Alicia Keys: «Si finges que sabes lo que haces, todo el mundo te creerá»

A punto de lanzar su sexto álbum, la cantante y actriz estadounidense nos recibe en París para hablarnos de sus comienzos como niña prodigio y su relación con la fama.

De espaldas no parece ella. Y no por altura, talla o silueta. Más bien por comportamiento, por campechanería. Un entrevistado no suele recibir en pantuflas pinchando música en la habitación. Pero Alicia Keys, sí. «Hace un día maravilloso, ¿verdad?», dice mientras invita a salir a la terraza de la suite del Mandarin Oriental de París, donde se produce el encuentro. No deja de sonreír; tampoco cuando plantamos la grabadora encima de la mesa.

La cantante estadounidense aterrizó en el negocio de la música muy pronto. Firmó su primer contrato con un sello a los 16 años, con ...

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De espaldas no parece ella. Y no por altura, talla o silueta. Más bien por comportamiento, por campechanería. Un entrevistado no suele recibir en pantuflas pinchando música en la habitación. Pero Alicia Keys, sí. «Hace un día maravilloso, ¿verdad?», dice mientras invita a salir a la terraza de la suite del Mandarin Oriental de París, donde se produce el encuentro. No deja de sonreír; tampoco cuando plantamos la grabadora encima de la mesa.

La cantante estadounidense aterrizó en el negocio de la música muy pronto. Firmó su primer contrato con un sello a los 16 años, con 20 lanzó su debut (Songs in A Minor) y a los 21 tenía la industria a sus pies. La suya es una carrera de hazañas y cifras rimbombantes. ¿Qué artista no querría el éxito de Alicia Keys? Más de 60 millones de discos vendidos, doce premios Grammy (los Óscar de la música), un libro y un poemario (Tears for Water y The Diary of Alicia Keys), el nuevo himno neoyorquino (Empire State of Mind), su labor como filántropa (es embajadora de la ONG Keep A Child Alive), ser una de las 50 mujeres más bellas del planeta según la revista People«Soy feliz, me siento orgullosa de lo que he hecho y de la persona en la que me he convertido», corrobora.

Pero los iconos también se estrellan. Tidal, el servicio de streaming comprado a principios de año por Jay Z y en el que Keys colabora, no despega. La plataforma musical, que planta cara a las empresas, es la primera cuyos dueños son los artistas. Pero no supera el millón de abonados, una nimiedad en comparación con los 15 millones de usuarios de pago de Spotify. Además, varios artistas como Beyoncé podrían tener que retirar su música porque no poseen los derechos de reproducción online de sus canciones.

Otro sinsabor: Keys ha ido a disco cada dos años. Aunque desde Girl On Fire (2012) solo ha lanzado un recopilatorio (VH1 Storytellers, 2013). La publicación de su sexto álbum está prevista para este año. Poco se sabe sobre él y nada nos deja preguntar el agente de la artista. La también imagen de Givenchy Perfums no ha estado de brazos cruzados. Genesis, su segundo hijo con el productor Swizz Beatz, nació en diciembre del año pasado.

La familia reside en un lujoso apartamento, con estudio incluido y lleno de teclados vintage, en Nueva York. Nada que ver con el ambiente y el vecindario donde se crio la neoyorquina de 34 años. Su barrio, Hell’s Kitchen (parte de Manhattan), es célebre por sus historias de gánsteres y prostíbulos. «Drogas, hurtos… Muchos de mis conocidos acabaron en la cárcel». Su padre la abandonó cuando tenía 2 años, pero ella se mantuvo firme. O más bien, la mantuvieron. Su madre la apuntó a infinidad de actividades extraescolares: ballet, natación, gimnasia rítmica, piano… «Es mi heroína. Una mujer fuerte. Me enseñó a ser responsable», asegura. A partir de ahí todo fue sobre ruedas: sobresalientes, becas, mucho conservatorio y una larga lista de éxitos.

Alicia Keys viste de Riccardo Tisci para Givenchy.

Nico para Givenchy Parfums

Está acostumbrada al triunfo. Ha tocado para Barack Obama, sus discos han entrado directamente en la lista de los superventas, la crítica y el público la adoran. ¿Sería capaz de superar la derrota?

