60 años de Mordex: historia del esmalte amargo fabricado en Gipuzkoa que ha marcado a generaciones de niños

El inconfundible (y repulsivo) sabor de Mordex ha marcado la memoria gustativa de varias generaciones en nuestro país.

Getty Images

Es así: nunca unas croquetas estarán tan ricas como las que hacía tu abuela. Algunos sabores de la infancia nos persiguen toda la vida porque impregnan su valor emocional en algún rincón de nuestra memoria y fijan en nosotros cosas tan importantes como la seguridad, los cuidados o el amor: solo su recuerdo es capaz de llevarnos al pasado. Cada generación tiene su particular dejo (los boomers recuerdan recetas caseras, los millenials te hablarán del Bollycao) pero hay un sabor que no es dulce ni apetitoso ni nada que se le parezca sino más bien todo lo contrario y que sin emba...

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Es así: nunca unas croquetas estarán tan ricas como las que hacía tu abuela. Algunos sabores de la infancia nos persiguen toda la vida porque impregnan su valor emocional en algún rincón de nuestra memoria y fijan en nosotros cosas tan importantes como la seguridad, los cuidados o el amor: solo su recuerdo es capaz de llevarnos al pasado. Cada generación tiene su particular dejo (los boomers recuerdan recetas caseras, los millenials te hablarán del Bollycao) pero hay un sabor que no es dulce ni apetitoso ni nada que se le parezca sino más bien todo lo contrario y que sin embargo conecta a miles de jóvenes desde los años sesenta hasta hoy: el amargor del esmalte Mordex, diseñado para impedir que niños o adolescentes nos mordiéramos las uñas.

Ese sabor agrio, áspero y hasta desagradable se debe al benzoato de denatonio, una de las sustancias más amargas que se pueden encontrar en el mercado. Se trata de un ingrediente tremendamente irritante al gusto: el contenido de una cucharilla de esta sustancia volvería significativamente amarga una piscina olímpica. En realidad, hasta 2011 el activo que proporcionaba ese sabor a rayos a la fórmula era el octaaceato de sacarosa, pero en aquel año se modificó y con este cambio Mordex pasó de ser un medicamento a un cosmético de venta en farmacia.

Mordex se lanzó en España en 1962 (inicialmente con el nombre de Morde-x) y desde entonces nunca ha dejado de comercializarse. “En aquella década de babyboomers, junto a los años cincuenta, se alcanzaron récords en tasa de natalidad, por lo que el número potencial de personas afectadas por onicofagia –el hábito compulsivo de morderse las uñas–, principalmente niños y adolescentes, era muy alto”, contextualizan a S Moda desde Urgo, el laboratorio que lo produce en la actualidad. En aquel momento, los reconocibles frascos de este esmalte (decorados con una pegatina roja con la silueta de una mano) se fabricaban en el barrio de Loyola en San Sebastián, en la sede del laboratorio Vitapharma. “¿Su hijo/hija se muerde las uñas? No le riña…”, decían los anuncios publicados en prensa.

Su rápido éxito se debió a su sencillez: basta con aplicarlo como una laca normal para que cada vez que te llevas los dedos a la boca recuerdes por qué no deberías hacerlo. “Lo bueno es que es fortísimo y me encanta porque gracias a eso no puedo con él, en el sentido de morderme las uñas. Lo recomiendo para personas adolescentes o adultas ya que se debe de poner más fuerza de voluntad”, cuenta Cristina, usuaria de Mordex, en su valoración de cinco estrellas en Amazon. En general, los comentarios de quienes lo han probado son muy parecidos: “Es muy fuerte y ayudó a mi hijo”, dice Mehnoush. Rubén también lo compró con el mismo objetivo: “Mi hijo ha dejado de morderse las uñas. Seca muy rápido y no se nota que están pintadas”.

