¿Aceites que limpian la cara? Sí, y así se utilizan
Las coreanas han vuelto a imponer sus reglas sobre la piel occidental. Da igual que nos separen 10.000 kilómetros de distancia y que las particularidades cutáneas sean tan distintas. La doble limpieza y el oil cleansing method son los últimos gestos importados. ¿Los necesitamos?
Sin limpieza no hay belleza y esta rutina se está convirtiendo en la piedra angular de la cosmética. Del sistema de tres pasos que instauró la firma Clinique allá por los años sesenta e insistía en la obligatoriedad de limpiar, exfoliar e hidratar la piel a diario como pasaporte único a la belleza cutánea hemos pasado a seguir a pies juntillas los 10 pasos que exige la ley coreana. L...
Sin limpieza no hay belleza y esta rutina se está convirtiendo en la piedra angular de la cosmética. Del sistema de tres pasos que instauró la firma Clinique allá por los años sesenta e insistía en la obligatoriedad de limpiar, exfoliar e hidratar la piel a diario como pasaporte único a la belleza cutánea hemos pasado a seguir a pies juntillas los 10 pasos que exige la ley coreana. La limpieza facial se está convirtiendo en la gran apuesta de las firmas y los aceites –quién lo iba a decir– en los protagonistas indiscutibles. Ocupan el paso número uno en la rutina coreana y su búsqueda en Google ha incrementado en más de un 500% en el último año.
Habría que distinguir bien entre dos términos que a menudo se utilizan indiscriminadamente: limpieza y desmaquillaje. Y es en el segundo en el que la doble limpieza y el oil cleansing method han encontrado su espacio, y los aceites su razón de ser. La limpieza se limita a eliminar las partículas de suciedad que se acumulan sobre el rostro a lo largo del día y el desmaquillaje ha de vérselas con unos pigmentos de maquillaje de fórmulas por lo general aceitosas. La química manda, y las formulaciones oleosas son las más indicadas para arrastrarlas.
Cuestión de química
La doble limpieza no significa llevarla a cabo dos veces al día. Este sistema consiste en realizarla en dos pasos: el primero es pasar por la piel un limpiador en aceite, bálsamo o agua micelar que tenga una base oleosa para eliminar el maquillaje, la grasa, restos de cosméticos o el protector solar. El siguiente paso se hace con un gel, jabón, leche o espuma, de base acuosa para limpiar profundamente la piel, eliminando impurezas o restos de polución. E
l oil cleansing method es otra cosa. Como explica Pedro Catalá, cosmetólogo, doctor en farmacia y fundador de Twelve Beauty, se basa en la afinidad del aceite con los componentes del maquillaje y el sebo humano. “Éste sí es capaz de arrastrar formulas aceitosas, ya que los pigmentos se dispersan en ellos. A menudo, se les añaden emulsionantes para que limpien mejor y que al contacto con el agua cambien a textura gel, facilitando así la limpieza”.
Sin embargo, el cosmetólogo no es tan partidario de la doble limpieza: “No es para todo el mundo, depende del tipo de piel –beneficiaria a las más grasas– y del maquillaje que se utilice –en especial si lleva filtros solares físicos oxido de zinc o dióxido de titanio– y de la cantidad que se emplee”.
Catalá insiste en la idea que la limpieza en sí supone una agresión para la piel y recomienda “evitar la doble limpieza si la piel es sensible o queda tirante después de seguir estos dos pasos”. Eva Raya, cocreadora de Alice in Beautyland, sí defiende hacer doblete: “Los aceites son ideales porque ayudan a retirar las impurezas de la piel, el exceso de grasa, el maquillaje y la contaminación y están indicados para todo tipo de pieles, y lo ideal es terminar después con una loción que ayude a retirar el mismo”.
Grasa contra grasa
La gran paradoja de la cosmética es que es precisamente en las pieles grasas en las que el uso de un desmaquillante en aceite sería más recomendable. La aclara la esteticista Carmen Navarro: “La grasa no se disuelve en agua y jabón y solo conseguimos disolverla con aceite y arrastrar la que se acumula en el folículo pilosebáceo. Sin embargo, si a una piel de estas características se le aplica un producto astringente, el organismo, por defensa creará, más grasa para equilibrar”.
No hay ningún caso en el que haya que evitarlo salvo, como refiere esta experta, “que exista alguna reacción alérgica a alguno de los aceites empleados pero existen infinidad de variedades que se pueden adaptar a las necesidades de cada piel”. ¿Valen todos? No. Y hay que tener cuidado con algunas formulaciones que pueden llevar a engaño. «No hay que confundir un aceite mineral (derivado del petróleo) con un aceite natural vegetal, como puede ser el aceite de almendras, oliva, aguacate, pepita de uva o zanahoria… para ello conviene mirar los ingredientes del INCI para asegurarnos”, recomienda Eva Raya.
Su rutina de uso también exige cierto protocolo. ¿El perfecto? Nos lo detalla Carmen Navarro: “Debería incluirse, mañana y noche, dentro del protocolo de la doble limpieza. Los productos con aceites son perfectos si llevan dos fases: una de aceites vegetales naturales hidrófilos, libres de conservantes y con extractos de hierbas, adaptados al tipo y estado de la piel, y una segunda, con algún complejo herbal fitoactivo que nutra la piel”. La retirada es clave y según recomienda la esteticista, “lo ideal es hacerlo con una toalla de algodón mojada en agua templada que elimine todas las partículas solubles en agua”.
Para Pedro Catalá, el masaje con los dedos al aplicar el desmaquillante y al eliminarlo es fundamental. “Ayuda a que la limpieza sea más eficaz ya que despega la suciedad de la piel. El agua, aunque parezca inofensiva, es un irritante y hay que utilizarla tibia, ya que los contrastes de temperatura afectan a los capilares que están en las capas más externas de la epidermis”, explica. La ventaja de los aceites desmaquillantes de nueva generación es que cumplen también la función de limpieza.