Prefiero no pensarlo. [Risa explosiva]. Para triunfar uno debe creer en sí mismo y desear ganar. Por eso, no pienso en perder. Pero de todo se aprende, también de la caída. Entonces, es necesario preguntarse: ¿qué ha salido bien?, ¿qué ha ido mal?, ¿cuánto dependía de mí?, ¿cuánto de los demás? Aunque la pregunta más importante es esta: ¿qué es el éxito?

¿Lo que impone la prensa y los fans, o lo que nos dictamos nosotros?

Es confuso… Dudamos, porque somos humanos.

Pero usted tendrá su definición.

Sentirse orgullosa de quién se es, eso es el éxito.

¿Y ahora lo está?

Sí.

¿Aunque usted no sea la misma? Se ha casado y es madre.

Le estaba dando vueltas a esa cuestión hace un momento. Alguien me ha preguntado si reconocía a la chica del vídeo de Fallin [2001]. La reconozco. Cuando me encuentro con gente que lleva años sin verme, me dicen: «No has cambiado. Conservas la energía y el espíritu». La vida me ha hecho más sabia, pero sigo siendo la misma y eso me llena de satisfacción.

Bueno, no dirá que viste como hace diez años: cada vez se deja ver menos con deportivas y más con traje.

Antes no me sentía cómoda con una falda o unos tacones. Ahora, sí. Aunque como mejor me siento es en zapatillas, pantalones y sudadera.

A su hijo Egypt, de 4 años, le sobra actitud en el vestir.

Es… ecléctico y colorista. Lo veo capaz de combinar una camisa verde fluorescente con calcetines amarillos y un pantalón cian. Los niños son así, da igual lo que se pongan, están siempre monos. Los mayores, no. Yo parecería un payaso con sus estilismos.

¿Y a la batería?, ¿es tan buena como él?

[Más risas] Más quisiera yo. Es buen percusionista y no se le da nada mal el piano. También le encanta bailar. Ahora está fascinado con un movimiento de cadera… [Keys reproduce el gesto].

¿Le gustaría verlo en su industria?

Lo que quiero es que sea feliz; que pueda elegir, por eso lo exponemos a distintos estímulos. Últimamente está obsesionado con la construcción. ¡Hasta se trae a casa ladrillos de la calle! ¿Quién sabe?, a lo mejor se convierte en arquitecto.

Alicia Keys viste un diseño de Riccardo Tisci para Givenchy.

Nico para Givenchy Parfums

Alicia Keys no se esconde. Al contrario, busca a su interlocutor e intenta tender puentes. Y eso que le sobrarían motivos para rehuirnos. La prensa no fue ‘amable’ con ella en sus inicios.

Empezó a tocar el piano a los 7 años, la descubrieron a los 14 y la contrataron con 16. ¿Estrenarse tan joven fue una bendición o una maldición?

Mmm… [duda unos instantes]. Soy optimista, prefiero ver el lado bueno. Fue positivo. Aunque debo reconocer que crecer bajo los focos fue duro. Una parte de mí estaba encantada y la otra, atemorizada. Tenía problemas de acné y pasaba horas y horas bajo los focos, sudando, con maquillaje. ¿Cómo iba a saber que tenían aceites y que taponaban los poros? El problema se recrudeció y los comentarios hirientes también. Fueron malos conmigo, pero yo solo tenía 19 años: ¿acaso no es normal tener problemas de piel a esa edad? Me sentía insegura, así que disimulaba tapándome con pañuelos o sombreros. Es difícil enfrentarse a la adolescencia bajo el escrutinio de los medios y los fans. Pero empezar pronto permite alcanzar metas. Miro atrás y siento que he hecho carrera.

En la década pasada no había tantas voces femeninas y,  ahora que las hay, parecen chicas en un mundo de hombres: Miley Cirus, Katy Perry, Rihanna… hay quien las acusa de exhibicionistas. ¿Qué opina?

El mundo está sobresexualizado. No solo el espectáculo, basta con encender la tele. Muchas han crecido con esos valores; para ellas, la belleza es mostrar. No hay nada malo en ello, las mujeres somos sensuales. El problema es que en este sector siempre se quiere ir un poco más allá y al final, todas terminan vendiendo lo mismo. ¿Dónde está la variedad? Las mujeres podemos ser sexis, pero también empresarias, inteligentes, artistas, presidentas…

¿Se ha sentido presionada para vestir o comportarse de manera provocadora?