Anuncio de Mordex, 1967 @Urgo

En estos 60 años el usuario de Mordex no ha cambiado demasiado. “En general lo compran madres para sus hijos adolescentes, o varones adultos de todas las edades, desde los 20 años hasta por encima de los 45. La gran mayoría deja el hábito, aunque si se trata de una persona muy enganchada a este gesto desarrollará cierta tolerancia. Aunque es evidente que a nadie le gusta: después de morder las uñas con este esmalte todos necesitan un chicle”, cuenta Sabina Palazzi, farmacéutica afincada en Barcelona. Pensando en estos casos, la marca lanzó en 2011 una versión más fuerte, Mordex Plus, una versión aún más amarga orientada a adultos o personas con un hábito más severo, con una concentración ocho veces mayor. “Todos los días miles de uñas son mordisqueadas, mordidas y maltratadas sin moderación. Morderse las uñas suele ser un gesto generado por el estrés y el aburrimiento que tiene consecuencias estéticas, y además debilita las uñas”, aseguran en la marca y destacan que además de evitar la mordida, el producto cuida y protege las uñas y cutículas, por lo que permite mantener las uñas más largas y resistentes, ayudando a mantener unas uñas más estéticas.

Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), la onicofagia «puede ser una manía, o tener una causa emocional y conductual, que en ocasiones precisar ayuda de profesionales para corregirla». Las causas de la onicofagia son difíciles de precisar en muchos casos, según explica Iván Carabaño, jefe de Servicio de pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos-Hospital general de Villalba en El País “aunque afecta a un gran número de niños, es más frecuente en niños nerviosos, ansiosos o introvertidos”. Sin embargo, son los adolescentes quienes más presentan esta costumbre, con un 45%, según el doctor, cifra que se reduce a un 10% en adultos. Este psiquiatra define la onicofagia como una conducta repetitiva e irresistible de tipo obsesivo compulsivo pero no suele ser motivo de consulta en los especialistas de salud mental, aunque sí repercute en la salud del niño y adolescente, con consecuencias como: infección en la zona de las uñas por virus, bacterias u hongos (lesiones que se producen sobre todo cuando el niño/a se muerde la zona de la cutícula, la piel fina alrededor de la uña), deformación de las uñas (cuando el hábito de morderse las uñas se prolonga durante mucho tiempo, se deforman y su color cambia al amarillo) o desviación de los dientes (puede ocurrir que el hábito de morderse las uñas derive en una desviación de los dientes incisivos. Sin embargo, es poco habitual que se produzca solo por la mordedura de las uñas. Se presenta en casos de niños que también muerden objetos, como lápices o bolígrafos).

Aunque en la actualidad se comercializan otros productos similares (como Mavala Stop, con unas 2.000 valoraciones casi perfectas en Amazon, o el esmalte amargo para uñas Ecrinal) este esmalte ha estado siempre muy vinculado a nuestro país y ha sido líder desde que nació. Según la marca, en los últimos cinco años se han vendido casi 300.000 unidades solo en España y nueve de cada diez personas que compran este tipo de producto en farmacia lo eligen). El boom de Mordex llegó en el año 2016 (ya propiedad del grupo francés Urgo, que compró los laboratorios en 2009, lo exportó a otros países como Bélgica, Francia, Marruecos Polonia, República Checa y Túnez, y trasladó su producción a su sede francesa en Dijon en 2013), cuando se vendieron 94.500 unidades solo en nuestro país, con unas ventas valoradas en un millón de euros en farmacias, según la compañía. A pesar de que los últimos años no han sido fáciles para un producto como este (la pandemia, así como el uso de mascarilla y geles hidroalcohólicos han afectado a este mercado), en el laboratorio creen que Mordex conectará con los centennials, «una generación caracterizada por una mauor peocupación por la estética, y dentro de ella, por el cuidado de las uñas», nos dicen.

De momento, los números aseguran que Mordex seguirá entre nosotros: en 2022 cerró con un crecimiento del 12% respecto al año anterior y las previsiones de fabricación para este 2023 son de 175.000 unidades aproximadamente para cubrir todos los países en los que se comercializa el producto. Un mercado importante en el que España está a la cabeza: el 15% de los españoles se muerden las uñas, o lo que es lo mismo, unos siete millones de personas tienen el hábito de mordisquearlas, según un estudio de Ipsos. Quizá una buena parte de ellos acabe añadiendo el esmalte más amargo a su archivo sensorial.

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