“No pasarían ni un psicotécnico”: los hombres de ‘Sexo en Nueva York’ según Mariang de ‘La pija y la quinqui’
Invitamos a la creadora del exitoso podcast a ver y diseccionar cuatro capítulos (uno por cada semana de mayo) de la serie favorita de las mileniales y a ofrecer su perspectiva generacional
Una de las cosas que más me llaman la atención de Sexo en Nueva York es la presencia del hombre. No del hombre como humano, sino del hombre como caterva: el desfile de personajes masculinos en ‘SATC’ deja claro que aquí ellas son el equipo de fútbol americano y ellos los animadores. O al menos esa es la intención.
Es posible que ninguna de esas chicas pasara el test de Bechdel, pero, si por los guionistas fuera, ellos ni siquiera llegarían a pasar el test psicotécnico.
Cortados siempre por el mismo patrón, los solteros del bajo Manhattan son elegantes pero impertinentes, encantadores pero impersonales, exitosos pero aburridos, ricos pero los tres adjetivos peyorativos anteriores... Luces y sombras donde las sombras acaban siendo muy alargadas.
Hombres cuya personalidad es, en definitiva, ser hombres.
No estoy diciendo con esto que Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha sean mejores, ni mucho menos (aunque un grupo de amigas hablando en voz considerablemente alta sobre sus secretos más oscuros y recónditos a plena luz del día siempre me tendrá en su bando). Lo que sí que estoy diciendo es que no hay nada más desolador que ser solo hombre. Ser solo hombre mata al chaval. Y que no se entienda chaval como canallita, nada más lejos de la realidad. Os lo explica ahora Ramón Gómez de la Serna.
Allá por 1934, Gómez de la Serna discernía en ‘Ensayo sobre lo cursi’ entre lo cursi bueno y lo cursi malo; Mientras que lo cursi bueno es lo sensible y “lo sensible no se aprovecha de la ternura, sino que la hace funcionar en ondas puras […] Nos ciñe el alma y se burla de las normas asépticas”, lo cursi malo es lo sensiblero y “lo sensiblero coacciona, adormece, inmoviliza, suprime vuelo al espíritu y se aprovecha de la gangosidad de la ternura […] esteriliza la vida y evita la comprensión”.
Lo cursi malo es el hombre; lo cursi bueno, el chaval.
Comentaba antes que ser solo hombre mata al chaval y con la muerte del chaval muere la ternura y la intimidad.
Lo cursi malo es, en definitiva, no ser amigo de tu pareja.
Que es, básicamente, el denominador común de todas las relaciones de ‘SATC’: ninguna es amiga de su pareja.
Con este percal, no es hasta mediados de la 2ª temporada (octavo episodio, para ser exactos) cuando el equipo de guion da luz verde a introducir en la fauna del Amazonas de asfalto que es Manhattan al primer espécimen de tío majo.
Se trata de Steve Brady, quien llega a la vida de Miranda de forma colateral en El hombre, el mito y la viagra cuando, por primera vez, el egoísmo de Carrie juega a favor de alguien que no es solo ella (deja plantada a Miranda en el bar en el que curra Steve para mirar cómo Big reboza un escalope).
Por cierto, cinco minutos antes de que ocurra todo esto, aparece Donald Trump en pantalla y Samantha se pone roneanta con el viejo crápula y filofascista (es muy difícil seguir el ritmo de esta serie si te pones a mirar el móvil).
La versión corta de la historia es que chico conoce a chica, chica hace un par de comentarios sobre ser camarero que dejan claro que ella no es abogada laboralista, y se acuestan. La versión larga la tenéis en Netflix.
Seguro que Steve tiene sus cosas, pero dentro del campo de nabos astringentes y apáticos que es el condado con la renta per cápita más alta de Nueva York, encontrarte con un chaval por el camino no solo es pasar de Guatepeor a Guatemala, es llegar a la frontera con El Salvador.
(AVISO: no quiero decir que un tío tenga que venir a salvar a nadie, pero a veces la geografía juega a favor de la metáfora y tienes que aprovecharlo)
No obstante, lo que acabo de desarrollar no es del todo cierto. Antes de Steve hubo un prototipo de tío majo. Su aparición fue breve y sin posibilidad de retorno. Me refiero a Ben, un chaval que solo salió en la segunda mitad del 2x03, ‘El show de los raros’, y a quien ni siquiera les dio tiempo a ponerle apellido.
Hay poco que decir de Ben: era simpático, sosegado, monísimo, gafitas de montura fina, tatuaje pequeño de Piolín, hacía pachangas con sus colegas y tenía todo para suponer un punto de inflexión para las que tenemos ahora los mismos años que la serie. De la misma cepa que Hugh Grant en ‘Notting Hill’, vamos. Se lió con Carrie y la historia fue breve. Por supuesto, la cagó Carrie, pero Ramón Gómez de la Serna también dijo que “lo cursi está tramado con el hallazgo de la novia que no se encontró nunca y que era la predestinada”.
Y, apenas cinco capítulos después, en una versión menos chic y manhattariana (Ben era editor de una revista de política) llega Steve.
Steve es graciosete, lleva gafas y va libro en mano mientras tira pintas. He visto a las mejores mentes de mi generación (mis amigas) caer por menos.
Sería muy bonito cerrar este artículo diciendo que estas son las nuevas masculinidades y que Steve Brady es el Übermensch de Playz, pero yo no podría pegar ojo el resto de mi vida.
Aunque, al fin y al cabo, ¿qué se entiende como nuevas masculinidades sino la convergencia de comportamientos achacados a la feminidad y la convencionalidad de las viejas? Pues poco más, en resumidas cuentas toda esta terminología solo nace del miedo que suscita la pluma y eso, sinceramente, sí que es muy Sexo en Nueva York por su parte, si no me crees vete a tres episodios más tarde, al 11 de la 2ª temporada.
Lo que está claro es que, si ‘SATC’ se grabara ahora, Steve sería el que más ligaría y Mr. Big llevaría de vez en cuando una hostia con una tote bag.