Sí, cuando empecé.

También ejerce de productora, una de las pocas…

Cada vez hay más y mejores, pero los hombres acaban haciendo piña y saliéndose con la suya… En las reuniones, siempre son mayoría. La buena noticia es que las cosas están cambiando: somos una parte importante de la mano de obra y tenemos dinero. Somos poderosas. Estoy rodeada de hombres, pero también de escritoras y compositoras maravillosas.

Cada vez se ven más solistas y actrices en los anuncios, y menos modelos. ¿Refleja el nuevo marketing un cambio de mentalidad?

Sí. La sociedad necesita creer, sentirse identificada con iconos de carne y hueso. Ya no basta con una foto bonita, el público pide saber quién hay detrás, qué representa.

Alicia Keys lleva un diseño de Riccardo Tisci para Givenchy.

Nico para Givenchy Parfums

Es amiga de Riccardo Tisci, ¿una de las razones por las que colabora con Givenchy?

Sin duda. Empezó a diseñarme ropa y conectamos en seguida. Me encanta, como modisto y persona. Es auténtico y tiene un corazón inmenso. Además, es un trabajador infatigable. Cuando me propusieron ser la imagen de su perfume acepté sin pestañear.

Pero ser embajadora encorseta; ¿y si la marca lanza un producto con el que no se siente afín?

La fragancia [Dahlia Divin] es muy yo: es compleja, un puzle. Tiene una faceta dulce y otra frágil. Además, el jazmín, una de sus notas principales, era la flor favorita de mi abuela. Y el sándalo es mi incienso. Solía componer con él de fondo cuando empecé. Siempre hay maneras de conectar, sobre todo con los olores

Es usted contradictoria: tiene reputación de mujer fuerte pero en sus letras se muestra vulnerable.

Una de las primeras lecciones que aprendí fue a disimular. No sabía nada, no tenía ni idea de cómo comportarme, de cómo vestir, de qué decir. Era un mundo extraño. Así que pensé: «Si finges que sabes lo que haces, el mundo pensará que así es» . Y funcionó. Fui aprendiendo sobre la marcha y, de repente, dejé de sentirme una extranjera. Pero en las letras siempre he sido yo. La música es arte y, por lo tanto, un espacio donde ser tú mismo, en el que hablar con la verdad en la mano. Se puede ser 100% honesto. En la calle no es fácil revelarse. Nos sentimos intimidados, porque no compartimos un pasado o porque no hay tiempo.

O por disponer de 15 minutos de entrevista…

¡Exacto! Afortunadamente, nos queda el arte.

¿Por eso se niega a hacer playback? ¿Teme no ser auténtica?

Me sentiría falsa. En muchos programas no se permite cantar en vivo. Así que peleo y peleo hasta que dicen: «Vale, puedes usar el live mic». Sigo luchando hasta que me salgo con la mía. Esa es la magia de un concierto; es una experiencia única y jamás volverá a sonar igual.

El directo se ha convertido en el sustento de muchos. ¿Por eso apoya la plataforma de streaming Tidal?

Los artistas somos los creadores de contenido, de nosotros depende el futuro del sector. La idea es generar un nuevo ecosistema, más saludable y justo. No lo digo para los consagrados. La lucha es para los principiantes. Para que se les pueda ver y oír. Queremos ser su trampolín. Hoy los noveles no pueden sobrevivir. No se trata de ser egoísta, de reclamar más. Sino de dar paso a los siguientes Marvin Gayes y Nina Simones.

En muchos países, tocar y escribir se ha convertido en una afición.

Una pena; las canciones son herramientas espirituales, tienen magia, comunican. La música puede cambiar al mundo; sin ella, nos hundiremos.

Usted lo intentó con una canción, We Gotta Pray, sobre los disturbios de Ferguson. Pero el clima de tensión racial continúa en EE.UU.

Parece increíble que en pleno siglo XXI siga existiendo impunidad y violencia gratuita con la comunidad afroamericana.

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