Alexandre de Betak: «Los desfiles no van a desaparecer, pero sí se transformarán en otra cosa»
Alexandre de Betak, el organizador de desfiles más reputado, opina que la pasarela se enfrenta a un dilema clásico: el de renovarse o morir.
Fellini se habría reconocido en sus fastuosas puestas en escena. Al francés Alexandre de Betak lo llaman el Cecil B. De Mille de la pasarela. Sus desfiles para firmas como Dior, Calvin Klein, Rodarte, Berluti o H&M son de los que hacen historia. Lo demuestran las espectaculares imágenes recogidas en su nuevo libro Fashion Show Revolution (Ed. Phaidon), que resume la trayectoria de un hombre especializado en pronosticar en qué consistirá el futuro (y, muy a menudo, en acertar). Pionero en el uso de las nuevas tecnologías en la moda –organizó el mítico desfile de Victoria’s Secret q...
Fellini se habría reconocido en sus fastuosas puestas en escena. Al francés Alexandre de Betak lo llaman el Cecil B. De Mille de la pasarela. Sus desfiles para firmas como Dior, Calvin Klein, Rodarte, Berluti o H&M son de los que hacen historia. Lo demuestran las espectaculares imágenes recogidas en su nuevo libro Fashion Show Revolution (Ed. Phaidon), que resume la trayectoria de un hombre especializado en pronosticar en qué consistirá el futuro (y, muy a menudo, en acertar). Pionero en el uso de las nuevas tecnologías en la moda –organizó el mítico desfile de Victoria’s Secret que rompió Internet por primera vez en el 2000–, De Betak cree que la pasarela no sobrevivirá si no se pone en duda a sí misma.
¿Por qué ha publicado este libro?
Para hacer visible mi trabajo. La gente no conoce ni entiende lo que hago. No es para alimentar mi ego, sino para crear una reflexión al respecto e incitar a más gente a dedicarse a esto. Hace 25 años que empecé a diseñar desfiles, pero hoy seguimos siendo las mismas tres o cuatro agencias las que lo hacemos. Quiero más competencia.
¿Qué futuro pronostica para los desfiles en su formato tradicional?
Estamos en el abismo de una nueva revolución. Las redes sociales ya han supuesto un cambio mayúsculo, pero van a provocar otros que irán todavía más lejos. El modelo tradicional del desfile y de la fashion week llega a un punto de ruptura. El círculo cerrado que existe entre las marcas y los grandes medios de comunicación deja de tener sentido, si aceptamos que, a partir de ahora, el medio más importante serán las redes, con Instagram al frente. Esto abre la puerta a una libertad total de interpretación sobre lo que debe ser una semana de la moda.
¿Cree usted, por tanto, que van a desaparecer?
No necesariamente, pero sí se transformarán en otra cosa. Los desfiles no tienen por qué esfumarse, pero serán puestos en duda. Una marca deberá preguntarse si quiere seguir trabajando como en los últimos 20 años o si quiere tomar otra dirección. ¿En qué época del año le interesa organizar el desfile? ¿En qué lugar del planeta y para cuántas personas? Hoy tenemos la obligación de hacernos estas preguntas. La urgencia y la finalidad principal es crear más contenido digital. Si ahora el primer objetivo es la instagramabilidad, puede que ya no tenga sentido seguir haciendo lo mismo de antes.
¿Dónde ve esos síntomas de cambio?
Las marcas empiezan a escapar de lo que todo el mundo espera de ellas. Buscan otros lugares para desfilar fuera de lo habitual, París, Milán, Londres y Nueva York, y en momentos del año que no coinciden con el calendario tradicional. Por ejemplo, Rodarte llevaba años desfilando el mismo día en la misma sala del mismo museo neoyorquino. Yo les dije que teníamos que cambiar eso. Fue cuando decidieron acudir a París y presentar una colección de alta costura.
Tampoco es una gran revolución: continua tratándose de un desfile inscrito en una fashion week…
De acuerdo, pero abre la puerta a un cambio que, en el futuro, puede ser mayor. Y permite renovar la atención respecto a una marca. Repetir lo mismo hasta la saciedad no hace más que aburrir a todo el mundo, empezando por mí. Para seguir sorprendiendo y haciendo soñar, hay que enmarcarse en cierta libertad de tiempo y de formato. Fíjese en Azzedine Alaïa. A diferencia de la mayoría de marcas, lleva años funcionando de esta manera, organizando desfiles cuando quiere y donde quiere. Hoy sigue ocupando un lugar importante en el mundo de la moda.
