016, por Ana Pastor
La falta de información le permite al agresor actuar con impunidad. Sabe que la víctima se siente sola
Es muy difícil conocer la dimensión real de un problema que se nutre del miedo y se camufla en la intimidad en la que el portazo marca las fronteras. Sabemos que existe, conocemos casos más o menos cercanos, leemos historias reales como la de aquella joven que tras haber roto la relación aceptó una última cita de la que nunca volvió. O la de aquella anciana que llevó magullado el cuerpo durante años y a quien el último golpe ahogó en un silencio mortal. O aquella mujer triunfadora en apariencia y desgraciada entre las cuatro paredes de su casa. La misma vivienda que dejó de ser un hogar desd...
Es muy difícil conocer la dimensión real de un problema que se nutre del miedo y se camufla en la intimidad en la que el portazo marca las fronteras. Sabemos que existe, conocemos casos más o menos cercanos, leemos historias reales como la de aquella joven que tras haber roto la relación aceptó una última cita de la que nunca volvió. O la de aquella anciana que llevó magullado el cuerpo durante años y a quien el último golpe ahogó en un silencio mortal. O aquella mujer triunfadora en apariencia y desgraciada entre las cuatro paredes de su casa. La misma vivienda que dejó de ser un hogar desde el primer día que recibió un reproche, el día que el reproche se elevó a grito y después se convirtió en bofetón.
Hay cientos de ejemplos. Pero muchos de ellos son ocultados. La lucha contra la violencia de género centra prácticamente todos sus esfuerzos en una sola dirección: la denuncia. Sin ella no llega la protección y la ayuda. Sin ella no hay salida. Y sin ella suele llegar el asesinato.
Sin embargo, con la denuncia, el miedo humano y claramente comprensible, se combate en compañía. Por eso, llama la atención la última macroencuesta hecha en toda Europa sobre la violencia machista (realizada por la FRA, agencia encargada de la protección de los derechos fundamentales). A primera vista se puede leer que en España hay muchos menos casos. La respuesta parece estar en que no son datos referidos a denuncias ni a condenas. Son cifras obtenidas en un sondeo en el que, de una manera más o menos libre, las mujeres consultadas (entrevistas personales realizadas a 42.000 féminas de entre 18 y 74 años en los 28 estados miembros de la UE, con una media de 1.500 consultas por país) hablan de su propia historia.
Una de cada tres asegura haber sido víctima de malos tratos. Y un cinco por ciento habla incluso de violación. Los datos se disparan en los países del norte. En Dinamarca, por ejemplo, más de la mitad de las mujeres (un 52%) declara haber sido víctima en algún momento desde los 15 años. A este país le siguen Finlandia, Suecia y Holanda. Otro dato preocupante de este sondeo es que una de cada cinco mujeres no sabe ni siquiera a dónde podría dirigirse en busca de ayuda en caso de que fuera víctima de maltrato.
La falta de información es lo que hace fuerte al agresor. Le permite actuar con más impunidad aún. Porque sabe que la víctima se siente sola. El informe pone el acento en el verdadero corazón del problema: la violencia de género tiene lugar «todos los días y en todas partes». Por eso es importante que desde los medios de comunicación no minimicemos la cuestión y que no contribuyamos a normalizarla, por ejemplo, emitiendo en televisión y radio o publicando en prensa los testimonios de los vecinos de una mujer asesinada diciendo: «Eran una pareja normal» o «Discutían como cualquier otra pareja». Estas situaciones no suelen producirse de la noche a la mañana y, afortunadamente como dice el informe, en países como España cada vez son más los ciudadanos conscientes de que no es un problema privado, sino de ámbito público.
P. D.: Desde el 1 de enero de este 2014, 13 mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas o exparejas.