De los incisivos de Adán al temible ‘sacamuelas’: ¿Qué esconden las sonrisas del Museo del Prado?
Para celebrar su aniversario, Laboratorios Lacer repasa la evolución de nuestras sonrisas en ‘El arte de sonreír’, una interesante visión de la historia de la salud bucodental a través de algunas de las obras de arte más representativas del Museo del Prado.
Una sonrisa puede revelar más detalles de una época de lo que creemos. Basta hacer scroll en Instagram para observar los diferentes usos que hacemos de ella: desde esas envidiosas e idílicas postales vacacionales, repletas de dentaduras amplias y resplandecientes; a la seriedad impostada de muchos influencers y famosos, que se esconden en rostros impenetrables para compensar la sobreexposición. No hay un gesto que despierte tantos enigmas y, a su vez, que describa mejor quiénes somos, o lo que fuimos. Esa es la aproximación artística que ha realizado Laboratorios Lacer para celebrar el aniversario de la marca: El arte de sonreír, una interesante visión de la historia de la salud bucodental a través de las obras de arte más representativas del Museo del Prado.
Comentadas por un historiador y un experto odontólogo, las piezas que componen la revisión histórica de Lacer –un primer eje titulado Sonrisas de la historia, en el que se detallan numerosas anécdotas y detalles de la evolución de la salud dental a lo largo de los siglos; y un segundo, Obras emblemáticas, destinado a redescubrir las piezas más icónicas de la pinacoteca madrileña desde esta original perspectiva– tienen en común el semblante tímido de sus protagonistas. “Resulta curioso observar que en la mayoría de las pinturas sus protagonistas no querían sonreír y, todavía menos, enseñar los dientes porque en aquellos tiempos las dentaduras se deterioraban y no eran para nada algo bonito de mostrar«, comentaba en odontólogo, insistiendo en el poder empoderador de una bonita sonrisa.
La sonrisa de la Mona Lisa –la copia de la Gioconda más temprana conocida hasta el momento que atesora el Museo del Prado– continúa siendo uno de los mayores misterios del arte. Tampoco sabremos qué escondía El Cardenal de Rafael tras esa mueca tan inquietante como su mirada; o si, de haber nacido en otra época, Velázquez hubiese retratado a sus Meninas más alegres. ¿Por qué los artistas de la época apelaron a la seriedad? Existen muchas teorías, desde razones funcionales –mantener una sonrisa espontánea durante horas, incluso días, no es tarea fácil–, a cuestiones puramente culturales. Su significado ha cambiado mucho. En el siglo XVII, por ejemplo, las sonrisas amplias, con los dientes bien marcados, se asociaban a las clases sociales más bajas, algo propio de borrachos o bufones, como el que retrató Velázquez en El bufón Calabacillas; mientras que la aristocracia se reconocía en el decoro. La explicación, coincide el historiador Colin Jones en su ensayo Smile Revolution, puede deberse a la falta de higiene y corrección bucal por la que muchos sentían pudor o vergüenza al enseñar los dientes. No será hasta el siglo XVIII, cuando en Francia adquiera el significado amistoso y relajado que le atribuimos hoy en día; y se naturalice finalmente con la llegada de la fotografía y del cine un siglo después.
También las sonrisas han evolucionado y, sobre todo, mejorado en los últimos años. Lo observamos en la obra Adán y Eva de Durero, en donde los incisivos irregulares de Adán potencian su carácter infantil e inocente, frente a la sonrisa sugerente de ella; y sobre todo en María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, que hubiera tenido otro destino de haber crecido en esta época. La reina consorte, como la retrató Francisco de Goya, perdió prácticamente todos sus dientes a consecuencia de sus numerosos embarazos. Un deterioro físico que trató de disimular con una dentadura postiza que era la comidilla de la corte. Por suerte, tampoco nuestra imagen del dentista tiene ya nada que ver con la aterradora figura del cuadro de El Sacamuelas, ataviado con unas tenazas, un martillo y un buen séquito, para extraer una sencilla pieza dental.
Sonrisas sanas
El cuidado de nuestra sonrisa ha ido evolucionando en estos años a la par de los laboratorios Lacer. Fundada en Barcelona a finales de los años 40, aquella pequeña compañía de menos de 20 personas, se dedicó a investigar cómo mejorar nuestra salud bucodental. Los comienzos no fueron fáciles: las materias primas eran muy escasas, la maquinaria industrial estaba obsoleta y los servicios públicos tampoco eran muy fiables. Pero tampoco fue un obstáculo: la Pasta-Dentífrico-Vacuna, destinada a acabar con los virus y proteger las encías, fue el origen de una de las líneas más completas del mercado. Podríamos decir que la Pasta dental Lacer forma parte de nuestro imaginario colectivo. La fórmula y el diseño se ha actualizado con los años para atajar con mayor eficacia nuestros problemas bucales y molestias; pero el objetivo sigue siendo el mismo: que podamos enseñar los dientes con seguridad y compensar tantos años de sonrisas contenidas.