La revolución de las ‘antinovias’: así están acabando la pandemia e Instagram con el look nupcial clásico
Las tendencias nupciales rechazan los estereotipos tradicionales en favor de diseños adaptados al estilo diario de cada mujer. Las bodas reducidas, así como el descenso de enlaces religiosos o la influencia de las redes, son algunos de los motivos.
Novias sin cola, con el pelo un poco revuelto y hasta con bolso. Novias que reniegan de convencionalismos, huyen de encajes y faldas princesa y de todo lo que huela a tradición: ni maquillaje comedido, ni look pulido y excepcional, ni joyas discretas. Las novias de 2021 salen corriendo cuando se trata de vestir, precisamente, como se espera de ellas. De ahí que tenga casi más sentido hablar de ‘no novias’ o ‘antibrides’, en inglés, una categoría que se abre paso entre otras como ‘bohemia’, ‘minimalista’ o ‘clásica’. Su éxito aumenta amparado por los nuevos tipos de enlace (algo en lo ...
Novias sin cola, con el pelo un poco revuelto y hasta con bolso. Novias que reniegan de convencionalismos, huyen de encajes y faldas princesa y de todo lo que huela a tradición: ni maquillaje comedido, ni look pulido y excepcional, ni joyas discretas. Las novias de 2021 salen corriendo cuando se trata de vestir, precisamente, como se espera de ellas. De ahí que tenga casi más sentido hablar de ‘no novias’ o ‘antibrides’, en inglés, una categoría que se abre paso entre otras como ‘bohemia’, ‘minimalista’ o ‘clásica’. Su éxito aumenta amparado por los nuevos tipos de enlace (algo en lo que sin duda la crisis sanitaria ha tenido mucho que ver), pero, sobre todo, por las mujeres que se niegan a traicionar sus principios estéticos diarios el día de su boda eligiendo valores como naturalidad, comodidad y modernidad en detrimento de una elegancia impostada y tradicional.
«La frase más repetida en nuestro estudio es ‘no quiero ir tan de novia”, confirma la diseñadora Laura Jiménez, al frente de la firma nupcial Laura Viera. Las chicas que visitan su taller van en busca de creaciones que, sin abandonar algunos elementos clásicos, respeten su estilo diario. «Buscan lucir en ese día algo que responda a lo que normalmente llevan, obviamente con tejidos de mucha calidad, bien confeccionados y con un toque especial», añade. Su última colección refuerza ese mensaje en una campaña en la que sus diseños nupciales lo mismo aparecen acompañados por bolsos que se resguardan del frío bajo un plumas blanco o se combinan con un gran coletero scrunchie a modo de tocado.
Los ejemplo nacionales extensibles a otras firmas como Castellar Granados (Madrid), Inés Lacasa (Murcia) o Nonne (A Coruña), no son, ni mucho menos, aislados. Basta con echar un ojo a la colección nupcial que ha creado la diseñadora Simone Rocha para el portal de lujo MyTheresa, en la que abundan los vestidos cortos, los pendientes XL y los bolsos, para confirmar la tendencia. Por no hablar de la primera incursión en el universo nupcial de Erdem, una propuesta alejada de los mandamientos clásicos que adapta los códigos románticos de la marca a novias modernas y especiales, o las recientes colecciones de la diseñadora Molly Goddard o la marca británica Rixo. Todas coinciden en ofrecer vestidos que bien podrían pasar por diseños de invitada o de fiesta de no ser por el distintivo blanco.
Con el propósito de vestir a estas novias modernas de estilo más fresco nació hace un par de años en Barcelona la firma The Muse Collective, una tienda multimarca –también disponible online– que ofrece alternativas a los clásicos pendientes, tocados, velos o vestidos. «Nuestras clientas evitan sentirse disfrazada para agradar a los demás», cuentan Rouse y Cristina Salvador, hermanas y socias. «Empezamos en 2019 porque percibimos una revolución estética en el mundo nupcial. Se están redefiniendo las piezas más tradicionales en diseños contemporáneos y versátiles. Nuestras novias combinan vestidos lenceros con maxivelos bordados para un look más dramático, vestidos de líneas más clásicas con velos cortos y pendientes XXL o introducen opciones con pantalón como nueva propuesta más arriesgada. Y tampoco tienen miedo en apostar por accesorios poco esperados como bolsos tipo clutch», aseguran.
