¿Cuánto cuesta una alfombra? Silvia Abril está dispuesta a enrollarse en una por conseguir un buen precio (aunque no es necesario)
La actriz y humorista ha sido la protagonista de Infiltrados, la nueva campaña de IKEA con la que, a través de una serie de cámaras ocultas, quiere demostrar que los diseños más elegantes de una habitación no tienen por qué ser los más caros
La alfombra más antigua del mundo, la alfombra Pazyryk, tiene más de 3.500 años. Expuesta en el Museo del Hermitage, en San Petersburgo, fue descubierta por el famoso antropólogo Sergei Rudenko en el corazón de Siberia, en concreto, en la tumba de un jefe tribal de la región de Escitia, protegida en un gran bloque de hielo. Se cree que ahí está la razón de su origen: los pueblos nómadas necesitaban algo para resguardarse de las bajas temperaturas, algo más manipulable que las mantas de piel animal y empezaron a crear estos diseños de lana anudada a mano. Lo curioso es que para tratarse de algo profundamente funcional, tampoco en aquella época escatimaron en detalles: la alfombra Pazyryk tiene una densidad de 360.000 nudos por metro cuadrado, repletos de lazos, cintas, ciervos o guerreros. Una auténtica obra de arte de valor incalculable.
Las alfombras se acabarían convirtiendo en una pieza clave en decoración: seguimos buscando en ellas la calidez que anhelaban aquella antiguas tribus, pero también queremos que cada diseño represente nuestro estilo. “Esa alfombra daba ambiente a la habitación”, se quejaba el Gran Lebowski en la delirante comedia de los hermanos Coen. El Nota (interpretado por Jeff Bridges), un personaje que carecía de motivación para ponerse unos pantalones, estaba dispuesto a enfrentarse a todo tipo de maleantes y amenazas para recuperar el esplendor de su icónica pieza persa. ¿Pero cuánto debemos pagar por una alfombra? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar? En una situación igual de absurda se ve envuelta Silvia Abril. La actriz y humorista ha fijado un precio, alrededor de los 200 euros; pero, por el objeto de deseo de su amiga, está dispuesta a performar la mismísima locura.
La actriz ha sido una de las inconscientes protagonistas de Infiltrados, la original campaña de IKEA con la que, a través de una serie de cámaras ocultas, quiere demostrar que no siempre lo bueno tiene que ser lo más caro. Debido a sus dotes de regateadora, su amiga Mireia Portas le pide que la acompañe a La Cuarenta de las Galerías Piquer, el prestigioso anticuario del rastro madrileño donde se ha enamorado de una alfombra reversible perfecta para su salón. “¿Mil y pico? No, hombre, no. ¿Sabes como me llamaban en Marruecos? Berebere”, bromea Abril, dispuesta a llevársela a un precio sensato.
Lo que no esperaba la artista era encontrarse con un vendedor como “El huracán de Lavapiés”, un excéntrico comerciante que le hará pasar por todo tipo de pruebas para conseguirla. Incluso dejarse envolver en ella a modo cadáver —si algo nos ha enseñado el cine es que las alfombras tienen muchos usos—. Lo que tampoco se podía imaginar Silvia Abril era su conocida procedencia. La VESTERVIG es una pieza de lana única, hecha a mano por artesanos expertos de la India y Bangladesh, lo que asegura su exclusividad. Ahí no mentía el supuesto dueño del anticuario. También el precio que guardaba con tanto celo es justo: la suma del valor del diseño, la artesanía, unas buenas condiciones laborales y un salario digno. Y lo mejor es que la podemos encontrar en cualquier IKEA. Si por algo es conocido el gigante sueco es por democratizar y rentabilizar al máximo el diseño.