De Rocío Jurado a Rosalía: las uñas en España, el sector olvidado que levantó un imperio estético

El mundo de las manicuras en España se enfrenta a muchos retos, que van de las condiciones laborales a las medidas de higiene y seguridad, mientras se busca convertirlo en una costumbre cultural, como en otros países del mundo.

Dos mujeres reciben una manicura en el salón Koko en Kiev el 15 de marzo de 2022. Anastasia Vlasova/Getty Images (Getty Images)

La fotógrafa Anastasia Vlasova captó el pasado el 15 de marzo de 2022 la imagen que acompaña este texto. En ella, se puede ver a dos mujeres recibiendo una manicura en el salón de uñas Kokó de Kiev, en plena invasión rusa y con los bombardeos acechando. Habían salido a arreglar sus uñas a su lugar de confianza, persiguiendo quizá un poco de normalidad y autocuidado entre tanto horror. La imagen sirve para poner sobre...

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La fotógrafa Anastasia Vlasova captó el pasado el 15 de marzo de 2022 la imagen que acompaña este texto. En ella, se puede ver a dos mujeres recibiendo una manicura en el salón de uñas Kokó de Kiev, en plena invasión rusa y con los bombardeos acechando. Habían salido a arreglar sus uñas a su lugar de confianza, persiguiendo quizá un poco de normalidad y autocuidado entre tanto horror. La imagen sirve para poner sobre la mesa la brutal proliferación de salones de manicura en todo el mundo, también en España, donde desde hace una década se han abierto cientos de estos establecimientos en todas las ciudades del país. Y también representa a la perfección cómo la manicura ha pasado de ser algo que solo se hacía en ocasiones especiales a una costumbre estética de la que son muy fieles, incluso en tiempos de guerra, millones de mujeres en todo el mundo.

En décadas pasadas, era habitual, en España, que las señoras se arreglasen las uñas en la peluquería en las ocasiones especiales, con referentes estéticos como Rocío Jurado, que siempre llevaba las manos impecables. No se solía innovar y solo existían dos opciones: tonos rojos y granates y manicura francesa. Pero en el 2012 explotó en España el fenómeno del nail art, tal y como lo conocemos ahora, y el colectivo de las Guetto Nails ha sido testigo directo de su evolución. Luz Belenguer, que ahora regenta el salón Lulu View, vivió en primera persona esos primeros años en los que el nail art se hacía un hueco en nuestro país. «Nosotras formamos las Ghetto Nails, un colectivo que nació con las ganas de traer el nail art a España cuando aquí era algo inexistente. Estábamos inspiradas en la cultura que existía en Estados Unidos, ya que Jessica, la fundadora, había estado viviendo allí y volvió fascinada y con muchas ganas de importarlo aquí. Lo bueno de este negocio es que muy fácil de arrancar. Nos aprovechamos un poco de que nuestros amigos, los Zombie Kids, tenían el bar y comenzamos a hacer los Nails & Cocktails. Así arrancó todo «. Con el tiempo, las Guetto Nails se convirtieron en una referencia en manicuras con miles de seguidores en Facebook e Instagram. Para Belenguer las cosas han cambiado mucho desde que empezó a trabajar con uñas hace diez años.»Ahora está empezando a implantarse como parte del aseo personal, como algo básico, antes era como algo más excepcional y lujo, que se hacía en contadas ocasiones. Otra cosa que estamos observando es que ya no tiene género. Vienen chicas, chicos y chiques».

Rocío Jurado, referente de manicuras antes de la explosión del ‘nail art’.Getty (Cover/Getty Images)

El boom de estos negocios dedicados a cuidado y la estética de las manos en España no se puede entender tampoco sin fenómenos de cultura pop como Rosalía, que hizo de sus uñas toda una seña de identidad y las elevó casi al género del arte y el fenómeno de la globalización, con una gran influencia de la cultura de América Latina y Estados Unidos en nuestro país. En estas zonas del planeta, la manicura y la pedicura son casi una religión, formando parte de la rutina de belleza cotidiana de cualquier mujer, independientemente de su clase social. Y, aunque el volumen de negocio que mueven estos países, sigue estando a años luz de España, es innegable que en nuestro país ha bebido mucho de estas culturas creado en los últimos años un imperio de millones de euros. Aunque el sector no ha dejado de consolidarse y crecer a buen ritmo en los últimos diez años (se estima que mueve 9.000 millones de euros en todo el mundo) todavía falta en España lo que las expertas en la materia llaman ‘la cultura de la manicura’ y es justo ahí donde reside la raíz de algunos problemas que afectan nuestras manicuristas.