¿Qué papel van a jugar las nuevas tecnologías?
Serán fundamentales, aunque no creo que un modelo únicamente virtual funcione. Lo que yo propongo no es que pongamos a un robot sobre un fondo verde y que vayan pasando modelos en Instagram. No creo que eso tenga futuro. La gente sigue queriendo ver algo que ha sucedido de verdad, con verdaderos humanos y en la vida real. Seguiremos organizando acontecimientos exclusivos para unos cuantos invitados privilegiados de la prensa y de la moda, que harán vibrar al resto del mundo. Esa inaccesibilidad es la que nos permite soñar.
Como sabe, la resistencia al cambio sigue siendo muy poderosa. En capitales como París y Milán, todo intento de alterar el calendario clásico se vive como una agresión.
La moda es un mundo menos volátil de lo que se cree: las personas con poder siguen siendo las mismas que hace 25 años. Se habrán sumado algunos blogueros e influencers, pero la base sigue siendo la misma. Lo que sucede es que hoy esas personas tienen 25 años más y tal vez les gusten los cambios menos que en otras épocas de sus vidas. Yo intento demostrar que esa evolución no es perjudicial, sino beneficiosa. Acuérdese de lo que hizo Helmut Lang en los 90. Empezó a presentar sus desfiles no solo antes de que empezara la fashion week de Nueva York, que era la última del calendario, sino también antes que Milán y París. Muchos diseñadores neoyorquinos empezaron a hacer lo mismo, hasta el punto que la semana de la moda de la ciudad ahora empieza seis semanas antes de lo que era habitual.
¿No provocarán esos cambios una aceleración todavía mayor? Muchos diseñadores se quejan de la presión que supone realizar hasta ocho colecciones al año.
La producción no tiene por qué aumentar. Solo cambiará el momento de presentarla ante el mundo. El público de moda se ha acostumbrado a una oferta corta y rápida por parte de las marcas más comerciales, que las grandes firmas se han visto obligadas a seguir. Espero que, a partir de un momento determinado, las principales casas logren subsistir con menos colecciones. El tiempo se ha comprimido y la duración de cualquier cosa es más breve que antes, incluida la esperanza de vida de un diseñador al frente de una maison. Pero de nada sirve repetirse que antes todo era mejor. Hay que aceptar que nuestra época ha cambiado.
¿El consumo de moda seguirá siendo igual de elevado o corre el sector un riesgo de implosión?
Esa es la cuestión a largo plazo. Diría que los tiempos de sobreabundancia terminarán. Es muy posible que las generaciones futuras se harten de este ciclo de ultraglobalización, ultracapitalismo y ultraconsumo, y terminen por decir basta. Tal vez querrán vivir mejor y trabajar menos, sin necesidad de comprarse 50 pares de zapatos. En vista del público gigantesco al que se dirige, la moda tiene el deber de ser ejemplar, tanto en cuestiones medioambientales como de consumo. Es un movimiento de alto riesgo, pero terminará por llegar, aunque sea un poco más tarde…
¿Dónde ve indicios de lo que dice? El materialismo no parece en retroceso, ni en los milénicos ni en los jóvenes de las economías emergentes, por citar dos perfiles estratégicos para el sector.
Yo tengo dos milénicos en casa y observo los dos extremos. Cada uno tiene una actitud distinta frente a la moda. Pero mi temperamento es optimista y creo que se producirá un cambio. En el fondo, esta industria siempre se ha situado en la vanguardia. Siempre se ha beneficiado del hecho de tomar riesgos.
En su libro dice que se niega a volver a abrir el debate sobre si la moda es o no es un arte. ¿Por qué?
La sectorización y la jerarquización de las disciplinas artísticas es un tema que aburre soberanamente. En el Renacimiento nadie se hacía esas preguntas. Tenemos que superar las clasificaciones y separaciones por géneros. Además, si comparamos la moda y el arte contemporáneo, el más comercial es, con diferencia, el segundo. Si las cuenta, verá que existen más semanas del arte que de la moda. Y los artistas más cotizados, como Jeff Koons o Damien Hirst, se han convertido en productores comerciales, mucho más que cualquier diseñador de moda. Si le digo la verdad, me parece un debate de otro siglo.