados están siendo tan revolucionarios que, hace un año, llamaron la atención de Evan Briggs, una cineasta que ha encontrado en el proyecto la manera de documentar cómo es crecer y envejecer en Norteamérica. Briggs lanzó, a principios de junio del año pasado, un proyecto de crowfunding para financiar su documental Present Perfect y en cuestión de días, su meta de 50.000 dólares se dobló gracias a las aportaciones de miles de personas que se han emocionado con la idea de acabar con el aislamiento social que sufre casi la mitad de los ancianos estadounidenses y que comprenden la importancia de explorar las aportaciones que pueden hacer a la comunidad las personas mayores para que el tramo final de sus vidas no se convierta en un tiempo de tristeza y falta de contacto con el presente.
La iniciativa de Seattle es una de las más llamativas, pero no es nueva. Los expertos en geriatría conocen desde hace tiempo los beneficios, casi milagrosos, que activa el contacto intergeneracional frecuente y en nuestro país ya hay precedentes de experiencias similares. Catalina Hoffmann, promotora del proceso de trabajo especializado en gerontología conocido como Método Hoffman, lleva tiempo poniendo en práctica este contacto con resultados, asegura, emocionantes: “Los mayores de nuestro centro de día Vitalia Ferraz y los niños del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Rosales participan en un programa semanal en el que niños de todas las edades, no solo de primaria, pasan un día realizando actividades de todo tipo con los mayores. Han hecho cursos de cocina, de baile, juegos, plastilina… Los niños participan en las actividades terapéuticas de los mayores y los mayores en las actividades de aprendizaje de los niños… y no hay palabras para describir qué ocurre. La experiencia está siendo tan beneficiosa para todas las partes que estamos tratando de conseguir integrarla en otros centros”, explica Hoffmann para S Moda.
Beneficios del encuentro intergeneracional
Más allá de los efectos emocionales que tienen lugar cuando personas de distintas edades y en etapas tan diferentes de la vida conviven, Hoffmann detalla efectos de orden terapéutico: “Aunque todos envejecemos de una manera distinta, hay una constante en muchas personas que están viviendo procesos de envejecimiento y es la idea de sentirse inactivos, poco útiles y frustrados por la ausencia de esfuerzo. Pero cuando los mayores entran en contacto con los niños se produce un hecho automático, se esfuerzan, sonríen, participan y ponen toda su energía en agradar, complacer y acompañar a ese niño”, relata.
Los niños, por su parte, no solo reciben “además de aprender qué significa envejecer, normalizan el proceso, comprenden que se trata de una evolución natural y es fascinante ver cómo se sienten con la potestad de enseñar”, explica Hoffmann que también cuenta que los padres de los chavales agradecen la experiencia y asegura que “es precioso ver cómo siguen en contacto a través de las redes sociales, por ejemplo”.
Los niveles en los que programas de este tipo mejoran la vida de quienes participan en ellos son varios. «A nivel cognitivo, tanto los mayores como los niños quieren aprender los uno de los otros. A nivel físico, los mayores se someten a una mayor estimulación porque están deseando esforzarse. En el plano psicológico el provecho es brutal porque se trata de una relación constante, que permite que se construyan lazos y en el terapéutico lo considero una revolución –dice Hoffmann– porque las personas que están teniendo un deterioro cognitivo, al entrar en contacto con un niño se conectan a la realidad”. Además, cuenta que los niños “no tienen miedo ni prejuicios así que cuando se relacionan con personas que, por ejemplo, están teniendo una demencia, se da un fenómeno maravilloso que es que esos niños conectan con su vocación de ayudar, se esfuerzan para que el mayor participe, le acompañan en su esfuerzo”. El encuentro, asegura Catalina Hoffmann, mejora su intelecto y amplía sus recursos personales desde que son pequeños algo que revertirá en el futuro de todos: “En la actualidad la maternidad se retrasa cada vez más y los niños ya no saben lo que es un bisabuelo o conocen a sus abuelos cuando son muy mayores, estoy convencida de que no hay mejor manera de evitar el aislamiento de los mayores que haciendo una sociedad que cuente con ellos desde la infancia”.