«El principal reto del mundo de la manicura en España sigue siendo incorporar este cuidado como algo cultural, con una frecuencia semanal, como ocurre en otros países», asegura Mery Oaknin, CEO y Socia Fundadora de d-uñas, con 190 salones y franquicias repartidas por todo el mundo. Es por eso que, aunque en países como en Estados Unidos ya se ha puesto en marcha una regulación del sector –debido a las protestas de sus trabajadoras por las jornadas interminables y la exposición a los tóxicos– en nuestro país todavía no cuenten con una red asociativa fuerte. «La propia configuración del sector, donde el 5% de los profesionales trabajan para grandes cadenas, y el 95% para centros de 1 a 3 empleados, es la que dificulta que esté sindicado en grandes asociaciones que defiendan sus derechos», opina Oakin y añade que no hay mucho malestar porque se trata de un sector muy nuevo en el que «la legislación laboral –en España las manicuristas de rigen por el Convenio de Peluquería y Estética– es bastante estricta en cuanto a las condiciones exigidas a un empleador».

Sofía B., de 22 años, trabaja en Mi Calle de Nueva York, un salón de referencia en manicuras en Madrid, y opina que, aunque no comparten muchas de las reclamaciones de sus compañeras estadounidenses porque las circunstancias son diferentes y el sector mucho más nuevo, convendría que estuvieran más organizadas. «Al final el trabajo no está lo suficientemente valorado. Hay mucha gente que hace incluso arte… Además, hacemos sentir mejor nuestras clientas, que salen de aquí sintiéndose más bonitas y mejor consigo mismas. Y –aunque no jugamos con la salud como lo hace, por ejemplo, un médico– si el trabajo no está bien hecho puedes crear muchas infecciones y problemas derivados de la mala práctica».

La falta de control en las medidas de higiene en muchos de los salones de uñas es lo que más preocupa a Cristina Solymosi, dueña del salón Ma Belle en la calle Ortega y Gasset de Madrid. «Es muy difícil competir con salones que trabajan con una filosofía de bajo coste. Las condiciones de los trabajadores no son las adecuadas. No podemos competir con esos precios ni esos horarios. Por no hablar que en muchos sitios solo aceptan efectivo. Ante esto, únicamente podemos seguir ofreciendo al cliente unas condiciones muy buenas de higiene y seguridad. En nuestro caso, usamos bolsitas individuales y regalamos los utensilios utilizados para que se queden completamente tranquilas. También es muy importante que las manicuristas obtengan una formación adecuada. Son las manos de otra persona con lo que está tratando y se necesita una buena técnica y una desinfección exhaustiva de todo el material. Las normas de licencia y de higiene están muy bien en la teoría, pero muchos no las cumplen». Solymosi asegura nunca ha recibido una inspección en su salón para que se compruebe que las cosas se están haciendo bien.

Para Belenguer (Lula View/Guetto Nails) los salones de uñas son como cualquier otro negocio. «Yo los salones que no cumplen con las medidas no los considero competencia. Obviamente no todos, pero hay muchos de dudosa higiene y con productos de calidad ínfima. Esto es como todo, como los restaurantes, hay algunos en lo que no querrías entrar en su cocina porque dan miedo».

En Mi calle de Nueva York, a Sofía B. le ha tocado arreglar algunos problemas en las manos y los pies de clientes que han tenido malas experiencias en centros de manicura, que no cumplían con unos mínimos de seguridad. «Hay gente que acaba viniendo aquí para que arreglemos lo que han destrozado en otro sitio. Vemos uñas excesivamente limadas con el torno, que son uñas muy débiles, muchas rotas… También con hongos e infectadas de mil maneras. No quiero criticar el trabajo de nadie, pero te preguntas, cómo lo habrán hecho para provocar estos problemas».

Mario Pastor, presidente de la Federación Nacional de Pacientes Alérgicos y con Problemas Respiratorios, entiende que lo más inquietante de este sector es que existen muchas «alergias y enfermedades respiratorias relacionadas con el trabajo. Los productos volátiles pueden producir irritabilidad, asma y otras dolencias respiratorias. Las trabajadoras son los que están expuestos horas y horas y día tras día. No es comparable con lo que puede afectar a un cliente que va un ratito». En un artículo de The New York Times titulado Venenos que embellecen uñas la periodista Sarah Naslin Nir recopiló en 2015 testimonios de manicuristas afectadas por enfermedades respiratorias, cáncer y abortos espontáneos. Hoy, aunque existe preocupación por las consecuencias en la salud de estar en contacto durante mucho tiempo con estos productos, parece que la industria ha hecho los deberes para trabajar por usar esmaltes cada vez menos nocivos. «Estamos convencidas de que en los centros de manicura en España no se utilizan productos tóxicos. Los esmaltes no son tóxicos, hay productos de mejor y peor calidad. Nosotras hemos elegido emplear productos cuyo un gran porcentaje de ingredientes sean los más naturales posibles, para evitar riesgos en los trabajadores, dar el mejor servicio a los clientes y ser los más sostenibles posibles con el medioambiente», explica Mery Oaknin, fundadora de d-uñas.

