Jero Vaquero: “Veo Barcelona triste; ha perdido su encanto”
El barman del mítico Boadas de la ciudad catalana se despide tras más de medio siglo detrás de la barra
Medio siglo detrás de la barra. Entró con 14 y hoy dice prou. Casi nadie le cree y los feligreses del Boadas, el mítico bar barcelonés, menos que nadie. No diga Jero Vaquero (Jerez, Cádiz, 64 años); diga negroni o dry martini.
Pregunta. 88 años nos contemplan. ¿El Boadas es más que un bar?
Respuesta. Si no trabajara ahí, sería cliente. Y mira que es incómodo, como dijo El Perich en una viñeta que está en el bar.
P. Bueno, hay sitios donde no importa la...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Medio siglo detrás de la barra. Entró con 14 y hoy dice prou. Casi nadie le cree y los feligreses del Boadas, el mítico bar barcelonés, menos que nadie. No diga Jero Vaquero (Jerez, Cádiz, 64 años); diga negroni o dry martini.
Pregunta. 88 años nos contemplan. ¿El Boadas es más que un bar?
Respuesta. Si no trabajara ahí, sería cliente. Y mira que es incómodo, como dijo El Perich en una viñeta que está en el bar.
P. Bueno, hay sitios donde no importa la incomodidad. Se busca otra cosa.
R. Sí… y fíjate cómo lo montó don Miguel Boadas: un local pequeño, sin mesas, en el año 33, una época en la que nadie se imaginaba estar de pie en un bar. El comentario al abrir era “uy, esto va a durar poco”. Para don Miguel, que había sido cantinero en el Floridita de La Habana, el Boadas fue eso, su Floridita particular...
P. Y luego llegan doña María Dolores, su hija, y el Tío Pepe. Y luego llega usted.
R. Entré en junio del 71, con 14 años. Primero estuve de prueba y luego ya fui camarero con nómina. Y estuve dos años de aprendiz. Ganaría, no sé, al cambio actual, unos tres euros al mes. Y aquí sigo, llegando a las nueve de la mañana y en la barra hasta las nueve de la noche. Ahí no tengo problemas; es como si los aparcara, porque lo que tengo que hacer es todo el rato crear ilusión en el cliente.
P. Y siempre obligado a estar de buenas, porque a un sitio así la gente viene a comprar alegría.
R. Es mi obligación.
P. Ya, pero igual le duele la tripa, o ha reñido con su mujer… pero hala, a ser gracioso todo el rato.
R. Tengo problemas que no contaré aquí, pero en el bar no me enfado con nadie. Así me va bien.
P. Como el del chiste: “¡Oye, Manolo, qué bien te veo! ¿Cómo lo haces?”. “Es que no discuto con nadie”. “¡Hombre, pero no será por eso!”. “Bueno, pues no será”.
R. ¡Ja, ja, ja, exacto!
P. ¿Los bares son iglesias?
R. Bueno, a este siempre se le llamó La Catedral. Es que en la época en que abrió había muy pocos bares de cócteles.
“En la barra del Boadas hay que saber de todo, pero sin ir de listillo”
P. ¿Usted sabe siempre si alguien necesita confesión además de brebaje?
R. Sí… son muchos años.
P. Claro, además de barman será psicólogo, ¿no?
R. Claro. La gente se desahoga, deja los problemas en la puerta y quiere conversación. En la barra del Boadas hay que saber un poquito de todo, pero sin ir de listillo.
P. ¿Se suele hacer fotos con los famosos?
R. Jamás. Bueno, cuando vino Kevin Costner llamé a mi mujer y a mis hijas y vinieron en un taxi para verle. Aquí han venido abogados, políticos, actores, cineastas, intelectuales… Nunca les molesto. El famoso viene porque quiere estar tranquilo. Por eso vuelve. Vino una vez el actor Matt Dillon y estuvo una semana entera volviendo cada noche a tomar mojitos. Y Juan Diego. Tomaba cubata.
P. La gente aquí ¿habla mucho del, llamémoslo así, asunto catalán?
R. ¡Cómo no va a hablar! La política que tenemos ahora aquí es, pues eso, la independencia. Oye, que no me parece ni bien ni mal, pero a nosotros nos afecta más una decisión del Ayuntamiento sobre La Rambla que sobre eso.
P. Sobre el asunto de si esto es Cataluña o es España...
R. Claro. A veces, hablo con gente joven radical y les digo: “Mira; yo soy un catalán de Jerez de la Frontera. ¿Tú hiciste algo por nacer aquí o allí? No, ¿verdad? Yo tampoco. Pero igual soy más catalán que tú, aunque solo sea por la edad”. Uno es de donde está.
“Dentro de poco, todos hablaremos en inglés sin querer, verás”
P. Y ahora se quiere ir. ¡Pero si solo lleva 50 años tras la barra!
R. Me quiero retirar, pero siempre voy a estar ligado al Boadas. Lo importante es que tenga tiempo para mí, porque hasta ahora siempre ha sido para el bar. El bar es esclavo. Y se vive solo una vez.
P. ¿Por qué antes era barman y ahora es bartender? ¿Por qué la coctelería hoy es mixología?
R. Porque dentro de poco todos hablaremos en inglés sin querer, ya verás.
P. ¿Es un nostálgico?
R. Te vas haciendo nostálgico. Imagínate qué recuerdos, el Boadas en los setenta. Se llenaba hasta arriba. Y solo hacíamos cócteles. Ahora dicen que los cócteles están de moda. ¡Pero si han estado siempre de moda!
P. Pues la nostalgia suele tener como mala prensa.
R. ¡Pero si es muy bonita! Mira Las Ramblas. Yo echo a faltar mis Ramblas… Aquel era un mundo día y noche. Hoy sales a las diez y todo cerrado. Barcelona ha perdido su encanto; la veo triste. Esos carriles que ponen para andar por los que no anda nadie, esas bolas de piedra…
P. Las pusieron tras el atentado de 2017 en La Rambla. ¿Estaba ese día en el bar?
R. Y tanto… Echamos la persiana abajo, se creía que había gente armada por ahí. Estuvimos con los clientes hasta las nueve de la noche. Sacamos agua, cava, lo que quisieran. Hubo unos chicos franceses que entraron ensangrentados y dos de ellos se pusieron a rezar en el bar. Todo fue increíble.
Descubra las mejores historias del verano en Revista V.