Así se confeccionó el vestido de flamenca de Máxima de Holanda: nos lo cuenta la mujer que lo hizo
Fabiola García-Liñán lo hizo en 25 días, sin dormir algunas noches y con la ayuda de conversaciones telefónica con la reina de Holanda.
Cuando Fabiola García Liñán recibió en su tienda del centro de Sevilla hace un mes la visita de una elegantísima señora que observó detenidamente todas las prendas que tenía en exposición en la tienda para después decirle que necesitaba trajes para varias niñas y una señora (y que ya les mandarían las medidas) no podía intuir que cuatro de sus vestidos se convertirían en la sensación de la Feria. Precisamente la clave estaba en quiénes eran esas niñas y esa señora a la que irían destinadas esas prendas. García-Liñán, que lleva diseñando prendas folclóricas desde hace treinta años no sabía que ...
Cuando Fabiola García Liñán recibió en su tienda del centro de Sevilla hace un mes la visita de una elegantísima señora que observó detenidamente todas las prendas que tenía en exposición en la tienda para después decirle que necesitaba trajes para varias niñas y una señora (y que ya les mandarían las medidas) no podía intuir que cuatro de sus vestidos se convertirían en la sensación de la Feria. Precisamente la clave estaba en quiénes eran esas niñas y esa señora a la que irían destinadas esas prendas. García-Liñán, que lleva diseñando prendas folclóricas desde hace treinta años no sabía que sus clientes finales sería la reina de Holanda y sus tres hijas. Pero así era. Aquella señora era una amiga íntima de Máxima Zorriegueta y había recibido el encargo de encontrar a una modista de altísima calidad que fuese capaz de confeccionar vestidos impecables a distancia. Fabiola fue la elegida.
“Los hemos terminado en apenas 25 días. Ya habíamos cerrado el plazo para encargos para la Feria, pero claro que tenía que hacer una excepción. He estado sin dormir varias noches para terminarlo pero ha valido la pena”, cuenta García-Liñán quien es conocida en la ciudad por hacer vestidos clásicos. La reina Máxima le dejó claro desde el principio que no quería intermediarios: “Me dijo que en palacio nadie maneja el español bien, bien y que no quería arriesgarse a que las cosas no saliesen bien”. Así que el proceso de creación lo dirigió la propia Zorreguieta por teléfono desde Amsterdam.
El mercado de los trajes de folclórica en Andalucía es toda una industria; hasta el punto de que existe una pasarela anual de tendencias de moda flamenca, al SIMOF, en cuya última edición participaron 80 diseñadores en la última edición.
La Feria, por su lado, es un hervidero de tendencias: este año, por ejemplo, se ha puesto de moda llevar coronas de inspiración mexicanas en lugar de flores en la cabeza. Pero la firma de García-Liñán, Fabiola 1987, no se caracteriza por esas audacias: es conocida en la ciudad por haber sido pionera en la introducción de elementos de moda ajenos a los códigos clásicos del flamencos (telas con estampados florales, tejidos inesperados) pero al mismo tiempo por haberse mantenido siempre fiel a los códigos clásicos. “Somos moda pero somos clásicas. Creo que los vestidos tienen que estar muy ajustados al cuerpo pero ser cómodos a la vez porque hay que tener en cuenta que nos vamos a la Feria. Lo mismo te subes a un caballo que a una atracción de feria…”. La diseñadora dice que estos son los elementos que nunca pueden faltar en un traje de flamenca: “Importantísimo el mantón, sea liso, estampado o de lunares. Soy partidaria del colorido: el traje triste no tiene cabida en una feria porque es un lugar en el que estamos a pleno sol y hemos de jugar con esa magia. Y por último, no me gustan los descotes desemsurados, ni por delante y por detrás”.
Y con esas premisas diseñó los vestidos para Máxima y sus hijas. Con esas y con las que le dio la propia Máxima por teléfono. “Hablábamos a menudo y el fue espectacular. Yo le mandaba cosas y ella iba eligiendo: los tejidos, los colores, los estampados. Se los enseñaba a las niñas y ellas también opinaban”, cuenta la diseñadora.
Para García-Liñán lo más difícil de hacer el traje a distancia fue el pensarlo, pero una vez lo hubo concebido todo fue rodad. “Ella tenía una buena modista en palacio. La clave para que algo así salga bien es que te mida bien el traje alguien que sepa medir”.
Para Máxima de Holanda confeccionó un vestido ligero y ajustado en crepe de seda de color azul. Lo combinó con un mantoncillo bordado en tono fresa y colores del mismo color que el vestido. Para la hija mayor y heredera del trono holandés, la princesa Amalia, hizo un vestido amarillo liso con el forro de los volantes de color buganvilla. Y para las dos niñas pequeñas, Alexia y Ariane, se decantó por colores verdes. El resultado es esa imagen que lleva días dando vueltas a la prensa española: Máxima y sus hijas completamente integradas en el ambiente de un acontecimiento social en el que la presencia de miembros de la jet set internacional no es infrecuente. De hecho, fue aquí donde se conocieron el rey Guillermo, cuando aún solo era príncipe, y Máxima cuando ella era una directiva de ventas internacionales en Nueva York de visita con una amiga en Sevilla. Entonces nadie se fijó en ella. Ahora la situación es bien distinta. “Ella era perfectamente consciente de que sus trajes de flamenca iban a tener mucha repercusión”. Máxima no da puntada sin hilo.