No olvides la ciencia básica
Los grandes avances en el conocimiento científico del mundo siempre preceden a las revoluciones tecnológicas
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Echemos un vistazo a las predicciones que las principales webs científicas y periodísticas han hecho para este año. La inteligencia artificial colonizará el mundo empresarial mientras Bruselas y Washington echan carreras para regularla, entre sí y contra la media docena de empresas gigantescas que lideran el campo. El litio, el cobre y el níquel, esenciales para las baterías de los coches eléctricos, van camino de ser más importantes que el petróleo y el gas que causan el cambio climático.
Sigamos. La covid de larga duración será sometida a ensayos clínicos para encontrar tratamientos específicos. Una factoría de mosquitos modificados de una dimensión sin precedentes empezará a funcionar en Brasil para combatir el dengue. La edición genómica CRISPR resolverá cada vez enfermedades hereditarias. El Niño, un ciclo errático de calentamiento y enfriamiento del Pacífico oriental, empujará el clima global hacia un nuevo récord de temperatura. Las elecciones europeas de junio pueden incrementar el poder de los partidos nacionalistas y de extrema derecha que rechazan la transición a las energías renovables. Y las elecciones de noviembre en Estados Unidos marcarán la política sobre cambio climático, preparación pandémica, innovación e inmigración, quién sabe en qué sentido.
Todas estas cuestiones son muy importantes, sin duda, pero ¿no echas en falta algo en ese catálogo del futuro inmediato? No algo muy concreto, sino una clase entera de temas que cabe considerar aún más importantes. Piénsalo un minuto antes de seguir leyendo.
Es la ciencia básica, amigo. Toda la lista de arriba es ciencia aplicada, ya sea a la medicina, a la tecnología o a la gestión del entorno. Tiene su lógica. Si tu predicción es que dos experimentos intentarán averiguar este año la masa de los neutrinos, el lector se te va directo a la sección de deportes, el financiador se lleva el dinero al sector inmobiliario y los trolls te crucifican en tus redes sociales favoritas.
Los sondeos de opinión detectaron un claro incremento del apoyo social a la ciencia durante la pandemia, pero la razón de ese cambio de tendencia es de un utilitarismo palmario: la ciencia hace vacunas que salvan vidas. Si las vacunas anticovid no hubieran funcionado —cosa perfectamente posible—, el apoyo social a la ciencia habría disminuido en vez de crecer. Y esa no es la idea.
No hay ningún argumento contra la ciencia aplicada, se llame medicina o tecnología. Pero sin ciencia básica no habría ciencia aplicada, porque no habría nada que aplicar.
Las vacunas anticovid no habrían llegado a tiempo de no ser por los 20 o 30 años que Katalin Karikó y Drew Weissman, los dos últimos ganadores del Nobel de Medicina, dedicaron a la investigación básica del ARN mensajero, un empeño heroico por el que muy poca gente supo apostar. Por supuesto, si las vacunas de la covid no hubieran funcionado, a la Academia sueca ni se le habría ocurrido dar ese Nobel, aunque la calidad de la ciencia básica habría sido exactamente la misma. Financiar la ciencia aplicada es la parte fácil del trabajo de un gestor público o privado. Lo difícil es poner el dinero en la ciencia básica. Eso sí que es capital riesgo.
El sistema farmacológico por el que las democracias occidentales hemos optado es una ilustración perfecta. La industria solo invierte en un nuevo tratamiento cuando ve signos de aplicación a corto plazo, y, por tanto, es el sistema público el que debe financiar los primeros pasos, con todos sus balbuceos iniciales y sus vías muertas que hay que descartar después de años de promesas y frustraciones. Pero sin esos esfuerzos de la ciencia básica, nunca habría nada en lo que las empresas farmacéuticas pudieran invertir más tarde. Para financiar la ciencia básica hace falta algo más que un contable.
La distinción entre ciencia y tecnología es filosóficamente nítida. La ciencia quiere entender el mundo, la tecnología quiere transformarlo. En el mundo real, la frontera es más difusa. Si Kepler y Galileo no hubieran inventado el telescopio, la física no habría podido arrancar, como no habría podido la biología si Robert Hooke no hubiera ideado el microscopio. En el sentido opuesto, el telescopio y el microscopio son productos del conocimiento fundamental de la óptica. Pero el caso es que los grandes avances en el conocimiento científico del mundo siempre preceden a las revoluciones tecnológicas. No olvides la ciencia básica.
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