Desde la Asociación Nacional de perfumería y cosmética (STANPA) recuerdan que «la regulación cosmética europea es una de las más estrictas y exigentes a nivel mundial» e insisten en que la ventilación de los locales es crucial para mantener la buena salud de las trabajadoras. «Una mala adecuación de los salones de manicuras podría provocar que estos vapores se inhalen o entren en contacto con los ojos y las membranas mucosas. Por ese motivo, es fundamental que se instale el sistema de ventilación en zonas sin flujo de aire, que deberá colocarse en la parte baja para que sea efectivo, pues los vapores que se generan durante la manicura son más densos que el aire y por tanto bajan y se acumulan en la parte inferior del local. Así, la ventilación del local es clave para garantizar la seguridad de los profesionales». Para STANPA los problemas de salud relacionados con las manicuras son poco comunes y son casos «casos generalmente asociados con accidentes o malos usos».  Belenguer, que lleva más de 10 años dedicada en cuerpo y alma a las manicuras asegura que la preocupación en los salones que cumplen con las medidas de seguridad no es demasiado grande. «Obviamente no es plato de buen gusto saber que estás en constante contacto con químicos, pero yo que estoy embarazadísima, trabajo con tranquilidad» y recuerda que en muchas profesiones «como los panaderos, por ejemplo» también están en contacto con productos que pueden ser dañinos para salud.

En la consulta de Esther Jiménez, miembro del grupo español de dermatología, estética y terapéutica en la AEDV (Academia española de dermatología y venereología), tienen claro que las manicuras son delicadas más allá de los problemas respiratorios. «Por un lado, mucho cuidado con las cutículas, que tienen una función, que es cerrar y no permitir que entren bacterias, y solo quitarlas podría conllevar un riesgo. Respecto a los esmaltes, a veces pueden dar alergia, las lacas que llevan acrilatos está demostrado que son muy sensibilzantes. Los productos para retirarlas pueden ser también un poco agresivos. En general, las permanentes pueden alterar mucho a la uña. Mejor no abusar y tener las uñas hidratadas sin someterse continuamente a la retirada de este tipo de tratamientos estéticos o hacerlo en sitios seguros».

Donde es complicado cumplir las normas de ventilación y seguridad es en la esfera de economía sumergida y de supervivencia de esta industria, donde las manicuras y las pedicuras son un halo de esperanza cuando todo lo demás les falla a muchas inmigrantes. Es el caso de Alejandra Gómez Martínez, de 28 años, que llegó a España desde Colombia, solo unos días antes de que empezara la pandemia, con la intención de buscar un futuro mejor para su familia.»Desde muy joven en Colombia me metí a muchos cursos y me formé. Es buena opción para mí porque me manejo el horario y puedo hacerlo desde la casa o visitar domicilios». En situación de irregularidad y esperando los papeles, esta colombiana procedente de Pereira, con dos hijos –Valeria, de tres años, y Eric, de cuatro meses– se ha hecho con un kit por Amazon para atender a sus clientas del barrio de Leganés, donde reside. «Es una manera fácil de tener dinero, cuando uno está irregular es muy difícil encontrar trabajo, y esto ayuda para salir adelante». Alejandra ha comentado a su entorno que lo que más le inquieta es que el niño llore mientras está trabajando, pues no quiere importunar a sus clientas. El resto de riesgos, cuando se trata de sobrevivir, no se los ha planteado.

La economía sumergida, junto con la bajada del IVA, es una de las grandes reivindicaciones desde la Federación Nacional de Asociaciones de Esteticistas. Rosa María Cruz es su presidenta y tiene claro que son un sector olvidado por las instituciones públicas. «Las manicuristas, al igual que el resto de personas del sector de la estética, reclaman desde hace años la rebaja del IVA del 21 % al 10%. La próxima semana iremos a Ferraz, a la sede del PSOE, a reclamar esa bajada del IVA, que es esencial para nuestros negocios. En la pandemia demostramos que éramos un sector esencial, el problema es que no somos tratados como tal».

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