Tanto ellas como Laura Viera coinciden al señalar Instagram como principal culpable de este cambio estético. «Es una fuente de inspiración sin límites y las antibrides están ganando mucha fuerza», opinan las primeras. «Al ver fotos de estilismos diferentes, que se hacen virales precisamente por eso, a muchas chicas les resulta más sencillo imaginarse a ellas mismas con ese estilo», cuenta Viera. Y añade: «En una red social plagada de cuentas especializadas en el universo nupcial, los vestidos clásicos ya no llaman la atención ni inspiran como antes. Por eso, las novias distintas y especiales se reciben de forma tan positiva».
Esa es la clave del éxito de cuentas como @_anti_bride, muy representativa del auge de esta nueva estética. En este perfil, que encuentra su razón de ser en una web en la que es posible contratar sus servicios para organizar bodas diferentes o comprar lencería, vestidos y kits de supervivencia para el gran día, se aglutinan diariamente ‘no novias’ que se saltan los estereotipos. Algunas llevan el ramo en una mano y el bolso en la otra; visten minivestidos abombados o apuestan por traje blanco a juego con abrigo de paño. La mayoría se vuelven virales a la velocidad de la luz y tienen eco en otras tantas cuentas dedicadas a la misma temática.
Tanto es así que ya no hay novia viral sin un punto de originalidad y riesgo. Una de las más recientes en nuestro país, Paz, conquistó las redes sociales con un conjunto de pantalón, casaca y diadema ejemplificando una de las apuestas que se ha multiplicado a raíz de las bodas de pequeño formato derivadas de las restricciones actuales: el traje y sus variantes. «Creo que cada una debería casarse como quiera sin importar el número de invitados. Pero es cierto que muchas consideran que es más acertado elegir pantalones o vestidos tobilleros para este tipo de enlaces, por lo que ha influido en el aumento de estas propuestas. Sin embargo, la pandemia no es el motivo principal porque ya antes estaba ocurriendo», apunta Viera. El fenómeno también puede relacionarse con un descenso de los enlaces religiosos (solo el 20% se realizan por la Iglesia), siendo los civiles más propensos a la experimentación estética, sin olvidar una conciencia medioambiental más profunda que anima a muchas a elegir diseños que puedan volverse a poner.
De ahí el auge de los conjuntos de dos piezas, los vestidos midi o aquellos con patrones tan sencillos –y más similares al de un vestido largo de noche o de invitada– que bien permiten un cambio de color posterior al enlace. «La ilusión de elegir el vestido sigue estando presente y sigue teniendo un componente emocional muy potente, pero cada vez más las novias son conscientes de sus hábitos de consumo y por ello buscan poder reutilizar parte de su estilismo, ya sea un vestido corto, unos maxipendientes o unos zapatos tipo joya. Aprender a atesorar una prenda o un accesorio y llevarlo mil veces es un concepto que ha llegado para quedarse», apuntan desde The Muse Collective.
Si en 2018 corrían ríos de tinta al ver a personalidades como la it girl Lolita Jacobs dar el ‘sí, quiero’ ataviada con camisa clásica a modo de minivestido, velo largo y zapatos planos rojos, ahora mujeres anónimas han convertido el riesgo en una constante mucho más terrenal e inspiradora para las novias de a pie. Trajes, pendientes importantes, zapatos con personalidad y vestidos relajados marcan la pauta de las nuevas ‘no novias’. El velo, sin embargo, se resiste a desaparecer. «La cola sí es algo que empieza a escasear, pero el velo no. De hecho, está cobrando fuerza porque si el resto del look es ‘menos novia’, el velo es el broche que te hace ‘ser la novia”, puntualiza Viera. También existen reglas no escritas en el universo de las antibrides.